Abre Gran Vía

Teniendo en cuenta que la vestimenta de los Reyes Magos en la última cabalgata de Madrid hizo correr ríos de tinta, no debería extrañarnos que la polémica sobre las restricciones al tráfico en la Gran Vía de la capital se presente como el gran drama de la humanidad en el siglo XXI. El Ayuntamiento de Madrid ha decidido abrir parcialmente a los peatones (es decir, todos los madrileños, incluidos los que parecen necesitar ir en coche a la vuelta de la esquina) este espacio. Y la oposición al Consistorio se ha apresurado a anticipar, e incluso fabular, grandes desgracias, atascos colosales (como si nunca hubiera tráfico en Navidad en Madrid) y desastres de todo tipo. Uno diría, viendo ciertas críticas, que si Carmena salvara la vida a un niño no faltarían quienes alertarían del gran error que acababa de cometer la alcaldesa, porque vete tú a saber las atrocidades que cometerá ese chaval de mayor. 


El debate es bastante hilarante y refuerza mucho su tono cómico que la abanderada de las críticas a la apertura parcial para los peatones de la Gran Vía sea Esperanza Aguirre, quien quizá añora los tiempos en los que podía aparcar en el carril bus en esa misma calle, para retirar dinero del cajero. Esos días de vino y rosas que la política del PP terminaba arrollando motos de guardias de movilidad que estaban "malísimamente aparcadas". Qué tiempos aquellos. 

Creo que esta medida es la mejor que ha tomado el Ayuntamiento de Madrid en muchos años. En los argumentos, por decir algo, de quienes atacan la decisión veo una mezcla de sectarismo político (al rival, ni agua) y de cerrilismo de quienes piensan de verdad que la única forma de moverse por la ciudad es en coche. Soy de Madrid y adoro esta ciudad. Estoy acostumbrado a las aglomeraciones, intrínsecas en toda gran urbe. No me agobio con facilidad cuando hay mucha gente a mi alrededor. Sólo recuerdo dos momentos de bloqueo físico, ambos en el centro. El primero, en el puente de la Constitución de hace un par de años. Por estos días vienen muchos turistas a Madrid que, sumados a los que ya estamos aquí, van, lógicamente, al centro, a hacer las primeras compras de Navidad, ver las luces, disfrutar del cine o el teatro... Por Gran Vía me quedé un par de minutos totalmente bloqueado. Ni para adelante ni para atrás se podía ir. Agobio absoluto. Atestada de gente. El sábado pasado, también puente de la Constitución, volví al lugar del crimen, sólo que esta vez pude caminar holgadamente por Gran Vía. Había la misma gente, pero mucho más espacio para poder disfrutar de la ciudad a pie. Maravilloso. 

El otro instante de agobio que recuerdo es más lejano en el tiempo, mi infancia, un domingo de Navidad, intentando llegar a la Plaza Mayor. Recuerdo la hilera de coches detenidos ante un paso de cebra y el río incesante de personas que cruzaban en ambas direcciones cerca de Sol. Entonces pensé dos cosas: a quién se le ocurre meter el coche al centro en estos días y, sobre todo, a qué hora podrá llegar a su destino ese buen hombre que está detenido en su coche desde hace un buen rato. Vivo en Madrid desde que nací y desde que tengo memoria recuerdo perfectamente escuchar, y después afirmar, que tiene poco sentido ir en coche al centro en Navidad (y casi en cualquier otra época del año). Tengo amigos y familiares con coche que cuando van al centro lo hacen en Metro o Cercanías y dejan su automóvil, lo juro, aparcado. Lo extraño es que ahora veo surgir como setas tras la lluvia a madrileños que no saben vivir sin su coche y que parecen incluso desconocer la existencia del transporte público. 

Muchas de las críticas a la medida del Ayuntamiento de Madrid son desternillantes. Esta mañana, por ejemplo, he escuchado a un comerciante del centro afirmar en la radio que ha recibido muchas anulaciones de reservas para estos días. "La gente no sabe cómo llegar al centro", afirmaba, aparentemente muy serio, este señor. Aunque no lo conciban, existen vías. De hecho, son medios de transporte muy usados por sus conciudadanos. Y no nos pasa nada, aquí seguimos, por coger el Metro a diario. Hay Metro, que a pesar de los recortes sufridos en los años de la crisis sigue prestando un servicio más que aceptable, y desde luego mejor que la mayoría de las grandes capitales europeas. Está también el tren, con Cercanías. Hay multitud de paradas cerca del centro. En Madrid hay pocos lugares mal conectados, pero es cierto que alguno queda. Desde luego, ese no es el centro, la zona donde aquel buen señor dice haber recibido un aluvión de anulaciones de reservas porque la gente no sabe cómo ir si no es en coche. No existe punto alguno de la ciudad que no esté conectado a través de uno o varios medios de transporte público con el centro. Deberían probar. No es tan horrible como deben de imaginar. 

Por no hablar de la contaminación. Sí, los coches contaminan y el transporte público es un medio mucho más sostenible, por lo que no sólo no es disparatado, sino que resulta necesario que las administraciones públicas apuesten por este último y recorten espacio al transporte privado. Así debe ser. Lo único que se puede (y debe) achacar al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid es que deberían reforzar más las líneas de Metro y Cercanías estos días. Pero, insisto, nadie se muere por coger el transporte público, mientras que muchas personas fallecen al año por efecto de la extrema contaminación a la que estamos sometidos en Madrid. 

Otra crítica divertida es esa que dice que, como Gran Vía pasa a ser casi peatonal estos días, los comerciantes van a ver reducidas sus ventas. Quizá, qué locura, es justo al contrario. Si la gente puede ir andando al lado del comercio, comprará más. Es de cajón. Lo asombroso es que, cuando salimos de turismo, elogiamos unánimemente aquellas ciudades cuyo centro es totalmente peatonal, pero después en nuestra ciudad nos cortocircuitamos porque el Ayuntamiento dé pasos para recuperar la ciudad para el peatón que, insisto, son todos los madrileños, los que tienen coche y los que no. Es decir, por la Gran Vía peatonal pueden ir todas las personas. En coche por Gran Vía, sólo quienes tengan coche o moto, o cojan un taxi. Parece bastante elemental, pero no está de más recordarlo: las calles peatonales las puede disfrutar todo el mundo, también quienes no se despegan de su coche ni a tiros. 

Estos días, la cuenta de Twitter Eco Movilidad (@ecomovilidad.net) tiraba de hemeroteca, rescatando informaciones realmente interesantes de la seción local de ABC. 1969, un articulista explica que un señor venido de Buenos Aires compara Preciados con la calle Florida de su ciudad, aunque considera una pena que "el tráfico continuo le reste el encanto". El periodista responde "aquí, señor mío, se ha intentado, pero son los comerciantes los que se oponen". Siguiente recorte de prensa, Enero de 1968. Ojo: "como el experimento ya está hecho y se había prometido reestablecer la circulación rodada por las calles céntricas cerradas al tráfico durante la Navidad, se reanudará éste, ya que algunos comerciantes se quejaron de que bajaban sus ventas". 1978, han pasado 10 años y la historia ha cambiado. "Las reacciones de los comerciantes contra las calles peatonales surgieron desde el momento en que se anunció esta decisión municipal. Los primeros en protestar fueron los de las calles Preciados y Carmen, que hoy están plenamente satisfechos con la medida. Les ha reportado grandes beneficios, ya que en la zona están instalados dos grandes almacenes que actúan como foco de atracción". Sí, qué gran locura, las calles peatonales, ¡atraen peatones! Increíble. Quién lo hubiera imaginado. En 1978, pues los comerciantes de Preciados, inicialmente críticos con el cierre al tráfico, festejan la medida. Hoy, no hace falta recordarlo, Preciados es la calle comercial más cara de España

También es divertida la crítica que dice que con esta medida se expulsa a la gente del centro, porque al no poder acceder en coche, la gente ya no sabe cómo acudir allí, en detrimento de los centros comerciales de las afueras. Juro que he escuchado a un comerciante decir que hay un "contubernio", tal cual, del Ayuntamiento de Madrid y las grandes marcas presentes en los centros comerciales periféricos. No termino de ver el centro de Madrid vacío de gente. E incluso, qué cosas, juraría que cuando he paseado por allí estos días los restaurantes estaban llenos, la gente iba con bolsas por la calle y los comercios, salvo que todas esas personas fueran figurantes, estaban más bien repletos. También estoy bastante seguro de que intenté reservar en dos restaurantes para el pasado fin de semana con varios días de adelanto y estaba todo ocupado. Quizá el contubernio llega hasta esos extremos, pero yo diría que no les va a venir mal a los comerciantes esta medida. Y, sobre todo, diría que le va a venir bien a todos los madrileños. Alguno incluso quizá descubra el Metro en esta dulce y peatonal Navidad. 

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