Los CIE y la dignidad

"Libertad" y "dignidad" pedían las personas subidas a la azotea del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, en lo que, quizá con cierta ligereza, se tachó de motín. Eran, en realidad, una treintena de seres humanos protestando por ser tratados como delincuentes, cuando no han cometido ningún delito. Decía Confucio que "cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo". Y me temo que, tras esta protesta en el muy cuestionado CIE de Aluche por parte de ONG desde hace tiempo, haya ocurrido esto. Se ha tratado como un problema de orden público, pasando muy de puntillas, salvo algunas excepciones, por el problema de fondo, que son las carencias básicas de los seres humanos encerrados como delincuentes en esos centros por no tener papeles. 

Al parecer, la movilización de recursos policiales para contener a 12 ultras del Legia, equipo que se enfrentaba al Madrid en partido de Champions, facilitó en parte la revuelta de estas personas. Por cierto, los hinchas del Legia eran todos ellos muy occidentales y tenían sus papeles perfectamente en regla. Pero, eso sí, nos centramos en las personas que huyeron de sus países, de la guerra y la miseria, buscando una vida mejor en Europa. Y no en los que viven en Europa y, con su pasaporte en regla, provocan altercados graves. Pero es fútbol. Son los problemillas del primer mundo. Curioso contraste entre la salvajada violenta de estos tipos y las protestas reclamando un trato digno de las personas internadas en el CIE.

No hay asistencia médica permanente en el CIE de Aluche, como en tantos otros. Además, hay personas dentro que podrían ser refugiados, y por tanto, no deberían estar ahí. Moralmente, el trato a todas las personas que escapan de sus países debería ser igual. Pero legalmente, cuando uno de estos seres humanos escapa de un conflicto armado, el Derecho internacional obliga a España (y al resto de países) a ofrecerle acogerse al derecho de asilo. Y hay varias ONG que denuncian que no se está cumpliendo la ley con algunas de estas personas. 

Y, dejando a un lado esta diferencia entre inmigrante y refugiado, seres humanos vulnerables que se han visto forzados a abandonar su país en todos los casos, lo que importa es el trato en los CIE, que deja mucho que desear. La propia existencia de estos centros, que son como cárceles de personas que no han cometido delito ni, por tanto, tienen condena alguna, está en cuestión. Las personas internadas en el CIE, insisto, sin haber cometido delito alguno, viven en celdas, bajo estrictas medidas de vigilancia y privados de su libertad, hasta que sean expulsados a sus países, esos de los que escaparon porque no tenían posibilidad de buscarse la vida allí, empujados por la miseria y atraídos por una idea de Europa como tierra de oportunidades que no existe. 

Las personas internadas en los CIE están allí entre 24 y 40 días. Es dudoso que se cumplan sus derechos como seres humanos. Y es necesario que se abra un debate sobre cómo funcionan estos centros y sobre cuál es su función. Las ONG piden alternativas menos lesivas para estas personas, más dignas. 

El domingo pasado, La Sexta emitió el documental Astral, con el que Salvados comenzó su temporada. Gracias al programa de Jordi Évole asistimos al ejemplar compromiso de la ONG de ayuda a los refugiados Proactiva Open Arms. Es un programa durísimo y las escenas más impactantes son aquellas en las que los activistas de la ONG rescatan a seres humanos en lanchas atestadas bajo el grito de "bienvenidos a Europa". Pero no es la Europa que ellos esperan. El único trato humano y digno que recibirán será el de las ONG. Después, esa mujer que dice "esperar mucho de Europa" o aquel joven que habla de su talento y de la necesidad de encontrar una oportunidad para trabajar y ganarse la vida, serán trasladados a CIE como el de Aluche. O, con suerte, a centros con un trato algo más digno. O expulsados después a Turquía, cumpliendo así el bochornoso tratado de la UE con el país de Erdogan para externalizar el tratamiento de este drama humanitario. Europa mira hacia otro lado. Europa llama motín a una protesta de personas que piden ser tratadas con dignidad. Europa está fallando en su respuesta a este drama, y España con ella. 

Comentarios