El humor de Woody Allen

A sus 81 años, Woody Allen sigue estrenando películas a un ritmo anual y, aunque en sus últimos trabajos va con el piloto automático puesto y nada suena del todo nuevo, sigue despertando la admiración incondicional de su legión de seguidores. Entre otras razones, porque esas películas menores de su filmografía están muy por encima de la media de lo que se ve en el cine. Personalmente, devoro todo lo que cae en mis manos sobre el genial cineasta neoyorquino. Artículos, ensayos, entrevistas, biografías, libros... Por eso, he disfrutado mucho de El humor de Woody Allen, escrito por Adolfo Pérez y publicado por Ediciones Masters

No habrá muchos detalles en el libro que desconozcan los fans de Woody Allen. Pero no importa. Uno podría recrearse una y mil veces en sus frases, en sus ideas disparatadas, en los argumentos geniales de sus filmes. No es esta una obra trascendental, ni que cambie la visión sobre Allen ni que abra nuevos horizontes sobre su trabajo como director. Se podría decir, incluso, que no aporta nada nuevo. Pero no importa. Uno lo disfruta. Como dijo el propio cineasta sobre el sexo sin amor, puede que sea una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es una de las mejores. Lo mismo podría decir de todo lo que se escribe sobre el genial autor de Annie Hall, Manhattan, Match Point o Midnight in Paris


La obra está estructurada en tres partes. La primera se dedica a recordar la biografía de Allen, hijo de padres judíos en Nueva York. Relata sus comienzos, enviando chistes y monólogos a revistas. Su ingenio cautivó pronto a productores, llegó a los oídos adecuados. Desde bien pronto, Woody Allen (cuyo auténtico nombre es Allan Stewart Königsberg) gozó de libertad absoluta para rodar sus películas. Desconocía algunas de sus obras iniciales, como esa loca idea de poner voces a una película dramática japonesa para convertirla en una comedia, como en los programas de humor de televisión, en los que se juega con el doblaje. El número uno (1966) es, según el autor de esta obra, una película olvidable, pero uno queda con ganas de disfrutar del engendro. Igual que Casino Royale (1967), una parodia de las cintas de James Bond en la que Allen da vida a un sobrino del agente secreto 007 que se dedica a asesinar a todos los que son más altos que él. 

La personalidad de Allen, introvertido, excéntrico, cómodo en el rodaje (se repite aquí su idea de que rodar planos secuencias largos es sólo por comodidad, no porque sea su estilo), verborreico e hiperactivo (cuenta que escribe todos los días de su vida y que nunca dejará de hacerlo, guardando ideas para nuevos guiones en un cajón), inseguro, autocrítico, irónico, nada amigo de las ceremonias de premios (prefirió seguir tocando jazz con su banda que acudir a los Oscar en los que se le encumbró por Annie Hall), hipocondríaco... En el libro se recogen declaraciones del director neyorquino en la que pretende desmontar que los protagonistas de sus filmes no son alter egos de él mismo. Que él no es tan divertido ni excesivo en la vida real. 

Después, en la segunda parte del libro, se recogen las fichas y un breve comentario de todas sus películas, desde el inicio hasta Match Point, entiendo que porque se editó ese año, en 2005, esta obra. Allen ha seguido produciendo obras, algunas menores, pero otras inmensas desde año, como la genial Midnight in Paris. Para todo amante de la obra de Allen, tener una obra como esta, que recopila todos los trabajo del director desde sus inicios, es imprescindible, un libro de consultas al que se volverá una y otra vez, para comprobar qué película rodó el genio cada año. Un libro que he disfrutado mucho, yo que no soy nada mitómano, pero para mí Allen es lo más parecido a un mito, a una leyenda viva del cine. En la parte final se recogen frases míticas del director neoyorquino y extractos de entrevistas con él. Lo dicho, un libro que disfrutarán todos los amantes del cine de Allen y con el que también, por qué no, podrán descubrir su genialidad quienes no se hayan acercado a su ingente y genial obra. 

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