Joe Eceiza

Hay siempre algo caprichoso, casi mágico, en descubrir a autores. Como cuando de niños cualquier piedra o palo servía de utensilio para ejercer de exploradores. Hay mucha música ahí fuera, igual que había mundos ignotos entonces, aunque estuvieran todos dentro del mismo parque de siempre. Mucho arte que no escuchamos, del que ni siquiera hemos oído hablar. Y es, al tiempo, una lástima porque inevitablemente se nos escapan temas y poesías con música, y una fabulosa noticia, pues da la oportunidad de volver a ser exploradores, de buscar, o mejor, de encontrar de forma casual, cantantes nuevos. Nuevos para nosotros, claro. Porque ellos llevan tiempo labrando su carrera. Ayer conocí a Joe Eceiza, del mejor modo que se puede conocer a un cantautor, que es un concierto de una sala pequeña, acompañado sólo de su guitarra y su voz. Una noche de descubrimiento gozoso de esas que esconde Madrid en cada esquina. 


Presenta ahora Eceiza su segundo disco, Tu luz danzando. El amor, más bien el desamor, es el eje de la mayoría de sus temas. Hay algunos algo nostálgicos, de esos que tanto gusta escuchar cuando se está enamorado, sobre todo si la historia acabó ya de aquella manera o, mejor, si no empezó del todo. Decía aquí hace un tiempo que una buena amiga considera, con buen criterio, que para disfrutar plenamente de cierto tipo de música, la que deja huella, la que dice más de lo que parece, la que golpea a quien la escucha porque resulta difícil no sentirse identificada con ella, es necesario padecer de amor. O de desamor, que es la otra cara de la moneda. Y cuesta no darle la razón. 

Repasó el autor varias de sus canciones. No había escuchado ninguna. Y me gustaron todas. Además de temas algo melancólicos, lo que se espera, en fin, de un cantautor (él fue el primero en tomarse en broma ese aire atormentado que se presupone en quien compone temas) no falta la ironía, el sentido del humor y el vitalismo en algunos otros. Una voz no sólo muy buena, sino especial, con personalidad, que son cualidades distintas que no se siempre se dan a la vez. Y la sencillez, en el mejor sentido del término, si es que hay alguna acepción negativa, de su puesta en escena anoche. El cantante, su voz y su guitarra, transmitiendo con pasión y sentido del humor sus composiciones. 

Uno busca letras que transmitan algo, más que estribillos repetitivos más bien simplones que tanto nos persiguen ahora por todos lados. Canciones que sean poemas, a ser posible. Autores que trabajen con el idioma y con la vida como un artesano, no como un fabricante en cadena de temas sosos y bailables. Letras con retazos de vida, con sentimientos, con estrofas como lanzas que se clavan. Es algo no tan frecuente hoy en día y que sí consigue Eceiza en sus temas. La reina del drama ("Me enamoré de sus defectos, las virtudes os la dejo al resto, ya me encargo yo de la reina del drama") y Dejé de ser, hermosa canción sobre historias que acaban. Fue, en fin, un descubrimiento feliz de alguien que ama la música y vive en verso. Una noche excepcional. Una exploración exitosa. 

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