Picasso y yo

    "Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Así definió Churchill a Rusia y podemos tomarle prestado al político y escritor británico la frase para hablar de Salvador Dalí. El genial artista ampurdanés, defensor de la locura, rupturista, innovador, inclasificable, adorador de sí mismo, extravagante, amante de lo raro, de lo rompedor, era y es aún, en efecto, un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma. Algo a lo que, por cierto, el propio Dalí se dedicó en vida. Se entregó a su obra y también, sin duda, a contribuir a alimentar esa figura de artista loco, sublime, indescifrable. Dentro de ese cúmulo de enigmas y misterios, uno de los aspectos de su vida que siguen intrigando es su relación con Pablo Picasso, al que admiraba profundamente. La obra Picasso y yo, del periodista y escritor Víctor Fernández, publicada este año por la editoral Elba, arroja luz en la relación entre dos de los mayores genios del arte del pasado siglo. 

    El título del libro es el mismo que el de la conferencia que Dalí pronunció en el Teatro María Guerrero de Madrid en noviembre de 1951. Un acto que supuso la adhesión manifiesta del artista al régimen franquista, dictadura contra la que se rebeló Picasso. Esa división política supuso la ruptura definitiva de la amistad entre Dalí y Picasso, hasta antes del estallido de la Guerra Civil, pupilo fascinado y maestro interesado por conocer los progresos de ese joven catalán que le admiraba y le rendía visita cada vez que iba a París antes que a cualquier otro. "He venido a verle antes de ir al Louvre", le dijo Dalí a Picasso en su primer encuentro en la capital francesa. "Hizo usted muy bien", respondió el genio malagueño. De aquella conferencia de Dalí se recuerda, sobre todo, el comienzo en el que el catalán se compara con su admirado maestro: "Picasso es español; yo, también. Picasso es un genio; yo también. Picasso tiene unos setenta y dos años; yo, unos cuarenta y ocho. Picasso es conocido mundialmente; yo también. Picasso es comunista; yo, tampoco". 

    La toma de posturas encontradas en el campo político distanció para siempre a los dos genios. Cuentan que la viuda de Picasso tiró por la ventana, literalmente, la corona de flores que Dalí le envió al conocer la muerte del artista malagueño. Antes de esa separación, que algunos amigos comunes intentaron resolver de forma infructuosa, Dalí y Picasso mantuvieron una estrecha relación que queda recogida en las cartas que se enviaban. Mejor dicho, en las que enviaba el artista ampurdanés al genio establecido en París. Tan sólo hay una carta de Picasso a Dalí en la exhaustiva recopilación que recoge Vïctor Fernández en esta obra tan bien documentada y que tanto ilustra sobre la relación entre los dos genios. Se diría que Dalí, tan dado a obsesiones, se obsesionó con Picasso. Para él era el genio más grande junto a Diego Velázquez. Pero Picasso también tuvo cariño a Dalí, como demuestra el hecho de que les pagara a él y a Gala los billetes de su viaje a Nueva York. 

    El libro se compone de una primera parte en la que el autor resume los aspectos más destacados de la relación de amistad, aprendizaje y cierra envidia, la habitual entre dos artistas, de Dalí y Picasso. Después se recoge el epistolario completo que se conserva entre los genios. En la parte final aparecen artículos publicados por Dalí, reflexiones sobre el arte y conferencias. Entre ellas sobresale Picasso y los pelos de caballo, publicado en la revista francesa Paris Match tras la muerte del genio malagueño. A pesar del distanciamiento en al parte fina de sus vidas, Dalí habla del "genio universal de Picasso", agradece que le prestara dinero para su viaje a Estados Unidos cuando vio cerradas las puertas de todos sus amigos y dejó clara, por última vez, su patente admiración hacia su maestro en la distancia al que pretendió imitar en sus primeros años: "Picasso es un genio, porque lo entendía todo antes que los demás. Si el gobierno español desea honrarlo, grabará su efigie en los billetes de 1.000 pesetas". 

    Probablemente Salvador Dalí sería un ser bastante insoportable. No parece la persona más indicada para irse de copas con él. Pero poco importa eso. Ahí está su obra. Como buena parte de los genios de todos los tiempos, Dalí era egocéntrico, extravagante, de trato difícil. Él mismo parece compartir esta tesis cuando afirma, en la parte final de la conferencia Picasso y yo que "si en el mundo hubiese nueve millones de Picasso, diez millones de Einstein y doce millones de Dalí, es muy probable que la Tierra fuese inhabitable. Pero estad tranquilos: esto no es posible". Véase a la altura de quienes se sitúa en artista ampurdanés, que habla de sí mismo en tercera persona en sus artículos y y reflexiones de difícil comprensión sobre el arte. Hay frases que deben ser leídas cinco, seis, siete veces hasta que la medio comprendes o te das definitivamente por vencido. Lo dicho, un acertijo. 

    El propio Dalí entra en el debate sobre si se entiende o no su obra. Como si se debiera entender. Como si se tratara de eso. "Me parece absolutamente comprensible que mis enemigos, mis amigos y el público en general pretendan no entender el significado de las imágenes que surgen y que transcribo en mis cuadros. ¿Cómo van a entenderlas cuando yo mismo, que soy quien las hace, tampoco las entiendo? El hecho de que yo mismo, en el momento de pintar, no entienda el significado de mis cuadros no quiere decir que estos no signifiquen nada: al contrario, su significado es tan profundo, complejo, coherente e involuntario, que queda más allá del simple análisis de la intuición lógica". Ahí queda eso. 

    Quiso romper con todo Dalí, y lo hizo abanderando el surrealismo, destrozando toda asociación lógica posible. Y así plasmó sus sueños, sus locuras, sus obsesiones, sus fantasías, sus sentimientos, su infinita extravagancia. Plasmó, en suma, su genialidad. Su relación con Picasso, de la que trató hace unos meses una exquisita exposición en el Museo Picasso de Barcelona, por cierto, queda reflejada en esta sensacional obra de Víctor Fernández que, como todos los ensayos de investigación valiosos, aporta al lector múltiples referencias bibliográficas con las que seguir descifrando el objeto de estudio, en este caso, el enigma Dalí. Y el misterio Picasso, el genio del que Dalí escribe que "tenía una idea demasiado elevada de la fealdad como para poderse pagar el buen gusto con los diamantes de la realidad". 

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