La radio

El amor de verdad no atiende a razones ni se puede explicar con argumentos racionales, porque si no, sería otra cosa. El amor arrasa con todo. No atiende a razones. Ni debe hacerlo. Es esa chispa mágica. Esa explosión de sentidos. Esa certeza de vivir algo inigualable, único. Como escribió Lope, quien lo probó, lo sabe. Podría estar haciendo un cursi anticipo de San Valentín, que es mañana, pero más bien comienzo un (quizá cursi, eso no lo negaré) tributo a la radio, el medio más especial, que hoy celebra su Día Mundial, aunque lo mejor de la radio es que todos los días son el suyo, pues es el pulso de la actualidad, el registro de la vida de los oyentes, de lo que inquieta y preocupa, de lo que se desconoce allá donde ocurra, de lo que emociona y remueve. 

Se habla mucho de la magia de la radio, esa conexión entre quien transmite con su voz y los que escuchan al otro lado. Es el medio más rico. El templo de la palabra. De la precisión. Del tacto. De la delicadeza y la concisión. De las historias bien narradas. De las voces que enamoran. De la cercanía. De la calidez. El medio donde todo puede ocurrir, donde nada es imposible. Espacio que todo lo acoge, que todo lo mejora. Deportes, música, actualidad, política, cultura, debates, tertulias, reportajes, entrevistas. Todo. Es el medio que nos acompaña. Con el que nos despertamos y nos acostamos. Con el que estamos informados o decidimos desconectar. La palabra. El silencio. El viajar por el mundo sin salir de casa. Ver a todo color lo que sólo se escucha, pues la buena radio consigue ese efecto. 

Internet ha supuesto una revolución en los medios de comunicación. Los periódicos siguen apegados al papel, pues continúa generando ingresos por publicidad, pero parece evidente que, antes o después, el futuro está en la red. La televisión intenta aliarse con este nuevo medio, y en parte lo consigue, aunque también encuentra nuevos rivales (un día hablaremos de youtubers). La radio, sin embargo, casa perfectamente con Internet. Es un matrimonio excelente y muy bien avenido. Lejos de suponer una amenaza, la red da alas al medio más especial, el más artesano, el más auténtico. No hay trampa ni cartón. La voz. Un locutor. Las palabras como única herramienta para conectar con el oyente (o escuchante, como lo describen en No un día cualquiera, de RNE, término que implica mayor compromiso y atención de quien está al otro lado. 

La ONU decidió en 2011 que el 13 de febrero fuera el Día Mundial de la Radio. Y, aunque al calendario empiezan a faltarle días para tantos días internacionales, nos parece necesario. Como oyentes, la radio tiene algo distinto a cualquier otro medio. Es el más sencillo posible, pero el que más matices aporte, el más sutil, el más cuidado. Un programa de radio bien hecho sigue siendo una de las delicias más exquisitas que podemos encontrar hoy. La radio crece, se adapta y evoluciona. Por Internet. Por podcast. Y así seguirá. Porque no es tan fácil encontrar hoy autenticidad en los medios (ni en ninguna otra parte). La radio sobrevive a todo, porque es parte de nosotros. De quienes cada mañana lo primero que hacemos es encender el apartado de radio. De los que nos descargamos los audios de nuestros programas favoritos en el móvil. De los que sentimos a la radio como algo propio.

También, claro, de quienes hemos experimentado la formidable vivencia de crear radio, de hacer programas, de ver encenderse la luz en el estudio, de comenzar a hablar, de confundir las señales horarias con el latido del corazón, de quienes apreciamos a otros medios, e incluso trabajamos en ellos, pero sentimos que la radio es el amor verdadero, el único, aunque le seamos infiel por otras vías de comunicación. Nunca he sentido algo similar a ese instante en el que todo alrededor se detiene y comienza el programa. Y entonces nada importa más que sacar adelante el programa. Emocionarse y emocionar. Escuchar. Qué importante es escuchar en la radio, también (o sobre todo), cuando se está dentro. Moldear la palabra como si fuera barro con el que trabajar de forma artesanal. 

Cada uno recordará hoy, en este día de la radio, a los locutores o programas que escuche o haya admirado. Para mí, es día para hablar de Iñaki Gabilondo y Luis del Olmo, padres de las mañanas radiofónicas en España. De Carlos Alsina y sus espacios en Onda Cero. Más de uno, con el que se empieza con ironía y sin griterío ni crispación la mañana, y La Cultureta, con el que se termina del mejor modo posible la semana. Del ciclismo en la voz de Javier Ares. Día también para recordar (hoy y siempre) a las radios comunitarias, a todas, el tercer sector que tanto bien hace. Día, en fin, para revalidar el amor por un medio exquisito donde la palabra alza el vuelo y transmite, hoy como ayer, calidez y cercanía. 

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