Alejandro Magno

"Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil, porque pone en juego tu cordura". Esta reflexión de Alejandro Magno resume bien el enfoque de la sensacional obra estrenada estos días en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Félix Gómez da vida a un rey Macedonia meditabundo y dubitativo, cercado por los remordimientos de las muertes causadas durante sus múltiples conquistas. No vemos a un rey engreído, pagado de sí mismo, convencido de su cuasi divinidad. No apreciamos a un líder autoritario, que se sabe infalible, sino a alguien frágil, temeroso, inteligente, sensible. Se representa al hombre detrás del mito, Al ser de carne y hueso, no a la leyenda. Ese es el gran logro de esta obra de Jean Racine, versionada por Eduardo Galán y Luis Luque para ser representada en el majestuoso e imponente escenario del teatro romano de Mérida, donde cada verano se viven mágicas noches que vencen incluso al calor asfixiante. 


"Amo esta vida y la vida solo me devuelve muerte", lamenta el emperador frente al espectro de su madre fallecida, quien interpreta una siempre impecable Amparo Pamplona. El Alejandro Magno de esta obra es consciente de su grandeza, de que desde niño estaba predestinado a conquistar el mundo conocido. Sabe que pasará a la historia. Pero le atormentan los ríos de sangre provocados por las batallas. Para qué tanto dolor causado. Por qué ese ansia por conquistar más y más territorios. La obra se ambienta en su última expedición, su última gran hazaña, en la India, lo que permite un exotismo fastuoso en la descomunal puesta en escena de la obra, uno de sus mayores alicientes. 

Siente el conquistador que muchos escribirán sobre sus hazañas, pero nadie le conocerá de verdad, Ni siquiera él. ¿Quién eres, Alejandro?", se pregunta frente al río en uno de los momentos más emocionantes de la función. Visto como un dios por sus soldados, él se sabe hombre. Un hombre incapaz de dormir antes de la batalla, que busca atemorizado su reflejo en las estrellas, alguien que fue educado por Aristóteles en el conocimiento y las artes, no para provocar muertes en guerras sin fin, guiado por el ansia de conquistar nuevos territorios y llevar su civilización a todo el mundo. 

En la obra se muestra también abiertamente la bisexualidad de Alejandro Magno. Él, leyenda, mito, ejemplo para todos los conquistadores posteriores, referente como el mejor estratega de la historia para cada gobernante, era bisexual y, no sólo eso. Amaba a la vez a Efestión (Armando del Río), su soldado, su mano derecha en el ejército, a quien quiso desde niño, "el hombre más hombre", y a Cleófila (Diana Palazón), hermana del rey indio Taxilos (Unax Ugalde), "la mujer a la que más ha amado".

Las pasiones humanas como motor de la historia, como desencadenante de batallas, enfrentamientos, duelos y alianzas. Ese es otro de los grandes temas de la obra. El rey Taxilos pacta con Alejandro Magno una paz, una rendición que evite la guerra, que sirva para que su pueblo no sufra una contienda contra el ejército más poderoso del mundo, lo que significa conducirse a una muerte segura. Pero, a la vez, tiene dudas. No quiere quedar como un cobarde, nada desea más que impresionar a Asiana (Marina San José), quien está enamorada de Poros (Aitor Luna), otro rey indio, este dispuesto a ir a la guerra contra Alejandro Magno, para mantener la dignidad e independencia de su pueblo, sí, pero sobre todo para que Asiana se enorgullezca de él. "Cuando se ama se tienen celos hasta del aire", le dice Poros a la manipuladora y fascinante Asiana en una escena de la función. 

Las interpretaciones del elenco de la obra, mayoritariamente procedente de series de televisión, son más que notables. Convence Félix Gómez en la complicada tarea de mostrar la complejidad de la personalidad de Alejandro Magno, su grandeza y su fragilidad, sus deseos y su sangre fría, sus ansias de conquista y su agotamiento, sus dudas vitales y su majestuosidad, Brilla con luz especial Marina San José, dando vida a Asiana, que se sabe deseada por Poros y por Taxilos, que se enfrenta con valentía y descaro al rey de reyes, al temible Alejandro. Y es también destacable la interpretación de Unax Ugalde, como Taxilos, probablemente el personaje que se enfrenta a un disyuntiva más retorcida y compleja: rendirse, asumiendo el riesgo de quedar para la historia como un esclavo de Alejandro Magno, como alguien que renunció a la independencia de su pueblo, o batallar, sabiendo que no tiene opción alguna de victoria, por mucho que el ejército del rey macedonio esté maltrecho por años de guerra y tema un arma a la que nunca se había enfrentado, los elefantes. 

Hay un par de escenas magistrales al final de la obra, en las que se relatan dos sucesos de la contienda. Y se ven esos momentos, a través del relato oral, del poder de la palabra. Cierra, imponente, Alejandro Magno, Resuenan las palabras de uno lo de los personajes más fascinantes de la historia en un Teatro Romano de Mérida entregado a la pasión de la historia, a un montaje excepcional. Sigue la fiesta del teatro en la capital extremeña, en Emerita Augusta, con Los hilos de Vulcano. Varios de los intérpretes de la obra, que se estrena hoy, como Verónica Forqué, asistieron a la última representación de Alejandro Magno. Otro eslabón en la cadena teatral de una ciudad que se vuelca cada verano desde hace 62 años en su festival. Un milagro constante. Una fiesta inigualable. 

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