El PSOE se descompone

Pedro Sánchez tiene muchas papeletas para ser uno de los secretarios generales más efímeros de la historia del PSOE, pero también va camino de convertirse en el más asediado mañana, tarde y noche por barones y medios. A eso suma el hecho de que es el líder con el que los socialistas encadenan mínimos históricos tras cada cita con las urnas, las últimas, en Galicia y el País Vasco. Eso sí, hay quien parece autoengañarse pensando que el problema del PSOE es Pedro Sánchez. Sería relativamente sencillo, en ese caso, para el partido centenario salir de su embrollo actual. Pero no es así ni mucho menos. Que el empecinamiento de Sánchez se vuelve cada día un poco más insostenible es cierto, pero no lo es menos que el PSOE lleva desangrándose en las elecciones mucho más tiempo del que lleva Sánchez al frente del partido, y que lo hace a su izquierda, de lo que cabe deducir que un apoyo al PP para que gobierno no atraerá precisamente a aquellos votantes que han perdido en masa los últimos años. Más parece que el PSOE se ha desdibujado como opción para millones de votantes de izquierdas, como alternativa de gobierno al PP. Tal vez el modo más adecuado de hacerlo sea rearmarse en la oposición, algo a lo que el líder socialista se niega, pero desde luego mimetizarse con el PP, como parecen sugerir algunos barones, es directamente un suicidio político. 


Se aferra Sánchez a la imagen de resistente, de quien soporta por igual presiones internas y externas. Pero se olvida de que cuenta con el apoyo de las bases, por esa cerrazón absoluta a permitir un gobierno del PP, pero está perdiendo votantes, aunque no me atrevería a decir que sea por esa postura, sino más bien por el surgimiento de un partido a su izquierda. Sánchez y los barones críticos están más centrados en sus batallas de poder que en el interés general. El secretario general del PSOE, lejos de tomar nota del pésimo resultado de las elecciones gallegas y vascas, decidió ayer seguir huyendo hacia adelante. Cuanto más pasa el tiempo mayor es su órdago. A mayores amenazas a su supervivencia política, mayor es su apuesta. Si no estuviéramos en un país abocado a unas terceres elecciones y saturado de politiqueo barato, si no habláramos de uno de los dos grandes partidos, muy relevante en la historia reciente de España, diríamos que asistimos a un duelo político muy entretenido, como de una serie televisiva con giros de guión asombrosos.  

Sánchez ha decidido pasar de puntillas por el análisis de los resultados. Y ahí reside la debilidad de su posición, mucho más que en las ansias de poder de algunos barones. No se trata de que la única opción razonable y sensata para un partido que se dice de izquierdas sea facilitar el gobierno del PP, como se presenta de forma tan unánime en la opinión pública. Es que Sánchez cosechó los peores resultados de la historia del PSOE en diciembre y volvió a hundirse aún más en junio. Y sólo por eso, no por negarse, legítimamente, a permitir a Rajoy seguir gobernando, debería estar en su casa hace mucho tiempo. 

El líder del PSOE ha decidido convocar un congreso y unas primarias. Busca explicitar la sideral distancia entre las bases socialistas, que mayoritariamente no quieren ir con el PP ni a comprar pipas, y los barones, quienes a pesar de estar gobernando en muchas regiones con Podemos, sostienen que el PSOE debe ir a la oposición y dejar gobernar al PP. El escenario político de Sánchez es complejo y cuenta poco con España. Por mucho que diga, y por acreditada que tenga su capacidad para prolongar su agonía, para seguir andando aunque ya sea un cadáver político, no parece demasiado creíble que, con una semana de diferencia entre la consulta a las bases del PSOE y el límite para convocar terceras elecciones, él, un líder enormemente discutido en su propio partido, consiga formar un gobierno alternativo al del PP. 

Además, los números no suman. Ciudadanos jamás votará sí a un gobierno de la mano de Podemos. Y la capacidad de entendimiento entre Podemos y el PSOE es limitada, pero además, resultaría insuficiente un acuerdo entre ambas fuerzas, la mayoritaria de la izquierda muy venida a menos y en proceso de descomposición y la que le está comiendo terreno a pasos agigantados. Sólo quedaría la opción, muy remota, de alcanzar un acuerdo con los partidos nacionalistas, como el que alcanzó, por cierto, el PP para hacer presidenta del Congreso a Ana Pastor. Sánchez sólo mira por su supervivencia política, igual que los barones sólo miran por sus espacios de poder. No es un debate ideológico ni teórico, es una simple lucha de poder. Política pura. De la baja. De la de cuchillos y navajazos. De la de toda la vida.  

Visto el resultado de las elecciones de junio, en las que sólo el PP subió en votos y revalidó su victoria, es perfectamente comprensible la postura de quienes sostienen que el PSOE debe pasar a la oposición y dejar gobernar al PP, sobre todo, cuando no tienen ni remotamente una alternativa de gobierno. Ahora bien, da la sensación de que hay un fallo de juicio en quienes creen que resistirse a ello está penalizando al PSOE. Según esta postura, la sangría de votos de los socialistas desde que empezaron la senda de los recortes cuando gobernaban y asumieron la receta económica única en Europa en este tiempo, tendría que ver con su cerrazón a hacer presidente a Rajoy. Igual, qué locura, el análisis es un poco interesado y obtuso. Da más bien la sensación que los votantes que ha perdido el PSOE se han ido a su izquierda, es decir, que hay millones de votantes de izquierdas que han dejado de verse representados por los socialistas, y que no lo estarán más si Felipe González, tan alejado ya de lo que fue, y quienes piensan como él imponen sus posiciones. 

Pensar que la vieja guardia y sus recetas tan parecidas en algunos aspectos a la del PP, tan de mantenerlo todo sin excesivos cambios, van a ser la solución del PSOE quizá sea entender poco la situación política española. Sostener que el problema del PSOE es Sánchez, sólo Sánchez, es no comprender nada. Defender que él, que suma fracasos electorales a una velocidad de vértigo, es la solución, también. 

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