Andrés Suárez

A veces los sueños juegan al escondite y los deseos se hacen de rogar. Para hablar del inolvidable concierto del sábado de Andrés Suárez en Toledo (desde ahora para mí noche toledana pasa a significar algo muy diferente a la manida frase hecha), debo hablar en primera persona. Primero, porque escribo aún bajo los efectos del embrujo de esa noche mágica de vida y poesía. Y segundo, porque hay una intrahistoria detrás de este ansiado sueño cumplido. Es la cuarta vez que intento ir a un concierto del cantautor gallego, pero la primera que lo consigo. En tres ocasiones anteriores, todas ellas en Madrid y una incluso con la entrada ya comprada, a última hora ocurrió algo que me obligó a cambiar los planes. Razones de peso en todos los casos, aunque no tanto como esta celebración de la vida y esta explosión incontrolada de emociones. 

Experiencias así le dan sentido a la vida. Incluso, a las amarguras del día a día. O, especialmente, a estas. Todo tiene un porqué si al final de las contrariedades esperan noches hermosas como esta. Los hartazgos y las insatisfacciones. Los cabreos y los deseos guardados bajo llave. Los malos ratos y las preocupaciones siguen ahí, ocupando su lugar. Pero a la vuelta de la esquina aguarda los versos, la salvación de la música. Instantes mágicos y memorables como el del inolvidable concierto de Andrés Suárez en el Círculo del Arte de Toledo. Transmitió el artista una energía vibrante, electrizante, portentosa. Como canta en Más de un 36, dan ganas de quedarse a vivir en esta energía, en la compañía de sus versos, un refugio lírico para "este mundo que no está hecho para el corazón por fuera" (6 caricias).

Todo empezó con Imaginanos. "Tengo demasiado tiempo libre para ser feliz. Tengo que salir de aquí me estoy volviendo cuerdo". Y a ello, a imaginar, a soñar, a fabular, a recordar vivencias, a amar y a reír, a disfrutar nos entregamos desde ese instante quienes tuvimos el privilegio de vivir esa noche mágica, continuación de la gira de Andrés Suárez que concluirá en noviembre en el Palacio de los Deportes de Madrid. Es la suya una trayectoria ejemplar y honesta de alguien que no renuncia a sí mismo, a su estilo, a su forma de entender la música, y que va creciendo, gracias al boca a boca, a que el arte, siempre necesario, nunca sencillo de encontrar, ha ido atrayendo cada vez a más personas a su música. Comenzó dando conciertos en pequeñas salas, que sigue frecuentando, pero ahora tiene ante sí el reto de llenar el Palacio de los Deportes madrileño tras llenar el año pasado ya el Palacio de Vistalegre.

En todo caso, para aclararnos, no hablamos de multitudes ni se mide, siempre lo recordamos, la cultura con cifras ni con números. Esto va más bien de sumas de sentimientos, de multiplicaciones de emociones. Son las únicas cuentas posibles cuando hablamos de poesía, de música, de vida. Cuando hablamos, sí,  de magia. De ilusiones inundando la sala. De amores y vivencias. De sueños y anhelos. De deseos y aventuras. De pasados y futuros. Acompañado de su banda ("el bandón"), Andrés Suárez transmite desde el inicio una energía que fluye y ya es incontrolable. Sale de las puertas de la sala. Hasta sale de la ciudad de Toledo, porque acompaña a quienes vivimos aquella noche en la que el cantautor repasó los temas de su último disco, Mi pequeña historia, y muchas de las canciones más exitosas de sus anteriores trabajos. Un disco, el último, como los anteriores, sensible, delicado, portentoso. 

Fueron muchos los momentos únicos que regaló el artista. Quizá me quedo con cuatro de ellos, pero sólo porque relatar aquí todo el concierto quizá rompería algo su hechizo. La vi bailar flamenco, que es tal vez, y cuesta mucho decir esto, mi canción favorita del cantante. "Mira que te están gritando las sirenas guapa. Mira y ven, que el que no mira canta, rodeado de bahía. Míranos hechos de ron apreciando el humor moreno y elegante. Cálate de baño. Sécate libre en el aire. Toda mar delante. Detrás la mañana. Mira que hasta la Caleta canta, haciéndonos concierto. La mujer más hermosa del mundo ahora baila flamenco". También se desbordó la pasión de la sala cuando Andrés Suárez bajó del escenario y, rodeado del público, él solo con su guitarra, cantó a capela Benijo. "Nos declaramos culpables de la subida del mar. Desafinamos canciones. Se nos prohibía llorar. Hoy te he vuelto a recordar. Hoy te he vuelto a recordar. ¿De qué me sirve esperarte si me entra el sueño y no hay más que un circo triste y cobarde que no quiere regresar? Te veo en cada gaviota, aunque no sepa si hay mar. Detrás de cada pareja, no tengo con quién bailar. Desnúdate que hay tormenta. Y llueve por no llorar. Juré contar nuestra historia, nunca decir la verdad Te llevaste mi memoria, juraste no regresar". 

Otros dos momentos mágicos del concierto fueron su interpretación de Desde la ventana, uno de los 20 nuevos temas que ha compuesto durante la gira y que, según dijo, irá cantando en sus conciertos, y cuando invitó al escenario a Elia Velo para cantar la hermosa Tal vez te acuerdes de mí. "Cuando no quieras dormir por ver dormir a tu pareja, quizá me entiendas. Tal vez te acuerdes de mí. Y yo, tal vez, me olvide de ti". Explicó Andrés Suárez que iba a hablar poco y a cantar mucho, y es lo que hizo. Aunque también bromeó con el público, al que llamó en todo momento de usted lo cual, llamadme antiguo, me encantó. Tras haber disfrutado de esa noche mágica, hoy es un poco menos lunes. Sin rastro de Blue Monday. Dura el hechizo. Dura la magia. Dura la sonrisa. Y de eso va un poco la vida, creo. De encontrar refugios donde cobijarse cuando fuera haya tormenta. De sentir y apasionarse. Y nada mejor que el arte, la música, la poesía de las letras de Andrés Suárez. Hasta el frío en la cola de entrada y las endiabladas callejuelas de Toledo en la que cualquiera, o al menos cualquiera tan despistado como yo, puede perderse, más aún de noche. Hasta eso parece una aventura, porque del concierto uno sale con ganas de vivir, con mayúsculas, sin freno de mano, con los sentidos alerta. 

"No todo el mundo vive de sus sueños", dijo el cantante, que dio las gracias al público por el apoyo.Y presentó sus temas afirmando que eran "canciones demasiado besadas y abrazadas, demasiado verdad". Y eso es exactamente lo que uno siente cuando escucha sus poemas con música, no digamos ya cuando asiste a un concierto suyo. Las canciones tienen mucha verdad, mucha vida. Y es algo que se tiene o no se tiene, pero no se puede fingir, porque la buena música tolera mal la impostura. Los versos de Andrés Suárez ("Voy a hacer de ti sólo una canción, qué será Madrid sin nosotros dos") son pura verdad. Apasionan porque emocionan y remueven. Porque tienen alma. Mucha verdad. Mucha magia. 

Grabé vídeos con el móvil, por supuesto, para recordar aquella noche. Pero lo mejor es la sensación, la certeza más bien, de hacer vivido una experiencia única e irrepetible. Una noche colosal, inolvidable. Un instante perfecto. De esos en los que la felicidad se siente físicamente. En la que casi se puede tocar. En el tren de vuelta a Madrid iba escuchando música. Y delante de mí, dos chicas. Levanté la mirada. Una de ellas miraba un vídeo en su móvil. Varios vídeos seguidos, de hecho. Grabaciones del concierto del día anterior. Momentos del recital de Andrés Suárez. Otra persona que venía de vivir una noche mágica y conservaba cápsulas de ese momento, que seguía reviviendo el hechizo. Y yo acabé, claro, de reojo mirando su pantalla para rememorar esos instantes de pasión y poesía, intentando saber a qué canción se correspondía cada vídeo  por la iluminación o los movimientos del cantante o de su banda. Un final hermoso para un fin de semana demasiado bello para ser real, pero que ha ocurrido, porque a veces los sueños, después de jugar al escondite, se presentan en todo su esplendor. 

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