Chaves y Griñán, al banquillo

Los dos anteriores presidentes de Andalucía, y presidentes del PSOE, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, han sido procesados por el escándalo de los ERE, que es la nueva denominación del término imputado, que alguien pensó que sería más adecuada en esta España nuestra intoxicada de corruptelas y mangoneos. Erraríamos si pusiéramos el foco en el momento en el que llega esta imputación, como hacen hoy algunos medios. A tres semanas de las elecciones, sí. Pero a nadie le pillará de sorpresa. Es una investigación que lleva mucho tiempo abierta y el repugnante hedor del caso de los ERE irregulares, con su millonaria malversación de dinero público, lleva tiempo acompañando al PSOE andaluz.

También sería un error pretender minusvalorar la gravedad de este escándalo, como hay quien hace, intentando establecer diferencias entre este escándalo y otros casos de corrupción. Según esta teoría exculpatoria, en el fondo (de reptiles), los creadores de este sistema irregular y quienes hicieron la vista gorda ante tamaña ilegalidad estaban ayudando a trabajadores y no llevándose el dinero a sus cuentas. Pero no. No cuela. Porque esta gente, que casualmente lleva más de dos décadas gobernando Andalucía como si fuera un cortijo privado, ha dispuesto de mucho dinero público de forma irregular

Tampoco tengo muy claro por qué habría que ser condescendiente con quien ha malversado, presuntamente, ingentes cantidades de dinero público con la finalidad, además, de crear una red clientelar. El escándalo de los ERE, además de a corrupción pura y dura, apesta a caciquismo rancio. A sistema establecido del que casi todo el mundo estaba enterado, sindicatos incluidos, pero en el que a todos les iba bien, en especial, a quienes compraban voluntades. 

Naturalmente, será la Justicia la que deba determinar las responsabilidades de Chaves y Griñán, pero quedan pocas alternativas. O no sabían nada de lo que ocurría a su alrededor, y fallaron en la obligada labor de control de sus gobiernos, lo cual los deja como unos incompetentes. O sí lo sabían, lo que los dejaría como unos corruptos. Susto o muerte. La Justicia decidirá. Pero es gravísimo que los dos anteriores presidentes de la Junta de Andalucía estén imputados por corrupción. ¿Qué dirían los dirigentes del PSOE o de cualquier otro partido si esta circunstancia se diera en el PP? Pues dirían lo justo, que pinta muy feo, a urgente regeneración, a alfombras por levantar, a corrupción sistémica. Y, probablemente, acertarían. Pues eso es justamente lo que transmite el escándalo de los ERE irregulares. 

Que el PSOE siga ganando con aparente facilidad las elecciones en Andalucía asombra tanto como que el PP haga lo propio en España. No deja de fascinar la capacidad de tantos millones de votantes de abstraerse de los casos de corrupción. Arrinconarlos, dejarlos como esas pequeñas cosas que, en fin, no están bien, pero no son suficientemente graves como para dejar de votar al partido de siempre. Y resulta inquietante esa escasa exigencia ciudadana, esa tolerancia de las corruptelas. Porque el mensaje que se da con el voto, naturalmente libérrimo, es que nos da básicamente igual que nos roben. Que pueden seguir a lo suyo. Que tienen carta blanca. Ahora que se habla tanto de líneas rojas en política, es pasmoso que tantos votantes no establezcan como condición indispensable para votar a un partido que no esté intoxicado de corrupción. 

Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía y sucesora de Chaves y Griñán, ha puesto la mano en el fuego de sus antecesores. Lo esperable. Pero muy inquietante, también. Es evidente que el actual gobierno andaluz no ha roto con los anteriores, es la continuación de una dinastía socialista, de un sistema, votado elección tras elección, en la que se dejan a un lado los escándalos de corrupción y los insoportables datos de paro. Los ciudadanos son soberanos. En la última campaña andaluza fue divertido ver a Díaz hablando del cambio. Ella que era la candidata del partido que llevaba décadas gobernando y que, para bien o para mal, es en buena medida responsable de la situación actual de Andalucía, que deben juzgar con su voto los andaluces, naturalmente. No sé si las aspiraciones nacionales de Díaz se verán precisamente impulsadas por su apoyo incondicional a los imputados Chaves y Griñán. 

Otro actor interesante en esta película es Ciudadanos, que apoya al partido de los ERE irregulares en Andalucía y al de las tramas Púnica y Gürtel en Madrid. Para ser un partido regenerador, no dan una. La formación naranja se ha creído la ficción de que el cambio en Andalucía podía pasar por el mismo partido que lleva gobernando la región desde que se reinstauró la democracia. Todo muy lógico. 

Comentarios