Eva Braun, en la intimidad de Hitler

Hitler acariciando a su perro. El führer sin escrúpulos responsable de la muerte de millones de personas, de la persecución de judíos, homosexuales y personas con discapacidad, mostrando cariño por un animal. El dictador execrable agachándose para dar mimos a un can. Feliz de reencontrarse con él en su casa después de estar un tiempo sin verlo porque venía de hacer la guerra, de sembrar el mundo de dolor e injusticia, de odio, sangre y fuego. Hitler mostrando emociones inequívocas, sentimientos hacia un animal. Eso sí, un perro alemán, que es la única concesión de la imagen a esos instintos bajos de nacionalismo excluyente (si es que existe uno que no lo sea) que con sus discursos del odio agitó en la sociedad alemana. 

Hitler saludando a un grupo de niños. Sonriendo. Haciéndoles carantoñas. El gobernante más insensible y odioso de cuantos ha conocido la historia, el responsable de muchas de las mayores cotas de salvajismo y sadismo a las que ha llegado el ser humano, feliz junto a los chavales. Hitler haciendo bromas con los niños, hijos de sus empleados a los que recibe tras la celebración de una Nochebuena. Los empleados del führer, nerviosos y honrados porque el dictador, su líder supremo, el militar obsesivo y desequilibrado mental que conduce a Alemania al desastre y al mundo a la peor guerra jamás vivida, recibe a sus hijos. Hitler, de nuevo, con un gesto inequívoco de estar disfrutando, de sonreír ante los gestos inocentes de los niños. Hitler jugando con ellos, araciándolos, interesándose por su edad, por su nombre, por sus juegos. 

Son dos escenas del impactante documental francés Eva Braun, en la intimidad de Hitler, dirigido por Isabelle Clarke y Daniel Costelle que se estrenó en 2007 y recientemente ha emitido La 2 (en este enlace pueden verlo). La película se basa en las imágenes rodadas con su cámara por la propia Eva Braun, amante de Hitler entre 1932 y 1945, cuando ambos se suicidaron juntos al ver que el ocaso de su sueño de dominación nacional se acercaba. Es un documental que impacta porque vemos imágenes de las reuniones de Hitler con la cúpula nazi, encuentros felices de un grupo de amigos en torno a una merienda o a un buen vino. Risas. Celebraciones. Abrazos. En resumen, lo que mostrarían las imágenes íntimas de cualquier familia, sólo que este señor es Adolf Hitler, el tirano que puso en riesgo a todo el mundo, el dictador que organizó un sistema para asesinar a quienes no cumplían con los requisitos de lo que él vino a llamar la raza aria. 

Durante todo el documental se observa con asombro, con una mezcla de repugnancia e intriga, de interés innegable por meternos en la casa de la jerarquía nazi y confusión por ver reacciones y actitudes normales en su comportamiento íntimo, lo que Hitler hace de puertas para adentro, cómo es su vida privada. Naturalmente, no está exenta de su locura y megalomanía, pero sobresalen esos momentos, como el de las caricias al perro o las carantoñas a los niños, en los que el dictador y su corte actúan con normalidad, casi se diría que como personas cualesquiera. Eso descoloca y confunde. No tanto porque uno esperara ver a Hitler ejecutando sádicamente al perro o pellizcando hasta provocar el llanto a los niños, sino porque impacta ver al dictador teniendo sentimientos, o al menos expresándolos hacia fuera. 

Es esa sensación extraña la que el espectador tiene durante los 70 minutos del documental, cuyo mayor interés reside en la posibilidad de entrar en la intimidad de Hitler y conocer cómo vivía mientras ordenaba invasiones, ejecuciones y planes de exterminio. Cómo hablaba con los jerarcas nazis, cómo se reía, cómo disfrutaba en su hogar mientras el mundo fuera se derrumbaba porque él así lo había decidido, porque entiende que la guerra es el estado natural de las cosas, porque siente estar llevando a Alemania al lugar glorioso que nunca debió abandonar. No se trata sólo de ver a Hitler en su intimidad sin gestos histéricos ni planeando maldades, sino simplemente paseando por el campo o celebrando fiestas con sus amigos. Es además el impacto brutal que supone ver a tanta gente, empezando por la propia Eva Braun, amante del ser más malévolo y odioso que ha dado la humanidad, despreocupada por completo de lo que sucede fuera de sus viviendas de lujo. La guerra no parece estar presente en ninguna de sus reuniones. Si acaso, alguna conversación aislada entre jerarcas nazis en los que, según explica el documental, un análisis de sus labios determina que charlaban sobre el plan para exterminar a los judíos. 

Eva Braun hace deporte, celebra fiestas, ríe y brinda por cada triunfo militar de los nazis. Mientras en las ciudades alemanas la gente sufre, y también en otras ciudades del mundo adonde el ejército de Hitler lleva la destrucción y sus alocados planes, dentro de la vivienda del dictador su amante y todos los que lo rodean viven felices, tranquilos. Como si nada de lo que ocurría ahí fuera tuviera relación con lo que se había decidido en esas paredes, con la ideología fanática que, en mayor o menor grado, por convencimiento o por conveniencia, todos ellos compartían. Sólo al final, según se va acercando la derrota militar de Hitler y el triunfo de los aliados se observan algunas caras más serias en las grabaciones de Eva Braun. Pero poca cosa. Una Eva Braun que no sólo se sintió a gusto conviviendo con un criminal como Hitler, sino que, según explica la voz en off del documental, se encargó de tomar precauciones y de asegurarse que sus grabaciones de estos momentos íntimos con el dictador se preservaran cuando la guerra empezaba a girar de rumbo y a aventurar una derrota nazi. 

Sobrecoge, en fin, observar la intimidad del tirano que arrastró a la locura a todo un país, Alemania, cuyos ciudadanos, entre la adhesión convencida y el silencio cómplice, jaleó o al menos no denunció, miró hacia otro lado, un plan de exterminio que acabó con la vida de 6 millones de judíos. En un momento del documental se relata también, creo que justo después de ver a Hitler hacerle carantoñas a los hijos de sus empleados (tal vez todos lo suficientemente rubios, ahora que caigo, como para no suponer una amenaza a la pureza de la raza que proclamaba el führer, tal vez de ahí su alegría al encontrarse con ellos), el plan de los nazis para asesinar a las personas con discapacidad, porque el régimen de Hitler jugó a ser dios y a "limpiar" la sociedad de todos aquellos que no eran perfectos a sus ojos, que no cumplían los requisitos necesarios para esa sociedad futura que querían construir. Hitler acariciando con amor a un perro. El mismo Hitler causante de tantas atrocidades. Eva Braun, en la intimidad de Hitler, es un documento de gran valor histórico y muy desconcertante e impactante. Un documental asombroso. 

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