La campaña más contradictoria

Ayer acabó oficialmente la campaña para las elecciones autonómicas catalanas del domingo. La campaña más contradictoria que se recuerda. La campaña de las paradojas. Para empezar, la primera gran contradicción es afirmar que ayer acabó la campaña. Como decir que realmente la campaña empezó cuando se inició oficialmente, el 11 de septiembre, cuando en realidad llevamos en una campaña electoral permanente de griterío desde hace muchos meses (o hasta años, diríamos). Es, pues, una fase distinta de la campaña sin fin. El nivel ha sido, como suele ser habitual más bien bajo. Gritos exaltados sin atender a razones ni dar argumentos, patochadas como Mas ironizando sobre los políticos de Madrit que van a la reserva catalana a decir a los indios qué deben votar o Pablo Iglesias entrando al trapo, bailecitos de Iceta.., Sólo el debate entre el ministro José Manuel García Margallo y el líder de ERC, Orio Junqueras, en 8tv salió de ese tono de patio de colegio que ha tenido toda la campaña

Ha sido, en efecto, una campaña contradictoria. Mucho. Por ambas partes. Empecemos por los independentistas. Quieren irse de España. Su proyecto, legítimo y respetable, es crear un Estado propio. Pero se entiende que con todas las consecuencias. Y no ha quedado tan claro eso en la recta final de la campaña cuando, ante cualquier duda que surgía sobre cómo sería esa Cataluña independiente, se apelaba al manto protector del a la vez represor y malvado Estado español. ¿Nacionalidad? Mantendríamos la española, dicen, y por eso no dejaríamos de ser europeos. No diremos que no ocurriría tal cosa, porque, en efecto, ningún ciudadano que haya adquirido por su nacimiento en España la nacionalidad la puede perder. Pero lo que se espera de un convencido independentista es que no alegue con solución a sus problemas la nacionalidad española, esa que, entendemos, quieren perder con el proceso soberanista. 

¿Pensiones? Es el Estado español el responsable de pagarlas, dijo el otro día Artus Mas, número cuatro de Junts Pel Sí y candidado cada vez más claro a darse con la puerta de la presidencia en las narices si, como parece, la CUP pone como condición para apoyar al bloque soberanista que Mas no sea president. Antes se había contado que las pensiones subirían un 10% en Cataluña. Y antes las dudas, razonadas de los pensionistas catalanes, se recurre a la responsabilidad del Estado español con las pensiones. Quejas, a España, aunque nos queramos separar de ella y, se entiende, asumir todas las responsabilidades que ahora son del Estado. ¿Y los bancos? Tendrían acceso a los fondos del BCE porque podrían mantener sucursales en Soria o Madrid. Es decir, nos queremos ir de España, pero luego usamos estratagemas aprovechando que los bancos catalanes tienen filiales en otras partes de España. Poco serio parece, por decirlo suavemente. Muy contradictorio. 

También ha sido un recital de contradicciones el que han dado los partidos no independentistas. Esto son unas elecciones autonómicas más, se repetía hasta la saciedad. No caeremos en la trampa de Mas. No son unas elecciones plebicistarias. Los catalanes elegirán el domingo un nuevo Parlament. Sin más. Y, formalmente, así será. Pero la campaña de los partidos no independentistas ha entrado, vaya si ha entrado, en ese planteamiento cuasi plebiscitario de las elecciones. ¿O es frecuente que el gobierno haga una intensa campaña diplomática con líderes internacionales del más alto nivel para que se expresen a favor de la unidad de España? Es la gran contradicción de la campaña de los partidos unionistas, o como queramos llamarlos. No aceptamos que en estas elecciones se vote algo más que la composición de un Parlamento autonómico, pero planteamos un debate sobre lo que le pasaría a una Cataluña independiente y movilizamos a socios internacionales y al sistema (empresarios, banqueros, etc.) en favor de nuestro mensaje. 

Si, como siempre se ha defendido desde los partidos no independentistas, la secesión de Cataluña es, sencillamente, imposible con la legislación actual, y en efecto lo es, resulta extraordinariamente contradictorio que su campaña electoral se haya centrado en relatar todas las apocalípticas desgracias que acontecerían en ese supuesto. ¿No hemos quedado en que eso no pasará de ningún modo? Decimos que la independencia es algo sencillamente imposible, pero anunciamos que habrá corralito, pérdida de nacionalidad española, salida de la Unión Europea y demás desgracias si ocurre. Falta coherencia y rigor en ese planteamiento. Por qué centrar la campaña en lo que pasaría si Cataluña se va de España si estas elecciones son unas autonómicas más. No tiene sentido.

También resulta incoherente querer que Cataluña siga formando parte de España y expresar cariño a los catalanes para, acto seguido, agitar el discurso del miedo. Pues no otra cosa se ha hecho desde el Estado. A los independentistas se les debe echar en cara que no están contando la verdad sobre las consecuencias que tendría una hipotética secesión unilateral, sin duda. Y a los no independentistas, que pretendan convencer a los catalanes de la conveniencia de quedarse en España no intentando ilusionarles con un proyecto común, expresando respeto a sus particularidades y cautivando con un futuro mejor, no, sino amenazando con todo lo malo que les pasará si se van. Se ha establecido varias veces en esta campaña el paralelismo entre el descontento de una parte importante de los catalanes con su encaje en España y una relación de pareja. Y, en efecto, amenazar a la otra parte de lo fatal que le irá si nos deja no parece el mejor modo de intentar mantener la relación. Quizá es más coherente y fructífero ilusionar a nuestra pareja con lo bien que nos irá juntos. Dejar claro que tomamos nota de su insatisfacción y haremos lo posible por volver a convivir felices. Eso, entre otras muchas cosas, ha faltado en esta campaña. 

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