Victus. Barcelona 1714

La semana pasada, El Cultural publicó un interesante reportaje que, bajo el título Leer de un tirón, ¿elogio o reproche?, reflexionaba sobre esas lecturas trepidantes, adictivas, las que enganchan. De un lado, quienes consideran esto una enorme virtud en una novela, o en un ensayo. Del otro, los que, un poco siguiendo esa actitud de quienes recelan por sistema de los libros más leídos, como si fuera del todo incompatible estar en la lista de los best sellers con contener buena literatura, los que consideran que estas obras que se leen del tirón carecen, por lo general, de calidad. El reportaje era muy atractivo, como es frecuente en esta publicación. A mí me cogió con una de esas lecturas absorbentes entre manos, Victus. Barcelona 1714, de Albert Sánchez Piñol. Es una obra colosal (y no sólo por su tamaño). De las que enganchan, sí. Pero también, porque no son cualidades incompatibles, una novela sensacional, bien escrita, entretenida, didáctica y apasionante. Sí, es un elogio inmenso. Se lee del tirón, pero no por su sencillez o nivel bajo, sino por su excepcional talento. No hay más preguntas, señoría. 
En el final de la novela se incluye una cronología de la Guerra de la Sucesión Española, una contienda mundial que marcó un antes y un después en la historia de España y de Cataluña, y también una relación de los personajes, la mayoría reales, que aparecen en el libro. Combina a la perfección el autor el respeto a los hechos reales y la recreación de la vida de estos personajes. Es su gran mérito. Con la novela se aprende mucho sobre lo que fue aquella guerra causada por la muerte sin descendencia de Carlos II, último representante de la casa de los Habsburgo, lo que desencadenó una contienda por el trono español. Pero la obra siempre se decante por el interés humano de la historia, más que por la grandiosidad de las batallas. Porque la guerra, más que tratados o despachos donde se deciden ataques, son vidas rotas, jóvenes que se entregan a una muerte segura, ideales defendidos con las manos manchadas de sangre. Se respeta y se muestra la historia, pero siempre de la mano de los personajes de carne y hueso.

El narrador de la historia es Martí Zuviría, personaje que existió realmente y fue asistente del general Villaroel, defensor de Barcelona en su asedio. El punto de vista de la novela y su tono desenfadado, de alguien decidido a contarlo todo sobre una guerra que marcó su vida y la de su pueblo, ya en la vejez, mantienen la atención del lector. No se puede abandonar la lectura. Es adictiva. Son cerca de 600 páginas, pero se devoran. Y uno queda con ganas de más. El hecho de que Zuviría pasara alguna temporada en las filas borbónicas, para terminar del lado de quienes defendían las aspiraciones al trono del archiduque Carlos, permite aproximarse a los dos bandos. 

Hay personajes fascinantes en la novela. El del propio Zuviría ("el bueno de Zuvi", como él se define), que fue un arquitecto encargado de levantar murallas defensivas en las ciudades y, a la vez, de echarlas abajo. Alguien no demasiado implicado en la política, y desde luego no alguien valiente ni al que le gustara la violencia. Más bien, alguien que huía de ella. Pero va evolucionando en la historia. Muestra aprecio personal por personajes de ambos bandos, pero, llegada la hora de la verdad, contra toda lógica, sabiendo cuál sería su desenlace, decide quedarse en una Barcelona asedida. Más por amor a esas personas que se defienden contra un enemigo mucho más poderoso que ellas, más por intentar preservar a su familia y su hogar que por convicciones políticas o nacionales. Ese cierto cinismo, ese escepticismo analizando cada factor de la contienda, se agradece. No es esta obra un panfleto ni nada parecido. Es una autobiografía ficticia de Zuviria que ayuda a recrear la Guerra de Sucesión, uno de los momentos más trascendentes de la Historia de España. 

Esa guerra de 1714, y en especial ese asedio a sangre y fuego de Barcelona durante 13 meses, están en la base del catalanismo, o del independentismo catalán. Hace tres siglos de ello. Pero es uno de esos sucesos que marcan la historia de un pueblo. Sin caer en la perversión de la historia de quienes pretenden apropiársela en su beneficio, pero también sin obviar lo ocurrido entonces y todas las consecuencias catastróficas para Cataluña que tuvo la victoria de Felipe V en aquella contienda, esta novela ayuda a comprender la trascendencia de aquella sangrienta guerra. 

Lo mejor de la obra de Sánchez Piñol es que desagradó a las dos partes en este debate nada sosegado sobre la independencia catalana, lo cual es garantía de calidad y honestidad. A los catalanistas, porque está escrita en castellano y porque está lejos de ser un panfleto propagandístico y acrítico. Llega a decir que los catalanes nunca tuvieron claro lo que quieren, pero que siempre lo defendieron a muerte. A los contrarios a la independencia catalana, también, porque en el libro su autor dice que España como tal no existe, que nunca existió (está ambientado en el siglo XVIII). Y se refleja bien cómo Cataluña llevaba siglos con normas propias y con un grado de autonomía amplísimo que la llegada de los Borbones a España eliminaron de un plumazo. También el abandono del archiduque cuando hereda el Sacro Imperio Romano Germánico y abandona a su suerte a Cataluña. Hay muchos personajes y escenas apasionantes en esta obra. Lo extraño es que no se hayan escrito muchos más libros ni se hayan rodado muchas películas sobre esta contienda. Lo tiene todo. Es una historia impresionante que en Victus se recorre con maestría. 

Quizá, de todos esos personajes me quedaría con el general Villarroel, de origen castellano, que combatió inicialmente del lado de los borbónicos, pero se pasó al lado de los Aliados y defendió Barcelona hasta el final, incluso cuando discrepaba de seguir con esa defensa, pues el asedio tenía un final evidente. Pero él siguió al frente. Como esos nobles catalanes que votaron en contra de seguir luchando contra las tropas de Felipe V pero que acataron lo que decidió la mayoría del pueblo catalán hasta el punto de dar la vida en la defensa de Barcelona. Es esa defensa ardiente, suicida, de una causa, de un pueblo. Ese empeño por no darse por vencido. De seguir hasta el final. La belleza de las misiones imposibles, de las convicciones que te llevan a seguir firme, incluso cuando sabes que estás derrotado desde el principio. Es una historia apasionante, triste e instructiva narrada en una novela excepcional. 

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