Como la sombra que se va

Como la sombra que se va, la última novela de Antonio Muñoz Molina, es en realidad dos libros en uno. Ambos, con personajes reales. Ambos dedicados a relatar lo que ocurrió de verdad en el pasado. A la manera de Cercas, novelas sin ficción. No es una comparativa casual ya que dos de las grandes publicaciones literarias en España el año pasado, esta obra del Premio Príncipe de Asturias de las Letras y El impostor, de Javier Cercas, comparten esa vocación por ensanchar las fronteras de la novela, por juntar sin reparos ficción y realidad, o por darle un tono de ficción, de relato bien armado y construido con las herramientas clásicas del género de ficción, una historia puramente real. En ambos casos, además, el autor habla sobre sí mismo, se desnuda ante el lector con una actitud honesta y valiente. En ambos libros se reflexiona sobre el proceso de construcción de la novela. 

Esas dos historias, esas dos novelas que cuentan con la ciudad portuguesa de Lisboa como principal punto en común, reflejadas en la maravillosa novela de Antonio Muñoz Molina es, por un lado, la huida de James Earl Ray, asesino de Martin Luther King, y por el otro el pasado y el presente del propio autor. Las dos historias convencen. El autor recrea, gracias a los documentos oficiales ya desclasificados sobre este caso, esos días de huida del asesino de uno de los referentes éticos de la historia reciente. Pone empeño Muñoz Molina por entrar en la mente de este criminal, por escudriñar sus pensamientos y sus sensaciones, por retratar ese perverso ego que le hacía sentirse importante, secretamente halagado, con cada información que publicaba la prensa sobre el asesino de Martin Kuther King. 

Convence y fascinan, en particular algunos pasajes extraordinariamente logrados en los que el autor consigue situarnos frente a James Earl Ray con su exquisita y cuidada prosa, esa parte de la novela. Pero cautiva especialmente aquella en la que Muñoz Molina habla sobre sí mismo. Hay algo de acto heroico en la decisión de un autor consagrado, multipremiado, reconocido y prestigioso, que decide dar un salto al vacío y compartir facetas de su vida privada. Con honestidad desbordante, el autor nos habla de su pasado. Se remonta a 1987, año en el que viajó a Lisboa solo, apenas un mes después del nacimiento de su segundo hijo, en busca de inspiración para la novela que le lanzaría a la fama y gracias a la cual lograría abandonar su doble vida de serio funcionario municipal por las mañanas y escritor por las tardes, El invierno en Lisboa

Relata con precisión Muñoz Molina aquello que sentía él, tan joven y con la vida ya tan aparentemente asentada, pero ahogado por la insatisfacción y la rutina. Casado, con dos hijos y un empleo estable en el ayuntamiento de Granada, pero infeliz, ansiando algo que busca por las noches, que fabula en sus momentos de creación literaria, que presta a los personajes de sus novelas pero en realidad siente él. "Debajo de una superficie tranquila mi vida era una yuxtaposición sin orden de vidas fragmentarias, un sinvivir de deseos frustrados, de piezas dispersas que no cuadraban. Una gran parte de lo hacía me era ajeno. Lo que yo era por dentro y lo que importaba de verdad permanecía oculto para la mayoría de personas que trataba conmigo". 

Con desgarradora sinceridad, con actitud kamikaze y despreocupada, con honestidad brutal hacia sus lectores, Muñoz Molina habla de sus noches de alcohol y perdición, de su deambular por las calles intentando llenar ese vacío interno, o mejor, darle espacio externo, real y no fabulado, a todo lo que le rondaba por dentro. Esta novela, además de muchas otras cosas, es una hermosa historia de amor. En la edición de Seix Barral del libro se incluye en la biografía del autor un dato que ignoro si se publica en otras obras del autor y que, así como en ellas podría parecer gratuito e innecesario, aquí adquiere una dimensión especial. Se explica que el autor está casado con la escritora Elvira Lindo. Sin nombrarla nunca, al novela está dedicada a ella y Lindo es una de sus grandes protagonistas. 

Con sutileza y una prosa muy bella, Muñoz Molina construye aquí una hermosa declaración de amor a Lindo, que fue quien le sacó de esa insatisfacción de su vida anterior, según relata el autor. Valga de ejemplo este maravilloso pasaje: "Me gusta haber llegado antes de tiempo. Así estoy seguro de que te veré llegar. Me ha gustado siempre cuando apareces inesperadamente; mirarte durante los pocos segundos que tardas en verme tú; verte de lejos, ensimismada, por la calle, más plenamente tú misma porque estás sola y no tienes conciencia de mi cercanía, verte como si yo no existiera en tu vida". 

La otra parte de la novela, la reconstrucción de la huida del asesino de Martin Luther King, es también muy interesante. El autor consigue trasladarnos a los tugurios donde se aloja, a las sucias habitaciones de hotel, a los cuartos donde James Earl Ray contrata los servicios de prostitutas, a su deambular por las calles de Lisboa... Consigue mostrarnos su obsesión por leer todos los periódicos, por saber todo lo que se publicaba y decía en los medios sobre su casa, en el fondo incrédulo ante la importante que se le daba a la muerte "de un negro". Hay escritores cuyo estilo se asemeja al de esos grandes árboles que crecen y crecen  con su robustez, altura y exuberancia asombran al que los mira (al que los lee), pero sin llegar a desarrollar un crecimiento desaforado, descontrolado a todas luces, incontrolable. Muñoz Molina jamás cae en lo segundo. No es en absoluto plano su estilo, pero también se pierde ni cae en excesos preciosistas. Lo importe es la recreación de la historia y lo consigue con maestría. Es, en suma, uno de esos libros formidablemente bien escritos. 

Mención aparte merece, ya casi al final de la novela, el modo en el que Muñoz Molina relata su visita al museo de los derechos civiles en Memphis, cómo ve los lugares y los objetos de los que habla en su novela, lo que siente en esos espacios de la memoria. También realiza el autor un ejercicio fascinante cuando se mete en la mente de Martin Luther King aquella tarde del 4 de abril de 1968, minutos antes de ser asesinado. Nos muestra Muñoz Molina más al hombre con sus complejidades, sus luces y sombras, que al líder espiritual de tan hermoso movimiento, sin duda uno de los más luminosos e inspiradores de la historia reciente. En ese aspecto, comparte una actitud de admiración, pero con voluntad de mostrar al hombre de carne y hueso que había detrás del líder, con la película Selma

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