Titiriteros

Que España no tiene solución uno lo puede ver observando la actualidad. Los temas que centran el debate público y, sobre todo, el tono crispado. No es nuevo. Larra escribió hace ya mucho aquello de "aquí yace media España, murió de la otra media". Ya antes, en su renuncia al trono, Amadeo de Saboya dijo que se marchaba porque "todos los que con la espada, la pluma y la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles". En el siglo XIX, Otto von Bismarck acertó a describir con precisión a nuestro país: "España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido". De esta frase muy citada se repite ya menos la segunda parte: "el día que deje de intentarlo, volverá a ser la vanguardia del mundo". No caerá esa breva. Seguimos igual. Con las dos Españas. El sectarismo. El dogmatismo. La cerrazón a concederle nada al de enfrente. El enfrentamiento por cualquier tema. Las polémicas crispadas, desquiciadas, por cualquier asunto. Esto fue y es España. Estos días, más España que nunca

Sirva este preámbulo de introducción a lo ocurrido la semana pasada en un espectáculo bochornoso que programó el Ayuntamiento de Madrid para Carnaval a cargo de los Títeres desde abajo. En él, entre otras escenas, los niños presenciaron una violación, un ajusticiamiento, un intento de aborto con un cuchillo y la muestra de una pancarta en la que se leía "Gora Alka Eta", un juego de palabras referido al grupo terrorista Al Qaeda y a la banda criminal etarra. El Ayuntamiento pidió perdón, anuló el evento, denunció a los titiriteros (hermosa palabra esta, que estaba ya casi en desuso) y destituyó al programador del acto. Está en el aire la concejal de Cultura, Celia Mayer, que entre otros errores de bulto mandó retirar placas que homenajeaban a personas asesinadas en 1936 bajo una lectura perversa e ignorante de la Ley de Memoria Histórica. Todo hace indicar que Manuela Carmena la destituirá. 

Es evidente que el Ayuntamiento de equivocó programando esta obra de mal gusto, desagradable, espantosa y en absoluto apta para niños. Fue un inmenso error por el que se deben asumir responsabilidades políticas. Nadie puede discutirlo. No hay más debate posible en este aspecto. Pero debe ser compatible, creo, criticar lo inadecuado de este espectáculo con mostrar preocupación por el hecho de que sus actores estén detenidos por apología del terrorismo, nada menos. Por la pancarta que exhibieron. Dentro del espectáculo. Podemos (incluso tal vez debemos) discutir la oportunidad de ese espectáculo. Por supuesto. Pero denunciar a sus actores por algo integrado en la obra de ficción sería, más o menos, como detener a los guionistas de Homeland por planear atentados. 

De verdad creo que no es tan difícil cuestionar que se acuse a estos actores de enaltecimiento del terrorismo y a la vez pedir la dimisión de Celia Mayer, a quien parece guiarla el sectarismo visceral. De una concejal de Cultura habría que pedir que no mirara sólo por el ojo izquierdo (ni sólo por el derecho, claro). Porque el teatro y el arte está por encima de ideologías, en otro plano. Nada hay peor que la ignorancia, y eso es justo lo que exhibió Mayer en su decisión, que luego rectificó, de retirar placas de personas que nada tenían que ver con el franquismo. Retirar placas de militares franquistas no es un capricho de nadie, es dar cumplimiento a la Ley de Memoria Histórica. Hacer lo mismo con alguien asesinado en 1936 por el bando republicano es revanchismo y desconocimiento de la Historia. Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, está rodeada de un equipo de un nivel más bien mediocre, y ella se ve obligada a apagar fuegos a cada rato. Pero, dicho esto, hay una distancia sideral entre criticar un espectáculo de títeres de mal gusto y meter en la cárcel a sus responsables por enaltecimiento del terrorismo.

En España hemos sufrido la lacra del terrorismo y no me parece nada bueno banalizar con esta cuestión. Unos actores que, dentro de una obra, muestran una pancarta que da vivas a ETA no están haciendo enaltecimiento del terrorismo. Sencillamente no es así. Esto no anula el error del Ayuntamiento. Pero no es enaltecimiento del terrorismo. De verdad, se puede criticar el espectáculo bochornoso y a la vez la detención de los titiriteros. Porque es un ataque a la libertad de expresión. No tengo la menor afinidad política con estos actores, tampoco el menor aprecio intelectual por ellos. Da la impresión de que representan bien ese sectarismo ciego, ese dogmatismo tan estéril que criticaba al principio. Pero, desde esas diferencias, me preocupa que estén en la cárcel. Es muy serio, realmente grave, que se desquicie de este modo un colosal error, no un delito. Y debería inquietarnos a todos su detención. 

Para mí estos titiriteros no son ídolos de nada. Ni ejemplos. Ni referentes. Ni artistas geniales. En absoluto. Pero sí son dos personas detenidas por enaltecimiento del terrorismo por una pancarta exhibida dentro de un espectáculo teatral. Y eso es serio. Esperpéntico, de hecho. Anulemos las obras sobre los nazis, entonces. Impidamos que se muestren en el teatro asesinatos, maltratos o violaciones. ¿De verdad se puede defender si no se está cegado por sectarismo político, este el de la orilla de enfrente de Mayer y compañía, que estos dos titiriteros estén en la cárcel? ¿Hablan en serio quienes sostienen que lo ocurrido es enaltecimiento del terrorismo? Sin el menor aprecio por estos actores, desde el rechazo a todo aquel ser dogmático, que tanto abunda (en ambos lados del desquiciado debate político) en España, me preocupa su detención. Es un asunto muy grave. Está en medio del fuego cruzado de trincheras de politiqueo, como todo en este país, pero convendría poner algo de sentido común en este debate. No es algo menor que estén detenidos. ¿Por riesgo de fuga? ¿En serio? De Carnaval surrealista. 

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