De burkini y libertad

Lo peor que puede pasar en una discusión, y a la vez o más frecuente, es que las opiniones de radicalicen. Y da la sensación de que es lo que ocurre con la polémica prohibición del burkini en Francia. Las autoridades de algunas localidades de aquel país entienden que esta prenda es un símbolo de la opresión de la mujer. Ayer, el Consejo de Estado del país vecino suspendió esta prohibición, al considerar que se viola la libertad de las mujeres imponiéndoles cómo pueden o no pueden vestir para acudir a la playa. Convendría salir de posturas extremas. Ni quien defiende la prohibición del burkini y critica esta vestimenta es un racista repugnante ni quien censura esta medida está haciéndole el caldo gordo al Estado Islámico. Es todo bastante más complejo
Empecemos por algo evidente. No todas las concepciones del Islam son machistas, pero esta religión, como el resto, alberga en su seno posturas extraordinariamente machistas. Los hombres no han de cubrir su cuerpo cuando acuden a la playa, ni está mal visto que miren directamente a los ojos a las mujeres. Hay un tinte obvio de machismo en ciertas costumbres musulmanas. No es algo generalizado, pero sí está muy extendido. Negarlo resulta bastante estúpido. Hay distintas maneras de entender esta religión, como todas las demás. Y no me atrevo a afirmar que el 100% de las mujeres que se baña con un burkini lo hace por verse obligadas. Pero es evidente que a los hombres no se les impone vestimenta alguna. Como lo es que en países donde impera la religión musulmana la mujer tiene prohibido conducir, hay matrimonios concertados, a la mujer se le reserva un rol secundario, la forma de reinstaurar la honra de la familia cuando una joven es violada es casarse con su agresor y, en fin, la igualdad real entre hombres y mujeres es una utopía.

Extraña, no porque no estemos acostumbrados ya, que tantas personas con una visión progresista de la vida denuncien cada situación machista en las sociedades occidentales, lo cual es muy necesario, pero sean mucho más reticentes a la hora de criticar el machismo que impone una lectura extrema del Islam. No es progresista pasar de puntillas por el obsceno machismo y la enorme discriminación que sufren las mujeres en muchos países islámicos. No lo es. En este debate tan complicado sobre el burkini, se observa en cierta izquierda una actitud sorprendente, negándose a admitir si quiera la posibilidad de que detrás de esa vestimenta haya una visión patriarcal y machista, en este caso, ligada a una religión. Choca en quien después, con innegable acierto, combate cualquier síntoma de machismo en nuestras sociedades. 

Se afirma que las mujeres que llevan el burkini lo hacen porque así lo han decidido libremente. Justo de esto debe ir el debate. Que haya libertad real de decisión. ¿Hasta qué punto es libre una mujer que ha nacido en una sociedad y en una familia ultraconservadora en la que se le enseña desde pequeña a ser madre y ama de casa? ¿Es libre de verdad un gay de vivir su vida en países donde se condena con la cárcel o la pena de muerte la homosexualidad? ¿Es realmente libre una mujer que ha sido educada bajo una concepción rancia del mundo, que le reserva un papel secundario, siempre detrás del hombre de la casa? ¿Lo es alguien a quien se le ha inyectado en vena desde su infancia conceptos como el pecado o el pudor extremo? 

Ojalá todas las mujeres que visten burkini o cualquier otra prenda, insisto, de esas que no llevan los hombres, sólo las mujeres musulmanas, lo hicieran por su decisión absolutamente libre. Resulta bastante cándido sostener que así es. En España, no hace tanto, hemos vivido en una sociedad donde la religión tenía un peso enorme, y donde la libertad, especialmente de la mujer, era muy limitada. Ponía el ejemplo de La casa de Bernarda Alba, creo que acertado, Irene Lozano en un artículo esta semana en El País. ¿Son libres esas hijas condenadas a vestir de luto, a vivir el duelo sin la menor demostración de alegría, sin la menor concesión a la vida, o son presas de una sociedad machista y conservadora hasta la asfixia? ¿En serio pensamos que, según en qué sociedad haya sido uno educado, según  bajo qué preceptos, hay libertad real? Y esto, por supuesto, también es aplicable, con matices, a nuestra sociedad. Pensamos probablemente que somos más libres de lo que en realidad somos. Hay una libertad muy restringida, especialmente para la mujer. 

Dicho esto, responder a una imposición a la mujer con otra, resulta contradictorio y muy paternalista. Esta idea de que la mujer que dice ser libre en realidad no lo es y por tanto, sea cual sea la situación de esa persona, haciendo tabla rasa, se le prohíbe vestir de una determinada manera, es bastante intolerable. Porque se dice querer ayudar a la mujer liberándola de una obligación, pero se hace imponiéndole otra. Además, se puede llegar al ridículo de que la libertad de las mujeres se mida en centímetros de tela de su traje de baño, algo que hace unas décadas vivíamos en España, sólo que en ese caso se trataba de ser más recatadas, de no mostrar más de la cuenta. 

La escena de cuatro policías rodeando a una mujer que estaba tumbada en una playa de Niza es espantosa. No encuentro forma de defender una medida que culpabiliza a una mujer por vestir de una forma determinada. Tiene que haber otra forma de luchar por la libertad real de las mujeres musulmanas (que, insisto, en muchos casos no existe en absoluto) distinta a imponer por la fuerza una forma determinada de vestir. Es obvio también que esta polémica llega de la mano de la reacción racista de quienes no tienen el menor problema, la ignorancia es lo que tiene, en vincular directamente el Islam con los fanáticos yihadistas que han cometido execrables atentados terroristas en los últimos meses. Este tipo de medidas da alas a la extrema derecha. Le Pen, por ejemplo, dice que quiere prohibir vestir el velo islámico en las calles francesas. Nada hay de preocupación por la falta de libertad de las mujeres en esta postura, sólo pura xenofobia, odio al diferente. 

Es un debate, en fin, muy peliagudo. Resulta imposible compartir la postura cándida de quien defiende que todas las mujeres que visten burkini lo hacen libremente, porque eso sería tanto como negar que hay actitudes e imposiciones machistas vinculadas a una cierta lectura del Islam (y del resto de religiones). Pero también es imposible apoyar la prohibición de esta prenda, porque no es verdad que suponga ningún riesgo y porque combatir una imposición a la mujer aprobando otra sólo tiene como víctima a la misma mujer a la que, se supone, se quiere ayudar con un enfoque paternalista

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