El libro negro

Escribe Orhan Pamuk en El libro negro que "nada puede ser tan sorprendente como la vida, excepto la escritura". Después de leer esta hipnótica novela, este retorcido y encantador juego de espejos, cuesta no darle la razón al escritor turco, premio Nobel de Literatura el año 2006. Esta obra es lo contrario a un libro fácil de leer. Lo fía todo a la inteligencia del lector, con una trama embarullada en ocasiones, como un puzzle que va desperdigando las piezas a lo largo de sus páginas, inoculando el virus de la duda en el lector, jugando con él, llevándole de la mano por las calles de Estambul, haciéndole sentir la misma confusión que su protagonista, envolviéndolo en misterio. 

La vida de Galip cambia de forma brusca un día cuando desaparece su mujer, que también es su prima, Rüya. Su convivencia era agradable, se querían desde niños, pero de repente ella se va. Galip, un joven abogado, se dedica a buscarla, mientras camufla su desaparición a su familia, inventándose una indisposición de su esposa. Galip vive obsesionado con un familiar, Celâl, que es hermanastro de Rüya y un articulista reconocido. Él también ha desaparecido y, a medida que avanza la historia, Galip sospecha que su mujer y su familiar han escapado juntos. 


Comienza entonces la búsqueda, en un relato a dos voces. De un lado, las vivencias de Galip, recorriendo Estambul, que es un personaje más de la novela, volviendo a los sitios donde vivió con Rüya, intentando adivinar dónde puede estar Celâl y cuál es la razón de ambas desapariciones. Del otro lado, los artículos del propio Celàl, en las que entremezcla relatos ficticios con recuerdos de su familia (lo que provocó una enemistad abierta de éstos con el articulista) y con misteriosas tramas. Celâl está perdiendo la memoria y, de un tiempo a esta parte, desde que se le perdió la pista, el diario donde publican columna ha decidido rescatar artículos pasados. Galip los reconoce todos. Y no es el único. 

La esencia de la novela es la reflexión que plantea sobre la identidad. En torno a ello giran casi todos los artículos de Celâl y, en el juego de espejos que es esta portentosa novela, en torno a ello gira la trama del libro, que plantea más preguntas que certezas. Describe en términos precisos esta disyuntiva un barbero que se presenta en la redacción del periódico un día para hacerle a Celâl dos preguntas: "¿le cuesta trabajo ser usted mismo?" y "¿existe algún medio para ser solamente uno mismo?" La tesis que plantea la novela es clara: no, no existe modo alguno. Todos somos, en parte, imitaciones de otros. Todos moldeamos nuestra identidad en base a otros. A lo que ellos pensarán, o a lo que nos gusta o disgusta de los otros. A las personas que tenemos como modelos. A los referentes. A la presión social. 

Hay historias hermosas en torno a la identidad en el libro, como la que se narra sobre los maniquíes que, de repente, adoptan la apariencia de hombres y mujeres occidentales, que no tienen los mismos rasgos que los turcos, que pierden su identidad propia, o como esa sugerente idea de que los rostros tienen palabras, dicen muchas cosas de las personas. El cine, como forma de vivir la vida de otros, o de verse reflejado en la gran pantalla, también juega su papel en la construcción de la identidad. Hay una frase bellísima, no recuerdo a quién se la leí o escuché, que dice algo así como "no quiero contarte mis películas favoritas porque no quiero hablar de mí mismo". Y, en efecto, nuestros gustos en el cine dicen mucho de nosotros mismos. 

En El libro negro hay muchos pasajes memorables, en esa trama que se va enredando, en esas identidades que se alternan. Uno de los más bellos es este que habla del cine y su poder. "En los rostros de la multitud que salía del cine podía verse la paz de aquellos que han olvidado sus propias penas porque han tenido la posibilidad de sumergirse hasta el cuello en otra historia. Estaban tanto aquí, en esta calle miserable, como allí, en medio de aquella ficción en la que les hubiera gustado encontrarse en ese momento", leemos. La historia de Galip, que busca a su mujer y a su primo, a quien admira, a quien sigue y, en parte, imita, desde niño, se va desarrollando, siempre hilvanando una reflexión sobre la identidad, que es quizá el gran tema central de la literatura, que es lo mismo que decir que es el gran tema de la vida. Una novela fascinante que demuestra, sí, que "nada puede ser tan sorprendente como la vida, excepto la escritura". 

Comentarios