Rufián y la incoherencia

Gabriel Rufián es quizá el diputado al que más le gusta escucharse de todo el Congreso, lo cual tiene su mérito en una Cámara en la que están presentes Albert Rivera y Pablo Iglesias. El diputado de ERC dedicó su intervención en el pleno del sábado, en el que el PSOE hizo presidente a Mariano Rajoy con su abstención, para afearles a los socialistas su voto. No es Rufíán la única persona que considera un suicidio para el PSOE dar su apoyo al PP. Y es legítimo que defienda esa opinión o cualquiera que tenga, y que lo haga del modo que considere más adecuado, naturalmente. Pero su discurso fue un ejemplo, a la vez, de falta del más elemental respeto al contrincante político, de cómo embarrar un debate a conciencia, de la proverbial división de la izquierda y de cinismo. Sobre todo de cinismo.

No está precisamente solo Rufián en las críticas a la operación que desalojó a Pedro Sánchez de la dirección del PSOE, con la única finalidad de permitir gobernar a Rajoy. Opina el diputado catalán que muchos militantes y votantes socialistas se sienten defraudados por la decisión de su partido. Ve detrás del movimiento interno del PSOE las manos de Susana Díaz y de Felipe González. Considera que los socialistas lo tienen difícil para reconciliarse con esos votantes de izquierdas que confiaron en ellos y ven ahora cómo sus votos sirven para mantener a Rajoy en la Moncloa. En fin. No es un análisis particularmente original. Y tampoco descabellado. Más discutible resulta el tono empleado, de mofa, de desprecio absoluto. 

Llamó "cacique" a Susana Díaz. Recordó la cal viva de los GAL ("ustedes dan una de cal y otra de arena") en el primer minuto de intervención. Saludó a Albert Rivera como "Maese Cuñado Rivera". Rebautizó Ciudadanos como el "Frente Nacional Naranja". No fue particularmente conciliador. Con todo, es respetable que Rufíán se dirigía al resto de diputados como quiera. Fue muy duro en sus palabras y puede serlo tanto como desee. Pero no aportan nada intervenciones así. Son ese tipo de discursos de brocha gorda que alientan el desprecio al otro, exactamente igual que hablar de "delincuentes potenciales" mirando a la bancada popular, o que acusar a Podemos de financiarse de dictaduras o ser amigos de terroristas. Rufían no es el único político amigo de las hipérboles y de los discursos despreciativos, desde luego. Pero las opiniones se pueden expresar de otro modo. Ayudaría a elevar el debate político.

En cualquier caso, lo relevante de la intervención del diputado de ERC no es lo que dijo (con lo que, insisto, muchos votantes de izquierda estarán de acuerdo), ni siquiera cómo dijo, sino desde dónde habla Rufián. Lo hace desde un partido proclamado de izquierdas que da el gobierno a la derecha en Cataluña, eso mismo que ayer el diputado catalán echaba en cara al PSOE. Es irónico que sea él, que sostiene al partido del 3%, de los Pujol y de las sedes embargadas, quien hable de traiciones a la causa izquierdistas. CiU fue uno de los partidos políticos que con más saña aplicó severos recortes sociales en España. Los sucesivos gobiernos convergentes no se han caracterizado por una labor social (no por ningún acción salvo el monotema soberanista). CiU es abanderado de los escándalos de corrupción, tanto que su padre fundador confesó haber defraudado a Hacienda, y que ha tenido que cambiarde de nombre porque sus siglas estaban intoxicadas. 

Cuesta entender que sea Rufíán quien hable de incoherencias de otros. No porque no lo sean, sino porque, como en aquel dicho bíblico, ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Sólo así puede explicarse que de verdad se crea legitimado para denunciar al PSOE como traidor a la izquierda cuando su formación mantiene en Cataluña al muy conservador partido de la burguesía catalana, de las comisiones bajo cuerda y las sedes embargadas. La podredumbre de PP y CiU son muy similares, así como el giro de ERC y su incoherencia ideológica es idéntica a la del PSOE. Se parece todo demasiado como para que Rufíán pueda andar leyendo la cartilla. No él. Resulta demasiado cínico.

Argumentará que la unión entre ERC y CiU se debe al apoyo común a un bien superior, la independencia de Cataluña. Un proyecto que le permite apoyar al rival político, respaldar políticas conservadoras y olvidar los asuntillos de corrupción que afectan al partido de Pujol, el 3%, el caso Palau y un largo etcétera. Pero resulta que el PSOE también dice tomar la decisión de abstenerse por un bien superior. España, la gobernabilidad, evitar terceras elecciones y demás. ¿Suena incoherente que, por el bien de España, el PSOE apoye a quien no considera un buen presidente para España? Sin duda. Pero exactamente igual que el hecho de que ERC, un partido de izquierdas, republicano y anticapitalista apoye a CiU. No es de esperar que de la abstención socialista, que da vía libre al PP para gobernar, se obtengan grandes medidas regeneracionistas. Igual que no resulta convincente que CiU pueda encabezar una nueva república catalana que sea un dechado de virtudes, un paraíso en la tierra. El error de Rufíán no son sus opiniones, ni su tono, ni ese de actor sobreactuado, sino su incoherencia. Denuncia en el PSOE lo mismo que ERC lleva haciendo años en Cataluña. Y mientras, sí, los votantes de izquierdas siguen estupefactos por la creciente división entre los partidos que en teoría comparten unos valores y una forma de ver el mundo distinta a la imperante, para mayor júbilo de esa derecha que Rufián detesta en Madrid pero con la que vota en Cataluña.

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