El rey tuerto

Suele compartir sólo críticas de películas que siguen en cartelera, pero con El rey tuerto, de Marc Crehuet, haré una excepción porque esta película, basada en una obra de teatro del mismo autor, me sorprendió gratamente. Se puede ver en Movistar y seguro que también en otras plataformas. La cinta, estrenada en 2016, es una comedia negra con la crisis económica como trasfondo. Esta historia es la enésima demostración de que el teatro ha sido mucho más ágil que el cine en reflexionar sobre la crisis, sobre su tiempo. Ha tardado en llegar la actualidad al cine, quizá sólo porque los tiempos son otros y cuesta más levantar la financiación para una película, mientras que los escenarios acogieron desde el comienzo de la crisis historias actuales. Y El rey tuerto, llevada al cine el año pasado, es un buen ejemplo de ello. 



La cinta, que se nota heredera del teatro, con muchos diálogos y prácticamente sólo una localización, cuenta la historia de cuatro personajes, dos parejas. Lidia (Betsy Túrnez) y su amiga Sandra (Ruth Llopis) llevaban mucho tiempo sin verse y deciden quedar a cenar, para presentarse a sus respectivos novios. La pareja de Lidia es David (Alain Hernández), un policía antidisturbios que acaba de reventar un ojo a un manifestante que protestaba contra los recortes, mientras que el novio de Sandra es Ignasi (Miki Esparbé), un joven comprometido que perdió un ojo en una manifestación. 

La película adopta desde el principio el tono de comedia, pese a la gravedad de la historia contada, tanto la historia personal de los protagonistas como la realidad de fondo, con un presidente del gobierno justificando a todas horas los recortes, mientras que las calles bullen de protestas. Naturalmente, el encuentro entre los cuatro protagonistas es explosivo. Son muy diferentes, casi antagonistas. Mientras que Lidia y David están convencidos de que el trabajo de éste no tiene nada de malo, porque no se puede ir por la vida quemando contenedores, Sandra e Ignasi son activistas que participan en actos de protesta contra los recortes. Aquellos no han salido del barrio, éstos sí. Los primeros no tienen inquietudes políticas, sólo quieren vivir con calma; los segundos sí tienen un posicionamiento político mucho más marcado. 

El interés de la cinta va más allá de ese primer encuentro entre los personajes, entre el policía antidisturbios convencido de que los manifestantes que insultan a la autoridad se merecen lo que les pase, y el manifestante que le cuestiona si de verdad cree que es normal perder un ojo por salir a la calle a protestar de forma pacífica. Los protagonistas cambian. De repente, se caen las certezas. De pronto, lo que apenas se habían planteado, pasa a ser una cuestión importante. Y surgen las preguntas, se difuminan las verdades. El desarrollo posterior de la trama toma un rumbo inesperado, divertidísimo, pero siempre con un espacio para la reflexión. Ignasi, el rey tuerto del título, transforma a David, le plantea sus inquietudes políticas, le hace preguntas que tambalean sus convicciones.

El guión es muy ágil y hay diálogos impactantes. Los cuatro actores llenan de verdad a sus personajes, aunque Miki Esparbé directamente se sale. Su personaje es el más complejo de los cuatro, es el más destacado, el más auténtico. Todos los protagonistas tienen sus excentricidades, no va la cinta de plantear a personajes ejemplares frente a otros cenutrios. Naturalmente, queda claro que ir destrozando ojos a manifestantes pacíficos no es normal. Pero no se trata de que una de las dos parejas sea el ejemplo de la modernidad y la otra, del atraso Es sólo una comedia negra muy divertida, con la agitación social de fondo. Y hacer comedia de asuntos tan serios, con un poso crítico  reflexivo, sí, pero de pura comedia, tiene mucho mérito, sobre todo, cuando la película funciona como un reloj. 

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