Razones para el Día de la Mujer

Raro será que no escuchemos o leamos hoy la clásica pregunta de cada 8 de marzo, ¿y por qué no un día del hombre? Raro será, incluso, que cuando hagamos mención sobre el Día Internacional de la Mujer delante de alguna amiga ésta no nos diga que no entiende que exista este día, que no cree en ellos. Así que hoy es un gran día, como otro cualquiera, para recordar por qué sigue siendo necesario el 8 de marzo, un día que tiene mucho más de reivindicativo que de lúdico. No se trata tanto de felicitar el día a las mujeres, como de reflexionar sobre el machismo imperante en la sociedad. 


Así que, a la pregunta de por qué sigue teniendo sentido, lamentablemente, que se celebre el Día Internacional de la Mujer, aquí van algunos motivos. Porque las mujeres son la mitad de la población. Porque la violencia machista, que nace de una ideología de dominación del hombre sobre la mujer, sigue causando decenas de muertes cada año. Porque las mujeres víctimas de la violencia machista no mueren o aparecen muertas, son asesinadas, aunque a veces el lenguaje, nunca inocente, empleado para informar sobre estos casos no llame del todo a las cosas por su nombre. Porque sigue existiendo una brecha salarial enorme. Tan sencillo y repugnante como que las mujeres cobran menos que los hombres por hacer el mismo trabajo

Porque todos tenemos algo de machismo dentro y tenemos que luchar cada día contra él. Porque cuando un hombre es padre nadie se plantea que eso puede ser un obstáculo en su carrera profesional, algo que sí sucede con las mujeres. Porque es a las mujeres, y no a los hombres, a quienes se pregunta en entrevistas de trabajo si tienen pensado ser madres. Porque los discursos abiertamente machistas son, por lo general, repudiados en esta sociedad, pero siguen persistiendo muchos micromachismos cotidianos. Porque siempre que quedo con una amiga y yo pido un refresco y ella una cerveza, siempre, siempre, la cerveza me la ponen a mí. Porque son las mujeres, y no los hombres, las que tienen que soportar que alguien por la calle se crea con derecho a opinar sobre su apariencia física, en eso que llamamos piropo. Porque cuando van dos amigos por la calle de noche nadie les dirá eso de "dónde vais solos", que sí le preguntan a dos amigas. 

Porque todavía hoy, demasiado a menudo, lo que en los hombres se considera una virtud, en las mujeres se critica. Cuando un hombre tiene carácter, es un hombre con madera de líder. Cuando es la mujer la que tiene carácter, es una mandona. Cuando un hombre tiene unas legítimas aspiraciones de crecer en su empleo, se le aplaude. Cuando las tiene una mujer, es alguien ambiciosa, peligrosamente ambiciosa. Cuando un hombre tienes muchas relaciones sexuales, es un machote que disfruta la vida. Cuando lo hace una mujer, es una puta. 

Por los estereotipos estúpidos. Por los tópicos sobre las mujeres. Por las ideas preconcebidas, como si todas las mujeres fueran iguales entre sí. Porque en la publicidad se utiliza a las mujeres como objetos. Porque parecemos habituados a que las mujeres sean floreros en los podios de competiciones deportivas. Porque con mucha frecuencia se critica a las mujeres por vestir como deseen, sin entender que no se trata de que la libertad se mida en la tela de sus vestidos. Porque hay mucho camino por delante en la lucha por la igualdad en las sociedades occidentales, pero mucho más aún en las sociedades medievales, donde una concepción rancia y asfixiante de la religión condena a la mujer a un papel subordinado al hombre. Y a veces lo olvidamos. Olvidamos que la situación de las mujeres en esos países también debe ser nuestra lucha. 

Porque hay países donde las mujeres no pueden dar un paso sin el permiso del hombre. Porque hay mujeres que, sólo por nacer donde han nacido, no tienen derecho a la educación. Porque hay países donde cuando una mujer es violada, quien lleva la culpa y la vergüenza es ella, hasta el punto de que es obligada a casarse con su agresor. Porque las mujeres siguen siendo, de forma mayoritaria, quienes se hacen cargo de las labores domésticas. Porque parece que es cosa de mujeres cuidar de los hijos y, cuando los padres hacen algo, sólo "ayudan", como si no fuera una cuestión de corresponsabilidad. Porque aún hoy no se educa en la igualdad. Porque en los catálogos de juguetes a las niñas se les proponen muñecas rosas y cocinitas, y a los niños balones de fútbol y cajas de herramientas. 

Porque las mujeres lo tienen mucho más difícil que los hombres para llegar a determinados puestos de responsabilidad. Porque las consejeras de empresas del Ibex siguen siendo minoría. Porque, si quienes nombran a los ejecutivos son, mayoritariamente, hombres, seguirán pensando, sobre todo, en hombres para esos cargos. Porque en un grupo de hombres, por lo general, se terminan escuchando comentarios machistas. Porque parece que cuesta menos ridiculizar el feminismo que ponerse a su lado en la lucha necesaria por la igualdad. Porque hay demasiados tertulianos que le ríen las gracias a quienes hablan de feminazis. Porque no terminamos de entender que el lenguaje nunca es inocente. Porque a veces da la sensación que nos molesta más lo que llamamos corrección política que el machismo, como si fuera dramático no poder hacer chistes de mujeres y no que éstas vivan tantas situaciones de desigualdad. 

Hay más razones, sin duda, para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Estas no son pocas. En cuestión de derechos, en la lucha por la igualdad real, sólo caben dos opciones: avanzar o retroceder. Es como remar contra corriente. O vamos hacia adelante, o damos marcha atrás. Y no podemos permitirnos dar marcha atrás, porque es una tarea que nos concierte a todos, porque somos una sociedad enferma que sigue albergando más machismo del que podemos tolerar, que es ninguna. 

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