Zapata, absuelto

No sé si me sorprende demasiado que la absolución a Guillermo Zapata por sus tuit ofensivos a Irene Villa ocupe mucho menos espacio en los medios que el rescate de esos mensajes y su imputación. Lo cierto es que, un año y cinco meses después, la Audencia Nacional ha decidido lo que era obvio desde un primer momento: que un chiste de mal gusto es exactamente eso, y nada más. Desde luego, no un delito de ofensa a las víctimas de terrorismo. De repente, nos damos cuenta de que una actitud repugnante, de mal gusto, ofensiva y falta de sensibilidad y educación puede ser todo eso sin ser un delito. Algo que, al parecer, cuesta entender en España, visto cómo se detiene y denuncia a unos titiriteros por sus obras de ficción. 


La Justicia determina, como digo, que los chistes macabros de Zapata, al margen de su evidente mal gusto, no suponen un delito. Esto no convierte al concejal de Ahora Madrid en el ser más sensible del mundo, pero tampoco en un delincuente. Es fácil. No todo lo que nos desagrada o nos disgusta es delito. Porque si no, las cárceles no tendrían capacidad para acoger a tanta gente. Es algo bastanter obvio. La Audiencia Nacional establece en su sentencia que no hay delito de humillación a las víctimas de terrorismo por los chistes sobre Irene Villa, que la propia víctima del terrorismo perdonó al político y ante los que dijo no sentirse ofendida. 

"Es objetivamente una derivación de humor macabro, que se sustenta en toda clase de ofendidos por hechos delictivos sean o no de naturaleza terrorista", se lee en la sentencia, que absuelve definitivamente a Zapata de este largo y surrealista proceso judicial, que tuvo desde sus inicios más intereses puramente partidistas que la intención de reparar a las víctimas del terrorismo de una ofensa. 

Como es evidente, los mensajes de Zapata en Twitter, hace muchos años y rescatados sólo cuando fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Madrid, no son ejemplo de nada. De nada bueno, quiero decir. Es cierto que no los soltó así, sino que debatía en la red social sobre los límites del humor negro. En todo caso, son comentarios zafios, de muy mal gusto, que se ríen de personas que han sufrido el terrorismo, o han sido asesinadas, como Marta del Castillo. Son tuits desagradables, que jamás compartiríamos ni defenderemos. Obscenos. Innecesarios. Muy dolorosos. Desagradables. Pero resulta que lo obsceno, innecesario, doloroso y desagradable no es necesariamente delito. 

La absolución a Zapata es una buena noticia en un Estado de Derecho, porque lo contrario habría sido una forma preocupante de retorcer la ley. Ya es dudoso que la Audiencia Nacional, recodemos, un tribunal encargado de delitos de especial gravedad, como los de terrorismo, haya dedicado varios meses a debatir sobre la presunta actividad delictiva de unos chistes. Macabros, sí, pero chistes, al fin. Como recuerdan hoy varios medios, la insistencia en juzgar a Zapata por sus tuits ha costado a la Justicia 100.000 euros, por este año y cinco meses de dedicación a un caso cuya resolución parecía bastante evidente desde sus inicios. Hasta en tres ocasiones se levantó el archivo del caso, incluso, con la Fiscalía en contra. 

Junto al caso delos titiriteros, que fueron acusados de enaltecimiento del terrorismo por una pancarta que un personaje de una obra de ficción sostenía (sí, así de burdo), este proceso contra Zapata alerta sobre la forma estrecha que parte de la sociedad tiene de entender la libertad de expresión. Ambos casos recuerdan algo que debería ser obvio: lo que nos disgusta, por repugnante que nos resulte, no siempre es delito.

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