Placidez en el PP, guerra en Podemos

Este fin de semana celebran sus congresos el PP y Podemos. Sus estados de ánimo no pueden ser más diferentes. Placidez absoluta en el partido comandado por Mariano Rajoy, guerras intestinas que amenazan con destrozar a la formación morada, lo cual vuelve a demostrar cuánto verdad tenía Andreotti al afirmar que el poder desgasta a quien no lo tiene. Lo más esperpéntico de la coincidencia en fechas del calmado encuentro del PP y el iracundo congreso de Podemos (uno en la Caja Mágica y otro en una antigua plaza de toros, como anticipando ya la milagrosa calma imperante en unos y la batalla en los otros) es que fue la dirección de la formación morada la que decidió situar Vistalegre 2 estos días, para contrastar el debate sano de ideas de Podemos con la falta de pluralismo en el PP. Parece que no les va a salir demasiado bien la jugada, porque hay una diferencia entre los debates de ideas y las puñaladas traperas. 


Hace unos meses habría resultado inconcebible la calma casi absoluta en el PP en su congreso. Había dudas sobre su continuidad en el gobierno, dependía de pactos con otras formaciones, arte en el que el partido de Rajoy no estaba demasiado versado. Sin embargo, ahora es el PP el único partido español que no parece en proceso de derribo, lo cual tiene mérito teniendo en cuenta que no cesan los juicios y las nuevas revelaciones sobre escándalos de corrupción del partido. Escándalos a los que la sociedad parece haberse habituado y que, en todo caso, los partidos de la oposición sólo denuncian en sus ratos libres, entre puñalada y puñalada con sus compañeros, entre una batalla interna y la siguiente.

En el congreso del PP las únicas discrepancias aparentes en el congreso se centran en alguna que otra propuesta, como la relativa a la gestación subrogada, en la que entran en conflicto las dos almas del partido, la más conservadora y tradicional, de un lado, y la más abierta, por el otro. Y poco más. También hay dudas sobre la continuidad de María Dolores de Cospedal como secretaria general del partido, porque algunos miembros del PP piensan que concentra demasiados cargos (ministra de Defensa, diputada, líder del PP de Castilla la Mancha y secretaria general del partido). Pero está claro que Mariano Rajoy tomará la decisión que estime oportuna y nadie rechistará. 

Es cierto que confundir unidad con falta de ideas propias y de debates es un error. Si todos los miembros de un partido político piensan igual es que nadie piensa. Pero el PP asiste al espectáculo de sus rivales con un regocijo imposible de disimular. Podemos también celebra congreso este fin de semana. Y quien mejor ha descrito lo que está en juego en Vistalegre 2, el nivel de degradación al que ha llegado la lucha interna en la formación morada, es Santiago Alba Rico. El éxito sería que "no nos matemos", escribió. Y no parece fácil que se consiga.  

Iglesias no debe de verlo claro cuando a su amenaza de abandonar la secretaria general si no tiene el poder absoluto en la formación morada añade ahora su amenaza de abandonar el escaño del Congreso. Se confunde en Podemos un debate ideológico o estratégico, que también lo hay (escorarse a la izquierda o intentar ser una formación de mayoría), con una guerra sin cuartel entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Este último actúa como el que se ve desplazado en el círculo de confianza de un buen amigo. De pronto, pase de ser amigo íntimo a un conocido, uno más. Y duele, pero esto es política (que como dijo Woody Allen del sexo, sólo es sucia si se hace bien). Errejón reclama, sobre todo, volver a su posición de número dos. Cuando critica a la corriente de Iglesias no ataca al líder, sino a quienes lo rodean. Lo dicho, muy de patio de colegio, de pandillas en las que van cambiando los roles. 

En ese debate de fondo, en todo caso, parece más clara y comprensible, y también más acertada, la posición de Errejón. Parece claro que entre los muy cafeteros de Podemos, Iglesias sigue siendo el líder incuestionable. Por eso, el propio Errejón pide el voto para él como secretario general, no así para la lista del órgano de más poder en el partido. Quizá Iglesias convence más a los de dentro y Errejón, a los de fuera. Porque no se aprecia en este último la arrogancia, los tics autoritarios, la prepotencia y la aspereza del gran líder, el que quiere el poder total del partido. En esta pugna suicida en la que ha entrado Podemos todos han hecho declaraciones excesivas. Quizá la más ridícula hasta la fecha (escribo esto a las 10 del viernes 10 de febrero, y ahora mismo puede alguien en Podemos estar escribiendo un tuit pueril para atacar a un compañero) sea la crítica de Iglesias a la vestimenta de Errejón. Como suena. 

Y qué decir de los otros partidos. Ciudadanos ha acordado ahora entrar lo antes posible en los gobiernos que sostienen, básicamente, para no desaparecer ni seguir en la intrascendencia absoluta en la que ha entrado el partido de Albert Rivera en el Congreso, porque el PSOE ha ocupado su puesto de socio estratégico del PP. El PSOE sigue con sus líos. Susana Díaz, que no tiene entre sus virtudes políticas la valentía, sigue sin dar el paso adelante. Todos dan por hecho que se presentará a las primarias de la secretaría general. pero sigue esperando. Patxi López está en tierra de nadie y Pedro Sánchez no tiene nada que perder. La gestora, mientras, sobreactúa. Pacta en lo esencial con el PP, a cambio de colgarse alguna medalla social y de aparentar ser oposición feroz en asuntos como la charla de 15 minutos de Rajoy con Trump. Ahí pueden sobreactuar todo lo que quieran, donde no importa nada lo que digan o hagan los socialistas. Un terreno fácil de juego. El PP, mientras, en volandas, feliz, sin terminar de creer que tras años de recortes e innumerables escándalos de corrupción sean todos los demás partidos a su alrededor los que estén en horas bajas. 

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