Religión en las aulas

Estos días ha levantado un cierto revuelo, el lógico en una sociedad más o menos avanzada en pleno siglo XXI, el temario de la asignatura de religión incluida en el BOE. Con la ley Wert, esta materia será voluntaria (sólo faltaba), pero evaluable. De esta forma, saber hacer sumas, multiplicaciones o raíces cuadradas valdrá lo mismo para la nota del expediente y para solicitar becas que "reconocer con asombro el origen divino del universo" o "la incapacidad del ser humano de ser feliz por sí mismo sin Dios". Ver en el BOE estas afirmaciones, por mucho que se trata de la publicación del temario de una asignatura, llama la atención. Por el atraso que supone, fundamentalmente. 

Yo no me escandalizaría tanto por los contenidos de la asignatura de religión, sino por su mera existencia, al menos con su configuración actual. Como sabemos, ahora y siempre desde 1982, es la Conferencia Episcopal la que elabora los contenidos de la asignatura de religión. Pretender que los obispos impongan a esta materia una comcepción tolerante y plural de la vida, no digamos ya racional o científica, sería algo así como colocar a un pirómano de jefe de bomberos y esperar que se reduzcan los incendios. No va a ocurrir y no es culpa del pirómano, sino de quien le ha puesto ahí y le ha dado ese poder. 

En una intervención pública enternecedora, como todas las suyas, Carlos Floriano echó en cara a Ciudadanos (a "Ciutadans", en concreto, porque debe de pensar que eso de ser catalán es algo intolerable que los españoles de bien no aceptarán) que pretende eliminar el Concordato con la Santa Sede. ¿Y se supone que eso es algo que debería espantar a los futuros votantes de esa formación, que por otra parte tiene sombras de las que en otro momento hablaremos? En un Estado aconfesional como se supone es el nuestro, no tiene el menor sentido que la Iglesia católica establezca los contenidos de una asignatura que cuenta para la nota media de los estudiantes. Es más, no tiene ningún sentido que exista una asignatura de religión con ese enfoque tan doctrinal y no una materia que explique la historia de las religiones y la importancia que estas (en muchos casos para mal: Inquisición, fanatismo, cruzadas, guerras de religiones...) han ejercido sobre la humanidad. 

No me escandalizaría, pues, por los contenidos de la asignatura de religión, porque nada distinto cabe esperar de una materia dictada por la Conferencia Episcopal. Es cierto que, en comparación con el temario actual se eliminan las menciones a las otras religiones y a cuestiones polémicas como el aborto o la eutanasia. Es decir, la asignatura tendrá todavía más marcada su vocación de adoctrinamiento que, por otra parte, para sus hijos libremente han elegido sus padres. Chirría también que en el temario se incluyan las "causas y consecuencias" de los procesos de la Iglesia contra grandes pensadores como el médico español Miguel Servet, víctima de la intolerancia. Caben dos posibilidades. Que muchos siglos después, la Iglesia siga encontrando sentido y justificación a la quema en la hoguera de quienes no comulgaban con las doctrinas dominantes, como un profesor (sacerdote) que tuve en el colegio y nos dijo una vez que en realidad lo de la Inquisición no fue para tanto y que se exagera mucho, o que se reconozca al fin que la sinrazón y el fanatismo ciego ha guiado durante siglos la acción de la jerarquía católica. Sea como sea, yo me sentiría más tranquilo si esos alumnos estudian en la clase de historia los procesos inquisitoriales contra grandes pensadores y científicos para que no tengan sólo la visión sesgada de la Iglesia.

Las creencias religiosas de cada cual, evidentemente, son libres y perfectamente respetables. Eso es incuestionable. La libertad de culto es un derecho de las sociedades avanzadas, uno de sus rasgos definitorios, como lo es también, o debería serlo, su laicismo. Y ahí es donde falla nuestro país. Del contenido de la asignatura de religión hay afirmaciones, como la del origen divino del universo, directamente contrarias a la ciencia. Creacionismo en estado puro. ¿Son las aulas de un colegio el lugar más adecuado para impartir esas "enseñanzas"? Que en esa misma clase donde se imparte inglés, lenguas, matemáticas o ciencias se imparta también doctrina católica es algo difícil de digerir en una sociedad avanzada. No es el lugar adecuado, como tampoco lo es el tratamiento. ¿Cómo es posible que la religión valga para el expediente del alumno igual que ciencias? En una asignatura contará que el universo procede de la mano de dios y en la otra aprenderá conocimientos de verdad, no mitos. 

El ministro Wert explicó que él nada ha tenido que ver con el contenido de la asignatura de religión. Lo peor no es que parezca una forma burda de echar balones fuera, sino que es verdad. Lo peor es que, en efecto, el Ministerio de Educación nada dice sobre el contenido de una asignatura, ni sobre la selección de los profesores que la imparten, cuya calificación valdrá lo mismo para el expediente académico y para solicitar becas que matemáticas o lengua. 

Por último, y como dice la frase hecha, no menos importante, la asignatura de religión es optativa y la alternativa a la misma es una materia, Valores Cívicos y Sociales, que parece una versión edulcorada de Educación para la ciudadanía. Es quizás lo más grave del tratamiento que la nueva ley de educación le da a la religión. Se entiende, y es un tremendo error, que los alumnos que reciben catequesis, pues no es otra cosa esta asignatura de religión, no necesitan formarse en valores cívicos. Es decir, lo mismo da, afirman, ser educado con la visión cerrada y dogmática de una confesión religiosa que recibir formación cívica. Si has estudiado la Biblia, vienen a decir, no necesitas conocer la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si has tenido contacto con los principios de una religión (y no negaré que puede servir como filosofía vital, pero en absoluto como sustitutivo de la más elemental educación cívica), no es preciso que conozcas los principios fundamentales para convivir y respetar al diferente en una sociedad moderna.

Es un disparate que religión sea una optativa que se confronte a valores cívicos y sociales. Qué decir del maltrato a la filosofía, también optativa. ¿Enseña la asignatura de religión la igualdad entre hombres y mujeres o consagra la visión machista y patriarcal de la Iglesia? ¿Ayuda a entender al diferente, cuando ni siquiera menciona la existencia de otras confesiones religiosas? ¿Transmite el respeto a los homosexuales o enseña que cualquier relación sexual que no sea entre un hombre y una mujer es contra natura y enfada a Dios? ¿Prepara a los alumnos para vivir en una sociedad moderna, avanzada, plural y diversa o les da argumentos para encerrarse en su visión del mundo y despreciar las ajenas? En definitiva, ¿de verdad la asignatura de religión sirve para prescindir de la enseñanza de valores cívicos? Asusta pensar las respuestas a estas preguntas de quienes han decidido otorgar tan desmedida importancia a la religión en la nueva ley educativa. 

Comentarios