Resumen cultural del año (III)

En el resumen cultural de los últimos años solía compartir el propósito de ir más al cine el próximo año. Ahora digo que en 2016 intentaré acudir más al teatro, que he visitado siete veces este año. No pocas, pero a todas luces insuficientes, sobre todo dada la enorme abundancia de obras en cartel en Madrid, cuya vida teatral goza de extraordinaria buena salud, a pesar del IVA al 21%. Dije siete veces, pero en realidad son ocho veces y siete obras. La causante de esta disparidad es La llamada, disparatado musical que sigue triunfando cada fin de semana en el Teatro Lara. En él, dios le habla a María, una joven fiestera que acude, como cada verano, a un campamento de monjas más para salir de marcha con su amiga Susana que para rezar o hacer ejercicios espirituales. Pero todo cambia cuando dios, dios en persona, en carne viva, se le aparece por las noches y le canta temas de Whitney Houston. Tal cual. 

La obra, escrita y dirigida por Javier Calvo y Javier Ambrosi, es ágil, divertida y optimista. Respetuosa con la religión, también. Lanza de fondo el mensaje de respetar la voluntad de cada cual, lo que cada uno sienta. "Lo hacemos y ya vemos", es el lema vital que sugiere este espectáculo teatral donde todos los personajes se hacen querer, desde María (Claudia Traisac) a una no menos confundida Susana (Anna Castillo o Angy Fernández), pasando por las monjas, una genial Gracia Olayo en el papel de sor Bernarda y la bondadosa Milagros, a la que da vida Belén Cuesta. Y, por supuesto, también dios, Richard Collins Moore, con una voz celestial, casi divina. Es un musical optimista, vitalista y muy recomendable que estará en cartel hasta mediados de enero (buen regalo de Navidad) y del que se prepara una versión cinematográfica. 

Me encantó La llamada y no descarto verla por tercera vez, pero sin duda la experiencia teatral más fascinante, colosal y única que he vivido este año ha sido acudir al Festival de Teatro Clásico de Mérida. Era un sueño largamente anhelado. Allí donde el emperador Octavio ordenó construir hace más de dos milenios la ciudad de Augusta Emérita, donde resuenan ecos del pasado, vestigios de civilizaciones pasadas, viví una de las mejores noches de verano de mi vida. En el impresionante teatro romano de Mérida disfruté de César&Cleopatra, una visión divertida de la relación entre estos dos personajes históricos dirigida por Magüi Mira. 

En esta obra, César y Cleopatra reviven su pasado, ya mayores, desde la eternidad, nada menos. Lamentan excesos de la juventud, se plantean aquello que hicieron por ímpetu, lo que cambiarían de volver atrás. Religión, guerras, amor, pasión, amistad, lealtad... Son algunos de los temas abordados en aquella pieza teatral donde la fuerza de Ángela Molina rompió en la noche emeritense com si de un trueno se tratara, acompañada del siempre impecable Emilio Guitérrez Caba y de los jóvenes Lucía Jiménez y Marcial Álvarez.  Una experiencia sensacional que espero revivir el próximo año, y todos los que vengan, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, uno de los eventos culturales más destacados del país. 

La divertidísima Burundanga, donde el único pero que se puede poner es que es tan buena que entre las risas del público hay fragmentos que, inevitablemente, uno no escucha; la vitalista y surrealista Todoterapia, en la sala off del Lara; la emotiva El disco de cristal, en este mismo espacio; la magnífica Maquiavelo, donde Fernando Cayo da vida al autor de El príncipe, y la reflexiva y necesaria La ola, que muestra cuán fácilmente cunden las ideologías radicales del odio, igual que prende la mala hierba, son las otras obras que he disfrutado este año. 

Añado a este artículo de resumen cultural del año otras tres experiencias, dos musicales y una sensorial. Empiezo por esta última. Una sensacional cena en Diverxo, el restaurante de David Muñoz donde los cerdos vuelan y, de ahí en adelante, todo es posible. Como probar sabores desconocidos, viajar en el tiempo y en el espacio y disfrutar en torno a una mesa de una experiencia inigualable. Las otras dos citas culturales del año que quiero recordar son los conciertos de Luis Ramiro en la sala Galileo (un inesperado regalo de cumpleaños de dos grandes amigos) y de Raphael en el Palacio de los Deportes de Madrid (regalo de mi hermano David). 

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