El guardián invisible

Uno de los escenarios en los que transcurre El guardián invisible, de Dolores Redondo, es un horno de pastelería donde se elaboran dulces tradicionales de Elizondo. En concreto, el negocio de la familia de Amaia Salazar, la inspectora encargada de investigar unos espantosos crímenes que acontecen en el valle del Baztán. En un momento del libro, su hermana Flora, la que se hace cargo de la empresa pastelera familiar, prueba un txantxigorri, un dulce típico navarro, y le explica a Amaia que esa calidad de los ingredientes y esa mezcla perfecta de cada componente sólo puede ser obra de expertos pasteleros, de grandes profesionales. Algo así se puede afirmar de El guardián invisible. En toda novela negra es necesario mezclar los ingredientes con maestría, poner un poco de intriga junto a traumas del investigador del caso, entremezclar las dudas sobre la investigación, el desarrollo del perfil del asesino, la trama policial, con los conflictos personales internos de quienes deben resolver el caso. Y Dolores Redondo consigue una notable combinación en esta novela. 

El libro, que es el primero de la trilogía del Baztán, por delante de Legado en los huesos y Ofrenda en la tormenta, plantea el regreso a Elizondo, su lugar de nacimiento, de Amaia Salazar, una investigadora profesional, con enorme experiencia, que se hace cargo del caso de varios asesinatos de jóvenes, casi niñas, que vuelven de fiesta y aparecen muertas cerca del río con una puesta en escena macabra y teatral que pronto da a entender que el asesino es alguien defensor de las tradiciones a quien le parece indecente que las niñas salgan de fiesta, beban, se diviertan, vistan con poca ropa... Y en esa mezcla ente tradiciones y modernidad avanza y crece la novela, que plasma tradiciones y leyendas del valle del Baztán. 

De un lado, la investigación del caso, de la que la autora va desmigando detalles, dando pistas para que el lector vaya sacando sus propias conclusiones. Del otro, los conflictos internos de Amaia. Y es en este punto donde alza el vuelo la obra, pues se consiguen mostrar las contradicciones y los problemas de la investigadora. Es feliz con su marido James, un artista estadounidense. Pero algo no va bien en su relación, no consiguen tener hijos. Y la vuelta a Elizondo supone para Amaia el regreso a un pasado del que siempre quiso huir, la aparición de fantasmas que creía enterrados, episodios traumáticos que revivirá con enorme intensidad. Esa vulnerabilidad de la investigadora del caso, sus relaciones personales, su lado humano (rezando una plegaria antes de ver un cadáver, por ejemplo), son uno de los puntos fuertes de la obra. Porque la humaniza. 

Creo que los aficionados a la novela negra, que ciertamente son legión, disfrutarán de ese otro lado de la obra, el de la pura investigación policial, el de las pistas que conducen a la resolución del caso, el de los sospechosos que van circulando por las páginas, el del equipo investigador y las relaciones entre ellos... Puede que el final sea algo forzado, demasiado brusco. Un día leí, no recuerdo a quién, que en las novelas el final no es lo más importante, en absoluto. Que lo que cuenta es el viaje hasta llegar allí, no el destino. Como sucede en la vida. Y no le falta razón. Prueba de ello es que incluso muchas personas comienzan los libros leyendo las últimas páginas, dejando así claro que no es el desenlace lo que más les importa, sino lo que se cuenta y, sobre todo, cómo se cuenta. Pero en las novelas negras creo que sí es importante la resolución, que esta sea verosímil y bien narrada, pues toda la obra se dedica a presentar un caso enmarañado, una red de sospechas, intrigas y dudas que debe ser bien resuelta, a la que se ha de dar un final adecuado. El desenlace de El guardián invisible lo es, pero creo que le faltan hojas a ese final. Hondura. Descripciones más detalladas. Se llega a unas conclusiones que, francamente, cuesta ver, de tan rápidas, de tan sencillas, de tan indudables. 

En todo caso, esta novela de Dolores Redondo está muy bien escrita, engancha al lector y lo tiene todo para ser el bestseller en el que, en efecto, se ha convertido. Lo mejor de la novela es cómo se junta la trama profesional con la personal en torno a un personaje con enorme personalidad, complejo, lleno de aristas, el de Amaia Salazar. A estas alturas sigue siendo relativamente novedoso que sean mujeres y no hombres los protagonistas de novelas negras, así que es muy de agradecer que Dolores Redondo plantee aquí una investigadora fuerte y humana que saca adelante el caso en medio de una tormenta familiar. Acaba uno El guardián invisible, en fin, con ganas de completar la trilogía del Baztán. 

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