Autopistas marca España

Así que el liberalismo era esto. Construir unas autopistas de peaje en busca de negocio, pero asegurarse de que, si sale mal, papá Estado acudirá al rescate. Libertad económica, libre mercado, sí, pero con el cinturón de seguridad de las arcas públicas, por si las moscas. Íñigo de la Serna, ministro de Fomento, reconoció esta semana que el Estado tendrá que hacerse cargo de las autopistas de peaje en quiebra, lo que podría suponer un coste para todos los contribuyentes de más de 5.000 millones de euros. Acabáramos. La intervención del Estado en la economía está mal, salvo cuando es para auxiliar a empresas con un negocio ruinoso. El pensamiento único del libre mercado es el correcto, por supuestísimo, todo lo que se salga de ese estrecho camino es el caos, la destrucción masiva, una idea diabólica, pero sólo cuando el negocio está asegurado: si hay beneficios, a la hucha de la empresa; si hay pérdidas, que se las coma el Estado. Fastuoso. 


Podría parecer este escándalo un caso aislado. Una decisión errónea, o negligente, o algo peor incluso, de José María Aznar y Francisco Álvarez Casos en su tiempo, que incluyeron en los contratos de cesión de la explotación de estas autopistas de peaje una cláusula llamada de "responsabilidad patrimonial de la Administración". Se podría traducir como la cláusula "somos idiotas" o "nos reiremos en la cara de los contribuyentes si al final esto de las autopistas de peaje no funciona como esperamos". Pero no es un caso aislado. Representa bien el cinismo de tantos autoproclamandos liberales y, desde luego, la forma chabacana de proceder de las administraciones públicas en sus contratos con grandes constructoras en España

La lista de empresas, cuyos responsables acostumbran a dar lecciones de las bondades del liberalismo, socorridas por el Estado con el dinero de todos los españoles es amplia: Abertis, Sacyr, Bankia, Acciona, ACS, FCC, Citi, Kutxabank, Abanca, Liberbank, Banco Espírito Santo... Todos ellos hacen negocios, pero con la cobertura del Estado. Liberales sí, pero no tontos. Si podemos asegurarnos de que el Estado saldrá en nuestra ayuda si no cogen las radiales ni los mosquitos, para qué aplicar en la práctica lo que tan insistentemente pregonamos en la teoría, las bondades del sistema económico actual, lo necesaria que es la libertad de mercado, la libre competencia, la ausencia de intervención del Estado... Eso está muy bien, pero quiero mi dinero.  

Esta noticia sirve para constatar, una vez más, cuán ficticio es ese relato de un modelo económico autoregulado, que funciona correctamente, con la libre competencia entre empresas. En España impera aún un capitalismo de amiguetes. Ha vuelto a quedar claro con el escándalo de las autopistas en quiebra. Quedó de manifiesto también con la indemnización multimillonaria del Estado a ACS por el Proyecto Castor. Los responsables de estas empresas son los mismos que dan lecciones, que después alertan del riesgo de los populismos, que defienden (¡cómo no!) que nada cambie en la política española, que se apresuran a decir lo que está bien y lo que no, que sostienen las inmensas bendiciones del capitalismo, que censuran cualquier intervención pública en la economía, salvo que sea para ayudarles, para que paguemos todos los contribuyentes sus negocios quebrados. 

Resulta además que casi todas las grandes constructoras españolas han estado salpicadas por escándalos de supuestas comisiones irregulares, de corrupción. Contratistas del Estado que hacen negocios ultracómodos para ellas, como esta cláusula de rescate en las autopistas de peaje. Volverán, no lo dudemos, a contar las excelencias de la gestión privada frente a la pública, a cacarear el pensamiento económico único. Pero después, cuando venga mal dadas, vayan preparando la cartera para rescatar a estos insignes empresarios españoles, ejemplos pulcros de liberalismo

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