Fahrenheit 451

Según publicaron varios medios hace unas semanas, las ventas de 1984, la novela distópica de George Orwell, se han disparado en Estados Unidos tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La peligrosa, por inexistente, relación del nuevo presidente estadounidense con la verdad, su neolengua y sus tics autoritarios han llevado a muchos ciudadanos a buscar en la literatura un relato sobre cómo pueden degenerar los gobiernos. Es cierto que las ventas de la obra de Orwell ya podrían haber aumentado hace años, cuando se supo que el gobierno de Estados Unidos vigilaba de forma masiva a ciudadanos de todo el mundo, emulando el Gran Hermano, ese ojo que todo lo ve y lo controla. 

La literatura tiene la virtud de ayudar a reflexionar sobre el presente. Y, para ello, a veces tiene que fabular un futuro espantoso, asfixiante, insoportable. Se dice, con mucho acierto, que no se valora del todo lo que se tiene hasta que se pierde. Por eso, las novelas distópicas son tan poderosas, porque imaginan un futuro en el que se han perdido valores que consideramos intocables en nuestra sociedad. Es el caso también de Fahrenheit 451, otro de los clásicos del género distópico, escrito por Ray Bradbury


El título del libro, publicado en 1953 (cuatro años después de 1984), alude a la temperatura a la que arde el papel de los libros. El autor idea una sociedad en la que los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan. Todas las casas son ignífugas, están preparadas que no se produzcan fuegos. Es el cuerpo de bomberos el que acude a las casas donde hay libros, para arderlos. Porque la gente tiene que ser feliz y no darle vueltas a la cabeza, y el modo que encuentran las autoridades para ello es quemar la literatura, los libros que hacen pensar, los que invitan a la reflexión y la autocrítica, los que enseñan el pasado, para no cometer los mismos errores en el futuro. 

El protagonista de la novela es Montag, miembro del cuerpo de bomberos. Quema los libros, hace su trabajo, pero no es como los demás. Tiene una sensibilidad especial y se hace preguntas. Al comienzo de la obra se le ve charlando con una joven, Clarisse, que pasea, que le hace apreciar la naturaleza, cada mínimo detalle. Una chica que vive con ligereza, que provoca a los demás, porque en esa sociedad el pensamiento crítico y las actitudes no convencionales son consideradas provocaciones. Es ella la que le plantea preguntas a Montag, y le descompone. Sobre todo, una, "¿es usted feliz?" Otra protagonista de la novela es Mildred, la mujer del bombero, convencida, ella sí, de la sensación de plenitud y felicidad facilitada por el Estado, sin libros incómodos de por medio. 

Pero Montag quiere saber más, quiere leer. Oculta algunos libros que roba en los incendios provocados en su trabajo. Y queda prendado de las frases que lee. Algunas no las entiende. Pero le atrapan. Y sabe que algo encierran. "Tú no estabas allí, tú no lo viste. Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos ni imaginar para que una mujer sea capaz de permanecer en una casa que arde. Tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada", le explica Montag a su esposa en un pasaje de la novela. 

A veces, el mejor modo de pensar sobre el presente es idear futuros indeseables. Por ejemplo, futuros que den la espalda a la cultura, tan parecidos a ciertos presentes. Entre otras razones, la cultura ayuda a conocer el pasado y a armase mejor ante lo que está por venir. "Conocemos todas las barbaridades que hemos llevado a cabo durante miles de año, y mientras recordemos eso y lo conservemos donde podemos verlo, algún día dejaremos de levantar esas malditas piras funerarias y de arrojarnos a ellas. En cada generación, habrá más gente que recuerde", leemos. La confianza en el poder de la literatura, en su necesidad. El futuro que fabula Bradbury es, claro, exagerado e impensable. Pero a lo largo de la historia ha habido listas de libros prohibidos y hogueras de palabras escritas que dañaban al poder. Y vivimos en un país en el que el 40% de las personas no ha abierto un libro en el último año. 

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