Escándalo en el Rototom

Estos días se celebra en Benicàssim el festival de música reggae Rototom Sunplash. Ni conozco nada de este evento ni tampoco de este estilo musical. Tampoco conocía al cantante estadounidense Matisyahu, cuya actuación prevista en el Rototom ha sido suspendida por la organización en un bochornoso caso de politización y censura que está cerca del antisemitismo. Ante las presiones del grupo BDS País Valencià (Boicot, Desinversiones y Sanciones), los organizadores del festival pidieron al cantante que expresa públicamente su postura sobre el conflicto palestino-israelí. ¿La razón? Matisyahu es judío y, por lo visto, eso lo convierte automáticamente en promotor de los excesos militares de Israel y de sus violaciones de los Derechos Humanos. El cantante se ha negado a tener que dar su opinión sobre esta cuestión política sobre la que no se ha forzado a nadie más a pronunciarse y la organización le ha vetado. 

Es un escándalo de mayúsculas proporciones. Jamás entendí ni entenderé que se boicotee a artistas por su procedencia o su confesión religiosa. Primero, porque creo que la cultura está por encima, o al menos en un plano diferente de las batallas políticas o de las tendencias religiosas. Evidentemente, Palestina tiene derecho a un Estado propio. Sin duda, Israel imposibilita con su actitud esa solución pactada  a un conflicto enraizado desde hace décadas. Por supuesto que son reprobables, odiosas, espantosas las actuaciones militares del ejército israelí, como la que hace un año devastó la ya maltrecha franja de Gaza. Eso es obvio. Tanto como que un cantante judío no puede sufrir semejante trato sólo por su confesión religiosa. Es una discriminación intolerable. 

¿Se pide a los cantantes estadounidenses que se pronuncien sobre la pena de muerte? ¿Y a los chinos sobre las permanentes violaciones de los Derechos Humanos de su régimen dictatorial? ¿Y a los palestinos sobre los actos terroristas que comenten los radicales de Hamas? ¿Y a los cubanos sobre la falta de libertades del régimen de los Castro? Es un disparate pretender que un cantante judío deba someterse a un examen de pureza ideológica, a un proceso de expiación de su pecado original que, según las radicales posturas de los promotores de este boicot, todo judío lleva dentro. Es exactamente lo que han hecho los organizadores del Rototom movidos por un grupo, este del BDS, que considera que todo lo que suene a israelí o judío es automáticamente algo horroroso, espantoso, terrorífico, homicida. Si algo está claro es que con semejante simpleza mental y estrechez de miras no vamos a ninguna parte. 

Por lo que entiendo de este escándalo en el Rototom, un cantante judío, o un director de cine o un actor, sólo podrá librarse de los recelos del público, e incluso del boicot a sus trabajos, si se pronuncia abiertamente a favor de Palestina y en contra de las políticas de Israel. Todo por su procedencia judía. Esto se llama racismo, discriminación, antisemitismo. Y también inaceptable intoxicación política de algo diferente, la cultura, la música. A Matisyahu  no se le invitó al Rototom por ser judío, sino por su música. Y es eso lo único que debería importar en un festival. ¿Qué derecho tiene nadie a exigir a un artista a pronunciarse sobre esta o aquella cuestión política si no quiere que se cancele su actuación? ¿No se dan cuenta los defensores de la justa y legítima causa palestina que el camino de los boicots es excesivo e inquisitorial? 

"Apoyo la paz y compasión para todos los pueblos. Mi música habla por sí misma y no meto la política en ella. La música tiene el poder de trascender el intelecto, las ideas y la política, y puede unir a gente en el proceso", ha dicho el cantante judío en un comunicado publicado en su cuenta de Facebook, donde explica que se sintió coaccionado para dar su opinión sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Sólo por ser judío. Se pregunta el artista si a otros cantantes se les ha exigido posicionarse políticamente. "Ningún artista merece ser puesto en una situación así simplemente para realizar su arte. Sin importar raza, credo, país, antecedentes culturales, etcétera, mi meta es tocar música para todas las personas. Como músicos, esto es lo que buscamos", concluye. 

Creo que el boicot a Matisyahu  es más grave de lo que pueda parecer la actuación en un festival de música minoritaria. Es relevante porque supone exigir a todo judío que haga declaraciones políticas y, naturalmente, que las haga en el sentido exacto que desean los inquisidores de la causa, si quieren tener trabajo. Me pregunto cómo se habría reaccionado en la opinión pública, cómo habrían reaccionado quienes aplauden la decisión del festival Rototom, si se le hubiera exigido a un artista musulmán posicionarse sobre el terrorismo fundamentalista islámico y este, indignado, se hubiera negado. ¿No les habría parecido entonces tan excesivo e inaceptable como es el boicot a Matisyahu? ¿Qué diferencia existe entre presuponer en todo aquel que sea judío una connivencia con las políticas del Estado de Israel y hacer lo mismo con todo aquel que sea musulmán y los crímines fanáticos que se cometen en nombre del Islam? La cultura está muy por encima de las posturas políticas o las confesiones religiosas. No sólo eso, es algo que une y destruye esas barreras artificiales que construyen las razas y las religiones. O así debería ser, aunque en el festival Rototom lo entienden más como una trinchera más de batalla política. 

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