Prodigioso Gasol

Una portentosa exhibición de Pau Gasol metió ayer a España en la final del Eurobasket. Con todo en contra. Todo. Los aficionados galos animando a los suyos, la selección española muy lejos de su mejor versión. Sin Navarro, sin Marc, sin Ricky Rubio, sin Calderón. Jugando regular, mal a ratos. Pero con la misma ambición de victoria. Con el mismo espíritu combativo de siempre de este bloque de jugadores al que tanto debe el baloncesto español. Y con Gasol. Con Pau Gasol. Ese extraterrestre cuyo DNI dice que nació en Sant Boi hace 35 años que nos había regalado ya muchas noches históricas de baloncesto, pero que ayer arrolló, se echó un equipo, un país entero a la espalda en una jornada memorable, tensa, emocionante, de esas que dice el tópico que no son aptas para cardíacos. 

Qué imponente Gasol. Qué formidable recital para clasificar a España a una nueva final que le asegura ya una medalla, otra más, y también la presencia en los Juegos Olímpicos de Río. Quizá, la cita donde todo termine, donde esta generación de oro dé un paso atrás, diga adiós a la selección. Puede que el último festín de este grupo de jugadores acostumbrados a la victoria, a enseñorearse ante los mejores equipos de Europa y del mundo, de exhibir garra y coraje cuando faltan ideas, cuando falla el talento. 35 minutos jugó ayer Gasol. Casi todo el partido. Fue el pilar de la selección anoche. Solo otro jugador, el Chacho Rodríguez, contó ayer sus puntos con dos dígitos. España se agarró a Gasol como el naufrago se aferra a un tablón en medio del océano. 

Los registros del pívot de Chicago Bulls, quien lo ha ganado todo pero siempre quiere más, son de otro planeta. 40 puntos, 11 rebotes, una asistencia, un robo, tres tapones. El partido perfecto. Más que eso. Un recital descomunal que pasa a la historia del torneo, de la carrera de Gasol y, por supuesto, de la selección española. España ganó 80-75 a Francia. Es decir, el jugador barcelonés anotó justo la mitad de los puntos de la selección. Una exhibición brutal. Llegó un momento del partido, el decisivo, el de máxima igualdad entre los dos equipos en la parte final del tiempo regular, en el que la estrategia de España, con inquietante claridad de ideas durante buena parte del encuentro, era sólo una: balón a Gasol y que él nos arregle esto. 

Gasol mantuvo con vida a la selección y él la metió en la final. Sergio Rodríguez volvió a ser un excepcional director de orquesta. El base del Madrid anotó 15 puntos y dio 3 asistencias. También contribuyeron a la hazaña de ganar a Francia en unas semifinales en casa Sergi Llul (7 puntos), Rudy Fernández (7), Nikola Mirotic (7), Felipe Reyes (2) y Víctori Claver (2). Con las fuerzas ya justas, muy justas, se llegó a la prórroga, donde, una vez más, Gasol dio un recital que permitió la hazaña. La jugada en la que se sentenció el partido, el mate del pívot barcelonés, machando el aro y con él todo el sufrimiento de las dos últimas horas, fue el mejor broche posible a un encuentro de los que hacen afición. Pocos deportes tan bellos como el baloncesto, ninguno tan emocionante, tan terrible para los nervios. 

Ahora España espera rival, que saldrá del duelo entre Serbia y Lituania, dos rivales temibles. El excepcional rendimiento en este Eurobasket, muy por encima del nivel de baloncesto exhibido por la selección durante muchos momentos del torneo, tiene mucho más valor que cualquier otro logro anterior de este equipo. Porque es una selección  acostumbrada a arrollar, a ser máxima favorita, a provocar pavor entre los rivales. Esta vez era distinto. Primero, por las muchas y sensibles bajas. No está Juan Carlos Navarro, quizá el jugador de baloncesto más talentoso de la historia de España. Tampoco dos bases clave, Ricky Rubio y José Manuel Calderón. Ni Marc Gasol, desequilibrante en la zona. España tenía el reto de mantener el listón con una segunda unidad nueva, introduciendo en el bloque a jugadores menos determinantes que aquellos, sencillamente insustituibles. Y lo ha logrado. Está en la final. Luchando contra todo. Resistiendo. Brillante. Imponen más, valen mucho más, las victorias cuando no se es superior, cuando se está en desventaja, como ocurrió ayer contra la imponente Francia. 

Además, no olvidemos que para España esta victoria de ayer, esta final, es una venganza de la derrota triste en el Mundial del año pasado, disputado en casa. Precisamente caímos ante Francia en cuartos. Fuera de la gloria del torneo. En crisis de identidad. Regresó Scariolo al mando de la selección. Su vuelta al banquillo es también, sin duda, una de las claves de este resurgir de España. El otro, el central, es esa hambre de victoria, esa ambición y ese entendimiento sensacional, sólo con mirarse, entre este bloque de jugadores que tanto llevan ganado juntos, que se reúnen cada verano, como si de un campamento juvenil se tratara, para divertirse en una cancha de baloncesto. Y España ha vuelto a sonreír. Con Gasol, portentoso, liderando al equipo. Gasol for president. 

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