Gracias, Pedro Zerolo

Gracias. Esa es la palabra más repetida en las despedidas a Pedro Zerolo, fallecido prematuramente esta semana a causa de un cáncer de páncreas contra el que luchó hasta el final, aunque esta batalla, a diferencia de todas las demás que dio en su vida, no la pudo ganar. Y con una sola palabra, gracias, se resume el sentimiento que despierta este activista y político que fue decisivo en mejorar la vida de la gente y en situar a España en la vanguardia de la defensa de la igualdad de trato. Un noble representante de la política que de verdad vale la pena, la de los principios inquebrantables, la del compromiso irrenunciable con la igualdad, la de las buenas formas, la del activismo, la de tejer redes en pos de construir una sociedad más digna. 

Hace ahora diez años España fue pionera en algo por primera vez en mucho tiempo. En algo bueno, se entiende. El gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero promovió la ley del matrimonio homosexual. Éramos el quinto país del mundo que reconocía el derecho igualitario al matrimonio. El entonces presidente del gobierno ha dicho siempre que fue Pedro Zerolo quien le convenció para abrir ese debate, para construir una sociedad más decente. Porque, y esta es una de las muchas lecciones de la ejemplar vida de este político canario, cuando se defienden los derechos de las minorías se está defendiendo mucho más que eso, se está trabajando para que vivamos en una sociedad más habitable, más digna. Porque no lo es aquella que niega derechos a algunos de sus ciudadanos simplemente por ser diferentes. 

La ley del matrimonio homosexual elevó, en parte, a la categoría política de normal lo que a nivel de calle era ya simplemente normal, parafraseando a Adolfo Suárez. Pero sólo en parte. No hay más que recordar la salvaje campaña del PP y de la Iglesia contra este reconocimiento de derechos para tener claro que, esta vez, la ley fue algo por delante de la sociedad. Y eso se lo debemos en buena medida a Pedro Zerolo. Se ha avanzado mucho en este país en la lucha contra la homofobia. Mucho. Pero desde luego España sería hoy un país mucho más atrasado en esta cuestión, mucho menos decente y digno, si Pedro Zerolo y otros como él no hubieran dado la batalla por el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales. Por eso es tanta la gratitud que le debemos. Él entendió la política como lo que debería ser siempre y sólo es en muy pocas ocasiones, como un instrumento de servicio público, de cambio social. Sin gritos, sin malos modos, sin resentimientos, trabajó toda su vida por derribar los muros de la intolerancia y la desigualdad. 

Es su ejemplar dedicación a las causas de la defensa de los Derechos Humanos (los de los homosexuales, pero también los de otros colectivos discriminados como las mujeres o las personas inmigrantes) lo que deja como legado Pedro Zerolo. Recibió insultos, desprecios. Pero jamás respondió con la misma retórica del odio. Y aquí llega la otra lección de Zerolo, sus exquisitas formas, su buena educación, su delicadeza. En esta sociedad, no digo en la política, que por supuesto, sino también en las empresas y en muchos otros ámbitos de la vida, se margina a la sensibilidad, a los buenos modos, a la delicadeza. Y Zerolo, enérgico en la defensa de sus principios siempre, pero jamás con malas formas, nunca desacreditando, odiando o insultando, dio un ejemplo siempre. Un ejemplo de que se pueden defender causas nobles sin gritos, sin perder los nervios, sin caer en responder a cada ataque pueril y repugnante que recibe quien da la cara. 

La ternura y sensibilidad de la mano de las firmes convicciones, porque no son incompatibles. Eso también nos lo enseñó Zerolo. Como la actitud valiente y vitalista con la que se enfrentó a la enfermedad. Nunca tiró la toalla ni dejó de trabajar. Sonreía siempre y transmitía esa ligazón a la vida de las personas alegres que ponen al mal tiempo buena cara y que se niegan a rendirse contra las adversidades. No lo hizo contra la homofobia, contra la incomprensión, contra la discriminación, contra los discursos del odio jaleados por instituciones rancias y partidos trasnochados. Tampoco lo hizo contra el cáncer. Iba actualizando las fotos de sus redes sociales con su aspecto real en cada momento durante su convalecencia, lo cual parece un detalle nimio pero no lo es. Porque no ocultó la enfermedad contra la que luchaba. Porque no hablaba de una larga enfermedad ni se escondía. Es decir, afrontó el cáncer como se debe hacer y en ello también ayudó a muchas personas. Con su vida libre fue vital para tantas lesbianas, gays, transexuales y bisexuales que no se atrevían a compartir su orientación sexual con quienes le rodeaban con miedo al rechazo. Y con su forma de enfrentarse  la enfermedad también ha servido de ayuda a tantas personas que se enfrentan al cáncer. 

Zerolo es de esas personas a las que se debe gratitud inmensa. Por eso no sorprende el despliegue mediático con el que se le ha despedido esta semana. Se han escrito artículos hermosos sobre el político y activista canario. Me quedo con tres. El primero, Mañana podrá ser quien quiera, de Cote Villar en El Mundo. La periodista llama a Zerolo "el alcalde de Chueca" en esta preciosa columna donde agradece el trabajo del político porque, explica, "la mayor parte de nosotros de nosotros somos turistas. Disfrutamos de la vida lo que podemos y luego la dejamos pulcramente como la encontramos. Todo siempre es asunto de otros. No nos ponemos metas muy altas porque bastante tenemos con subir las escaleras. Mi indolencia me lleva a sentir profunda admiración por aquellos que muerden y no sólo ladran. Los que vienen al mundo para inventarlo, los que no dan nada por sentado. Pedro Zerolo era así". Acaba el artículo explicando que se dirige a la plaza de Chueca con su hijo a rendir tributo al político. "Le tengo que contar que gracias a ese señor, mañana podrá ser quien él quiera". 

Otro bello artículo de homenaje a Pedro Zerolo ha sido el de Jorge M.Reverte en El País. Bajo el título Homófobos en deuda, el escritor se pregunta cómo puede rendir tributo al político canario. "Se me ha ocurrido que si cada uno de los homófobos antiguos contamos públicamente nuestro repugnante pasado, el mundo será más limpio que antes. Y, desde luego, lo seremos nosotros". Relata cómo en el colegio y después en la mili se hacía la vida imposible a los niños afeminados o a los reclutas homosexuales. Cuenta cómo esa actitud vergonzosa era alentada por los curas en su colegio y por los militares en los cuarteles. Agradece Reverte a las personas como Pedro Zerolo que la sociedad sea más justa porque "la libertad, la profundización de los derechos civiles, no nos van a hacer más felices, pero sí más dignos y libres. Gracias, Zerolo". 

El último artículo, en realidad, no se ha escrito a raíz de la muerte del político socialista. De hecho, se publicó en 1997. Es una hermosa columna de Arturo Pérez-Reverte que el escritor compartió en Twitter el día del fallecimiento de Zerolo como homenaje. Le había perdido la pista a este artículo, Parejas venecianas, que leí en un libro recopilatorio de las mejores columnas del escritor en el dominical del grupo Vocento. Habla Pérez-Reverte de las parejas gays que veía en Venecia. En concreto, de una pareja de dos hombres que viajan en el mismo vaporetto que él por la bella ciudad italiana.  "Y sabía, imaginé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa", escribe. Es un artículo espléndido, con la contundencia habitual de Reverte. "A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura". 

Afirma el escritor que envidia la lucidez y la alma de quienes, "a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo más elemental y humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo". Son sólo tres ejemplos de bellos artículos dedicados a Pedro Zerolo, un hombre valiente al que todos, todos, debemos mucho. Gracias y hasta siempre. 

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