Número cero

En la contraportada de Número Cero, la última novela de Umberto Eco publicada en España por la editorial Lumen se incluye, además de la habitual sinopsis de su historia, una frase de Roberto Saviano en la que el admirable y valiente escritor italiano da su opinión sobre esta obra. "Umberto Eco ha escrito una novela que es el manual de comunicación de nuestro tiempo", leemos. Sinceramente, discrepo. Por completo. Aparenta esta novela ser más de lo que finalmente resulta. Es de las que genera unas expectativas que, siempre según la opinión de este lector, quedan muy lejos de ser cubiertas. Se habla en el libro mucho de comunicación, sí, de cómo funcionan los medios, lo cual podría dar para mucho dada la situación de los periódicos. Pero no veo en esta obra manual de comunicación alguno. Tampoco termino de entender el tono de la obra. Como sátira no funciona del todo. Supongo que pretende, a través de un enfoque irónico y mordaz criticar el estado actual de los medios de comunicación, lo cual es muy bienvenido porque es mucho lo que se puede (y se debe) criticar. Pero Número Cero, a pesar de sus pretensiones, me deja más bien frío. Si pretende ser algo más que un entretenimiento ligero, creo que fracasa en su intento. 

El planteamiento de origen de la novela es prometedor. Colonna, un perdedor, recibe la propuesta de un misterioso empresario, Simei, para ser redactor jefe de un nuevo periódico que quiere poner en marcha, Domani (mañana), que tendrá como finalidad adelantarse a los acontecimientos que sucederán en el futuro, aunque naturalmente para ello se deba recurrir a invenciones, fabulaciones, suposiciones, exageraciones o directamente mentiras. Aquello de no dejar que la realidad estropee una buena noticia. Este empresario se acerca al mundo de los medios de comunicación por ansia de poder e influencia, por supuesto, no porque crea en la necesidad del periodismo en toda democracia y patrañas similares. Por ahí supongo que hay paralelismos con Silvio Berlusconi, magnate de los medios en Italia antes, durante y después de ser primer ministro del país transalpino. 

La historia está ambientada en 1992. Junto a Colonna, en la redacción de Domani trabajan otros periodistas de medio pelo que contrata el empresario Simei, quien quiere atemorizar a gente importante para entrar en la élite (lo que vendría a llamarse casta, término que precisamente nació en Italia antes de que Podemos lo tomara prestado para definir a la clase política española). Entre ellos, Maia, una joven que viene de trabajar en la prensa del corazón, lo que llama "afectuosas amistades", y Braggadocio, un personaje peculiar que investiga una estrambótica historia sobre la (no) muerte de Mussolini, la CIA y El Vaticano. No es que el autor profundice demasiado en las personalidades de los protagonistas. Se cuenta la historia, sencilla, divertida por momentos, con pasajes interesantes, pero sin calar hondo. Algo le falla, ya digo, a esta novela para ser redonda, o siquiera para aproximarse. 

El libro se llama Número Cero porque, en realidad, Domani no se pone en marcha, sino que se dedicará a elaborar doce números cero, es decir, doce ediciones que no saldrán a la luz, en la que se fabulara sobre hechos del pasado para darle interpretaciones distintas a las que ofrecieron los otros medios de comunicación. En las reuniones de redacción donde se deciden los contenidos que aparecerán en el periódico y el enfoque que debe darse a las informaciones está el mayor atractivo de la obra, desde mi punto de vista. Ahí sí aparecen nada sutiles críticas a varios de los grandes defectos de los medios de comunicación: el sensacionalismo, la simplificación, la costumbre extendida de tratar a los lectores como menores de edad, fabricar noticias o moldearlas para marcar la agenda, aunque se a costa de generar alarma social, medir el impacto que cada noticia publicada podría tener sobre los negocios del dueño del periódico, pues no es cuestión de ponerle en apuros... En esos pasajes sí puedo conceder que hay, no desde luego un manual de la comunicación de nuestro tiempo, pero sí una interesante aproximación a los vicios, cuantiosos, de los medios hoy en día. 

Las historias personales de los protagonistas, ya digo, quedan muy en segundo plano, lo que es perjudicial porque el lector no logra implicarse emocionalmente con ninguno de los perdedores que circulan por las páginas del libro, y eso que el lector tiende a coger cariño a los personajes perdedores. La investigación sobre aquel turbio asunto del pasado que implica al Vaticano, a la CIA y hasta a Mussolini en sus estertores, se adueña de la novela. Y tampoco aporta demasiado. La psicosis de Braggadocio, que ve espías hasta en turistas japoneses por Milán, y el escepticismo con el que Colonna escucha sus historias, el contraste entre ambos, sí genera cierto interés. En resumen, Número Cero es una obra menor. Entretenida a ratos. Y poco más. 

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