Resumen cultural del año (II)

Bien sabemos que la memoria, por lo general, es frágil y traicionera. Por eso, elegir como mejor película del año a la última cinta que se ha visto puede ser interpretado como una trampa de la memoria con los filmes vistos hace meses. Pero no es el caso. Porque, igual que sucede con los flechazos, uno siente rápido con La novia que será una cinta que le acompañará siempre, una obra maestra de las que muchos años pasan sin regalar ninguna a los amantes de séptimo arte. Esta película, prodigiosa versión de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, a cargo de Paula Ortiz, atrapa, engancha. 

Como dice en verso arrebatado y lascivo la protagonista en una escena, transmitiendo Inma Cuesta toda la pasión de la obra lorquiana, "me arrastras y voy, y me dices que me vuelva y te sigo por el aire como una brizna de hierba". Es lo que consigue esta película portentosa que hoy, rememorando lo mejor del 2015 cinematográfico, debe aparecer en el lugar más destacado, aunque bien sabe el lector ya que uno no comulga, o lo hace a duras penas, o sólo como un juego, con esto de establecer rankings, pues poner a competir películas como si fueran productos y no obras de arte no es más que una arbitrariedad. Divierte, pero no conviene llevarse a engaños. No hay premios ni cifras que midan sentimientos y emociones, que es lo que transmite el buen cine y que, al menos a mí, me ha transmitido La novia como ninguna otra cinta este año. 

De piel y emociones, de pedazos de vida con los que se sentirse identificado, de hermosas historias inspiradoras, de ficciones tomadas de la realidad que superan y mejoran nuestro mundo, va Pride, obra británica que cuenta el apoyo que el colectivo de homosexuales brindó a los mineros en su huelga contra Margaret Tatcher en lo años 80. Una película vibrante, optimista, combativa, tierna e inolvidable, que para mí se sitúa también entre las mejores del año. Es bien distinta a La novia, tiene una vocación más comercial sin duda, cuenta con alguna imperfección, algo que en aquella cinta ni siquiera se puede atisbar a lo lejos, pues es pulcra en su fotografía, sus diálogos, sus interpretaciones... En todo. Pero Pride consigue emocionar al espectador, hacerle salir de la sala con ánimos renovados, feliz, sintiéndose mejor persona o, al menos, confiando algo más en la sociedad, en la solidaridad, en los puentes entre minorías que, en apariencia, nada tienen en común. Es una comedia sobre temas muy serios, una historia coral emotiva que da un pellizco emocional de los que dejan huella y se recuerdan con una sonrisa en la cara. 

Por seguir con cintas emotivas, de las que humedecen los ojos, de las que encojen el corazón, no puedo olvidarme de Un otoño sin Berlín, más que notable ópera prima de Lara Izagirre, en la que el Berlín del título es más que una ciudad alemana, es ese lugar donde todo funciona, donde funcionar lo que en la vida real no funciona. Es un rompecabezas emocional, duro, sublime, donde se trata al espectador como alguien adulto con capacidad para sacar sus propias conclusiones de una cinta donde deslumbra, como suele, Irene Escolar en su primer papel protagonista en el cine. Los exiliados románticos, pequeña y sin pretensiones cinta de Jonás Trueba; Truman, enorme duelo interpretativo entre Ricardo Darín y Javier Cámara con la lúcida firma de Cesc Gay,y Felices 140, sensacional e inteligente película de Gracia Querejeta, son otras cintas de las que no pasan de puntillas por la memoria del amante del buen cine. 

Tal vez una de las mejores películas del año sin discusión posible es Inside Out, la última genialidad, y lleva muchas y muy brillantes, de Pixar. En ella entramos en la mente de Riley, una niña donde luchan por tomar el mando de sus acciones cinco emociones: alegría, tristeza, miedo, ira y asco. La brillantez formal de la cinta, esa recreación majestuosa del cerebro, la madurez de una trama que más parece para adultos que pueden ir acompañados por niños al cine que al revés y, sobre todo, el rompedor y nada convencional final, huyendo de cualquier tópico y reivindicando el poder catártico de emociones con mala fama, hacen de esta cinta animada un filme inolvidable. 

Selma, la inspiradora historia de Martin Luther King, es otra de las películas del año, como lo es Birdman, gran triunfadora de los Oscar por delante de la insuperable Boyhood. También de Estados Unidos llegó The imitation game, donde se reivindicó la figura de Alan Turing, padre de la informática, matemático prodigioso y actos relevante de la II Guerra Mundial, pieza clave para vencer al nazismo, que lo perdió todo, hasta la vida, por ser homosexual. No es su mejor película, porque eso es mucho decir, pero Woody Allen cumplió con nota de nuevo, puntual a su cita anual, con Irrational man. Steven Spielberg nos ha regalado una impecable cinta clásica de espías, abogados y política con El puente de los espías y con Whiplash nos removimos en la butaca ante la severidad extrema de un tiránico director de orquesta en una de las obras más perturbadoras que recordamos. 

Acabó con tres cintas, bien distintas entre ellas. La peculiar y notable Hablar, de Joaquín Oristrell, que está rodada con un solo plano secuencia por las calles de Madrid; A cambio de nada, el personal debut como director del actor Daniel Guzmán y, claro, Ocho apellidos catalanes, fuera de las nominaciones a los Goya, pero un año más, igual que la película de la que es secuela, la cinta española que más taquilla ha conseguido en 2015. Un buen año de cine variado. 

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