"Nos queremos vivas"

Madrid se vistió ayer de reivindicación, que es como mejor luce siempre. Se vistió, en concreto, de morado, el color del movimiento feminista. Pero también de arcoíris, de los colores de las banderas de las distintas regiones y municipios presentes en la manifestación. A ritmo de batukada de protesta con el cántico de "ni una más", con sonrisas y mensajes de esperanza, pero también llenos de crítica, de rabia, con un  grito atronador contra el dolor, contra la injusticia, el machismo y la desigualdad, caminamos reclamando que la lucha contra la violencia machista sea un asunto de Estado. La capital acogió la multitudinaria primera marcha estatal contra las violencias machistas (preciso y adecuado el plural, en este caso). La afluencia masiva de personas procedentes de toda España emocionó. Mucho. Permitió, siquiera por un instante, soñar con una sociedad más justa, de mujeres y hombres (muy importante esto último) que luchan por la igualdad real

400 asociaciones feministas de toda España organizaron esta marcha, que reunió a decenas de miles de personas. Hombres y mujeres, decía. Y es importante. Porque así como el racismo no es cuestión que competa sólo a los inmigrantes, ni la homofobia asunto de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, el machismo no es cuestión de mujeres. Es motivo de vergüenza para toda la sociedad. "Nada humano me es ajeno" escribió Terencio hace más de 2.000 años. Y es, por eso, una causa justa que nos afecta a todos. Hombres y mujeres. Jóvenes y mayores. Nos afea y empobrece como sociedad, nos hace peores. La lacra de la violencia machista nos impide mirarnos al espejo y no espantarnos por lo que vemos. La mitad de la población lleva dos milenios marginada, discriminada, insultada, minusvalorada. Y eso no puede tolerarse. 

Abusamos del término histórico, pero no parece un mal adjetivo para describir la manifestación de ayer en Madrid, pues es la primera vez que se organiza una marcha de estas dimensiones, con personas procedentes de toda España, para reclamar a quien corresponda que la causa de la igualdad real y la lucha contra la violencia machista sea asunto de Estado, y corresponde a unos políticos que estuvieron, acertadamente, en un segundo plano en la manifestación (quienes estuvieron). Por las calles de Madrid vimos a tres candidatos a la presidencia del gobierno (Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Alberto Garzón), a nadie de Ciudadanos y a a Andrea Levy, del PP, que se apuntó a última hora. También estuvieron, por cierto, 13 representantes (contadas) de Vox, que intentaron boicotear la marcha con una pancarta repugnante, "ni machismo ni feminismo", en la que equiparaban la dominación del hombre sobre las mujeres con la legítima y justa lucha por la igualdad real entre todas las personas al margen de su sexo. El feminismo no es otra cosa que la defensa de los Derechos Humanos, así que eso de ir a incordiar a marchas como las de ayer retrata bien la alarmante confusión de términos de algunas personas que en cuanto se les habla de feminismo pretender defender que es igual de malo que el machismo.

No era una manifestación contra nadie (aunque se escucharon críticas al actual gobierno y a la jerarquía de la Iglesia católica, esa que, por ejemplo, edita manuales sobre cómo ser una buena esposa), sino a favor de la igualdad real entre hombres y mujeres en todos los ámbitos (se habló también mucho, por ejemplo, de la brecha salarial). 

"Nos queremos vivas"
La marcha de ayer puede resumirse con algunos de los eslóganes que se escucharon en la manifestación. Uno de los más repetidos, y sin duda el más conmovedor fue "nos queremos vivas". Como aquel otro de "no estamos todas, faltan las muertas". Vivimos en la España del 2015, pero cada año las víctimas mortales por la violencia machista, las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas se siguen contando por decenas. Vidas rotas de mujeres a manos de hombres que las creían suyas, invadidos por el machismo, esa ideología repugnante tan impregnada en nuestra sociedad. "Nos están matando", rezaban otras pancartas. Suena dramático y urgente y, en efecto, lo es. De ahí la necesidad de la marcha de ayer y de que los responsables políticos atiendan la demanda. 

No es un caso aislado, se llama patriarcado
El crimen machista es el último eslabón de una cadena. Antes del, "o mía, o de nadie", antes del asesinato, llegan los insultos, el maltrato psicológico, las frases malsonantes, la discriminación, el desprecio, el micromachismo... Por eso creo que el plural ("contra las violencias machistas") es tan pertinente. Porque, en efecto, el asesinato de una mujer a manos de un hombre que la creía suya, como si fuera un objeto, es el resultado final del patriarcado, de esa creencia aún tan imperante en muchos hombres y en muchos campos de la sociedad según la cual las mujeres, la mitad de la población, son ciudadanas de segunda. Ese planteamiento de que las mujeres deben atender al marido, de que ellos son los que toman las decisiones importantes y ellas acompañar, de que ellas están para atender la casa, y no mucho más, y es él quien manda. Esa peligrosa idea de que los celos, en el fondo, son muestra de amor, y por eso el hombre puede controlar el móvil de su pareja, pues no es control, sino amor lo que le mueve. 

Esas frases de babosos simios y esas miradas lascivas que deben soportar las mujeres en el entorno profesional. Esa discriminación de preguntar a una mujer si piensa ser madre en una entrevista de trabajo, pero jamás plantearle a un hombre cuestión semejante. Esa imagen de mujer como objetivo, de femme fatale que aprovecha su físico, de ser humano valorado por su imagen y no por su inteligencia y su valía. Ese creerse en derecho de lanzar improperios a las mujeres por la calle (piropos, lo llaman) de tantos hombres incompletos e irrespetuosos. Esa exhibición nauseabunda de virilidad de los grupos de machotes en los que las mujeres son tratadas como ganado. Esa publicidad sexista... 

No puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía
La idea del amor romántico. Esta visión de la mujer entregada al marido, a su hombre ideal. Esa dependencia emocional tan dañina. Ese sentir que se debe estar al servicio del hombre, renunciar a su independencia. Algo que, lamentablemente, se repite en las generaciones jóvenes, donde hay muchos chicos que controlan a sus novias. "No puedo ser la mujer de tu vida porque yo la mujer de la mía" me parece un resumen formidable de la defensa de la independencia y libertad de las mujeres. Que estar enamorado y vivir en pareja no significa renunciar a espacios de intimidad, a la autonomía personal. Y aquí, en efecto, las películas a veces transmiten estereotipos dañinos. Porque amar no puede ser sinónimo de renunciar a la independencia. 

No nos hallan muertas, nos han asesinado
En la manifestación de ayer también se dio un tirón de orejas a los medios de comunicación. No estamos ya en los tiempos de "crimen pasional", no hace tanto, cuanto el tratamiento mediático de los asesinatos de mujeres por violencia machista era impresentable. Aún hoy hay mucho que avanzar. A veces, por ejemplo, se dice aquello de "aparece muerta", cuando más correcto parece afirmar "asesinada". Y, por supuesto, se debe extremar el rigor en el tratamiento de estas muertes, sin caer en el morbo que tanto se lleva en el periodismo de sucesos en este país. El lenguaje es importante. Los términos que se emplean nunca son inocentes. No es igual decir "aparece muerta" que "ha sido asesinada". Ni hablar de "violencia machista" que emplear el término de "violencia doméstica", restringiendo así esta lacra social al interior de las casas. 

Que el reparto de tareas se enseñe en las escuelas
La educación es clave para luchar contra la violencia machista. El machismo se transmite en casa. Un hijo que no ve a su padre compartir las tareas domésticas con su madre, o que la ve tratarla mal, no digamos ya insultarla, tiene muchas más opciones de ser un machista y repetir esas actitudes. La educación, para esto como para tantas cosas, es trascendental. Si queremos una sociedad mejor, más justa, más igualitaria, despojada de machismo, racismo, homofobia y odio al diferente, debemos empezar por las casas y las escuelas. Llevar la casa no es una tarea de mujeres, es algo que deben hacer las personas que viven en una casa, es responsabilidad de todos. Como lo es el cuidado de los hijos. Por qué es todavía casi algo extravagante que el padre comparta con la madre la baja de paternidad, por ejemplo. Por qué parece que la conciliación de la vida laboral y familiar sólo compete a las mujeres. Por qué hay quien defiende que si se quiere ser madre se debe renunciar a avanzar en el trabajo. Por qué los catálogos de juguetes infantiles siguen presentando a niñas con cocinas de plástico y muñecas a las que peinar y a los niños con balones de fútbol y herramientas.  Todo esto es una cuestión cultural. La igualdad se aprende en las escuelas. Y sólo con una educación inclusiva como aliada podemos soñar con el día en el que marchas como la de ayer en Madrid no sean necesarias.

No ens morim, ens maten 

Por cierto, ayer había en Madrid personas de todo el país. Y con todos los idiomas del Estado se pidió lo mismo. Y reivindicando derechos, clamando por una sociedad más justa, todos nos entendimos. En días tan agitados como estos por reclamaciones soberanistas en Cataluña y fiebres patrioteras (aquí y allá), tranquiliza saber que nos entendemos cuando hablamos de derechos, de lo que nos preocupa a todos, de los problemas reales, y aparcamos gaseosos asuntos de identidades, banderasy fronteras. Defendiendo a las personas, no a los territorios. 

Comentarios

Pilar Treviño ha dicho que…
Retrato de la realidad de hoy, de ayer... Deseo que mañana, de repente, la mujer sea sólo una persona. Hoy es todavía mujer y eso tiene consecuencias como las que describes. Ojalá algún día seamos sólo persona. Ojalá nunca más nos dominen.
Alberto Roa ha dicho que…
Hay mucho trabajo por hacer, Pilar. Mira los nuevos crímenes de violencia machista...