Guerra fría

Con una irresponsable y pasmosa ligereza, Dmitri Medvédev, primer ministro ruso, sacó ayer a relucir el espantajo de la Guerra Fría. "Nos estamos desplazando rápidamente a un periodo de una nueva guerra fría", dijo en la Conferencia de Seguridad celebrada en Munich. Afirmó sentirse confundido, porque a veces no sabe si vive en 2016 o en 1962. Pretendía reprochar a los líderes occidentales la animadversión y el creciente encono hacia el Kremlin por su política exterior. Viniendo de donde viene, inquieta y llama la atención esta pretensión por devolver al mundo a la lógica de aquel periodo posterior a la II Guerra Mundial en el que dos bloques, el comunista. encabezado por la URSS, y el capitalista, liderado por Estados Unidos, se enfrentaron con el mundo como tablero de juego. Mal llamada fría, por cierto, pues aunque Rusia y Estados Unidos no entraron en una confrontación directa entre ellos, sí propiciaron conflictos en distintas partes del mundo, tomando partido por uno de los dos contrincantes. Aún padecemos muchos desequilibrios de esa era de carrera armamentística, guerras por doquier y polaridad del mundo. Por eso es tan irresponsable que Rusia, este gobierno ruso precisamente, suelte como quien no quiera la cosa que nos dirigimos hacia una nueva guerra fría. Bromas, las justas. 

Medvédev lo dijo, además, como si fuera un observador imparcial que pasaba por allí. O peor, como si fuera una víctima. Es que Occidente nos tiene manía, venía a decir. Nos dirigimos a una nueva guerra fría es una forma bastante cínica de resumir el tiempo actual. Como si no fuera con él. Como si invadir parte de un país por las bravas o ayudar abiertamente a un execrable dictador que se dedica a exterminar a su pueblo fueran actitudes propias del que busca el entendimiento. Como si fueran otros en solitario, los malvados dirigentes estadounidenses y sus aliados, quienes condujeran al mundo hacia esa revisión de la guerra fría. Es de una hipocresía notable, pues aquí no defenderemos a Estados Unidos, pero no resiste el menos análisis crítico esa postura de víctima inocente que adopta ahora Rusia. 

Occidente ha sancionado a Rusia por su papel en Ucrania. Pero es que este país se ha anexionado parte de Ucrania despreciando el derecho internacional como en los momentos más álgidos de la Guerra Fría. Se reprocha a Putin su papel en Siria. Pero es que la antigua potencia, arrastrando ese síndrome de poderío perdido, de imperio caído, está ayudando sin disimulo a un tirano que masacra a sus ciudadanos. Y todo por defender sus intereses estratégicos en aquel país. Así que convendría evitar actitudes cínicas. No sé si nos dirigimos o no hacia una nueva guerra fría. Sí lo veo simplista. El mundo es ahora infinitamente más complejo que entonces. Pero, en caso de que así ocurriera, el Kremlin tendría mucha responsabilidad en ello. 

El último enfrentamiento entre Rusia y Occidente llega  tras el frágil alto el fuego acordado en Siria, cinco años y 470.000 muertos después. El acuerdo excluye del cese de las operaciones militares la guerra contra el autodenominado Estado Islámico. Y aquí entran las triquiñuelas de Rusia, que dice bombardea posiciones del Daesh, pero en realidad le hace el trabajo sucio al régimen de Al Assad atacando a toda oposición del tirano. Si Rusia continúa con esos bombardeos, conducirá al fracaso del alto el fuego, dicen desde Occidente. Como ha estado estos cinco años impidiendo cualquier salida diplomática al conflicto, pues sigue ejerciendo el papel de aliado del sanguinario dictador sirio. 

Es evidentemente premeditado hablar con esa ligereza de guerra fría. Por el momento y el lugar en el que el primer ministro ruso recordó aquel oscuro periodo de la Historia. Oscuro para todos, también (o sobre todo)para lo que hoy es Rusia. Restricción de derechos y libertades a sus ciudadanos. Muros de la vergüenza. Miseria. Dinero para armas, pero no para ayudar a los ciudadanos que pasan hambre. Partido único (en esto tampoco han cambiado tanto). Sorprende esa añoranza de un pasado donde el proyecto de la Unión Soviética fracasó estrepitosamente, después de mucho dolor y sufrimiento de sus conciudadanos. Por supuesto, también es una época vergonzante en el otro lado. Golpes de Estado apoyados o propiciados desde Estados Unidos. Caza de brujas. El recurso a infundir el miedo entre los ciudadanos. El envío de tropas a países destrozados por una guerra entre dos potencias que dividieron el mundo en dos. Muchas muertes de inocentes. 

No es comprensible esta nostalgia de aquel tiempo, que es lo que parece estar en el fondo del discurso de Medvédev. Chirría que venga él a avisar de que caminamos hacia una nueva guerra fría, ¡él!, supongo que precisamente apelando a los bajos instintos del patriotismo barato y el nacionalismo a través de la evocación de una presunta era gloriosa en la que la URSS tenía peso en la comunidad internacional, mandaba en lo que sucedía en el mundo. Si algo puede explicar la política internacional de Rusia en los últimos años es, precisamente, la añoranza de aquel tiempo gris que ahora, cual plañidera, Medvédev avisa que regresa. Internamente, supongo, funcionará bien este tipo de discurso. Es muy sencillo. Un malvado enemigo externo culpable de todos los males de Rusia, como si otros impusieran el hostigamiento a la oposición o como si fuera responsabilidad de otro país que su gobierno esté ayudando al carnicero de Damasco. Todo ello mientras Rusia sufre una colosal crisis económica, debida en buena medida al desplome del precio del petróleo. Resulta oportuno, pues, desviar la atención hacia afuera. Mejor hablar de la guerra fría que de la recesión en su país. No le negaremos al primer ministro ruso que, en ciertos asuntos, el mundo no ha cambiado nada. Por ejemplo, en el recurso a los enemigos exteriores y las cortinas de humo para desviar la atención sobre las miserias propias. Él y, sobre todo, el líder del que es mano derecha, son buen ejemplo de ello. 

Comentarios