Refugiados

De un tiempo a esta parte, en particular desde el estreno de la magnífica El Ministerio del tiempo en Televisión Española, se habla mucho del salto de calidad de la ficción televisiva nacional. En poco tiempo, en efecto, se han estrenado series novedosas que se alejan del tópico, muchas veces injusto, por otro lado, al que se ha asociado habitualmente a la ficción en España. Ya saben. Series demasiado largas por la necesidad de cubrir todo el prime time de la cadena, historias familiares, con la obsesión de llegar a todo tipo de público, lo que obligaba a introducir tramas para distintos sectores de población... Insisto, es un tópico, como todos, que no se ajusta del todo a la realidad pero, como todos los tópicos también, basado en parte de realidad. 

Sin embargo, esto empieza a cambiar. Y de qué manera. Primero fue, como digo, El Ministerio del tiempo, serie divertida, inteligente, rompedora y didáctica. Nunca antes se había hecho algo similar en la televisión en España. Una propuesta osada que plantea la existencia de un ministerio desconocido por la opinión pública que, desde los tiempos de Isabel la católica, cuenta con una red de puertas que permite viajar en el tiempo cuya misión es respetar la historia de España tal y como sucedió. Ciencia ficción sin complejos. Con unos diálogos frescos, unos personajes potentes (en especial los personajes femeninos, cabría decir como otra gran novedad de esta serie) y un planteamiento original que cautiva al espectador, superó en audiencia a la media de la cadena y, gracias en parte a la presión  de los aficionados a través de las redes sociales, TVE renovó la serie por otra temporada más aunque, eso sí, afirmando algo que es como para echarse a temblar, que las tramas se harían más sencillas para que llegara a más gente. Esperemos que no cumplan con su amenaza, porque eso podría ser tanto como cargarse todo lo que de novedoso y rompedor tiene la serie, es decir, todo lo que la hace tan especial. 

El Ministerio del tiempo trata a los espectadores como personas inteligentes, lo cual también es una novedad, incluso una provocación, en la televisión en España. Hablamos del medio donde arrasan Sálvame y Gran Hermano. De las series con muchos personajes jóvenes de buen ver con la finalidad de captar a un público adolescente entregándoles el atractivo fácil de unos actores y unas actrices con amoríos e historias de poca hondura y profundidad. Pero, de repente, aparecen series (como ya ocurrió, por ejemplo, con Crematorio en Canal +) que no quieren conquistar a un público mayoritario, o que no quiero hacerlo al menos con tácticas facilonas, con tramas sencillitas que no le den mucho que pensar. Series que van más allá del mero entretenimiento, que rompen esquemas. 

Un elogio frecuente en estos casos, y creo que también de nuevo es algo injusto, es que son series que no parecen españolas. Insisto, es injusto. Pero detrás de ese elogio se afirma que son productos distintos a los convencionales, desde la forma en la que están rodadas, su propia iluminación (memorable la escena en la que el personaje de Velázquez se queja en El Ministerio del tiempo de cómo restauran sus obras porque les ponen demasiada luz, "parece una serie española), sus tramas... Dentro de este grupo de series novedosas que reflejan esta madurez de la ficción nacional se encuentran también, según la crítica, Vis a vis, un drama carcelario que estrenó Antena 3 hace un par de semanas y de la que no puedo hablar más que de oídas, porque no la he visto, y Refugiados, serie que estrenaron simultáneamente la semana pasada todos los canales de Atresmedia y que desde esta semana emitirá La Sexta. 

De Refugiados sí puedo hablar y casi todo cosas buenas. Su primer capítulo es formidable, brutal. Esta serie, que es la primera coproducción de una cadena española con la prestigiosa BBC británica, también echa mano de la ciencia ficción y de los viajes en el tiempo, pero es muy diferente a El Ministerio del tiempo. El planteamiento de inicio es muy potente. Millones de personas (en realidad, 3.000 millones) viajan desde el futuro hacia atrás en el tiempo porque no hay suficientes alimentos para todos. Es una oleada impresionante de refugiados con la que tendrán que lidiar los ciudadanos y las autoridades. La historia, en concreto, se centra en un matrimonio que vive en un pueblo y refugian a un viajante en el tiempo que pronto parece ser algo diferente a lo que aparenta. Nada es lo que parece. Ni con él, ni con ningún personaje. 

Lo bueno de la ciencia ficción, género con el que mantengo una muy bien avenida relación de amor y odio, es que permite abordar problemas globales y muy reales. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa, esta oleada de refugiados desde el futuro plantea el dilema de la sostenibilidad de los recursos del planeta ante el crecimiento de la población y, sobre todo, de forma exquisita aborda el drama de la inmigración. Porque, en efecto, estos refugiados son eso, inmigrantes que llegan a un lugar y reciben, en muchos casos, la incomprensión, el miedo y los reparos de una población que teme lo que desconoce. Ese paralelismo evidente entre los refugiados en el tiempo y los inmigrantes es, sin duda, uno de los muchos puntos fuertes de una serie que, además, está muy bien rodada, con poca luz (casi todas las tramas transcurren de noche, lo que acentúa la sensación de intriga y angustia en el espectador), por cierto, y que, por lo visto en el primer capítulo, promete mantener tensión hasta el final de sus ocho episodios. Una serie que cuenta también con un reparto de altura. 

Es ciencia ficción, sí, pero dentro de ese género se pueden abordar, y en Refugiados se abordan, sentimientos universales como la solidaridad, el amor, los secretos del pasado (curioso juego de tiempos pretéritos y futuros, y no sólo por esos viajes hacia atrás en el tiempo de los refugiados, sino también por lo que ocultan los personajes) o la tolerancia a las personas diferentes. Promete mucho esta serie que, además, contó con el apoyo del público, pues su primer episodio fue visto por 4.377.000 espectadores, un 25% de share, lo cual también puede empezar a demostrar a los programadores que la ficción bien hecha y los productos de calidad también interesan, siempre que se sea osado y se apueste decididamente por ellos. Puede que estemos ante un punto de inflexión en la ficción en España. Es una noticia sensacional para todos, empezando por la propia televisión, que lleva ya tiempo acogiendo en otros países muchas de las mejores producciones (incluso mejores que el cine que se hace actualmente, piensan mucho). En la televisión en España también hay gente que se atreve a proponer productos rompedores y el público, por lo que se ve, recoge gustoso el guante. Que tome nota quien corresponda. 

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