El disco de cristal

Cuando en el colegio íbamos al laboratorio el profesor ponía siempre especial cuidado en explicarnos los componentes que podían mezclarse entre sí y los que no, pues provocarían reacciones indeseadas. Ácidos y bases, pero no dos ácidos fuertes. Una dosis determinada de este componente sobre la base de aquel otro. Con la comedia y el drama ocurre algo similar. Pueden mezclarse, naturalmente, pero es necesario medir muy bien las cantidades para evitar que la probeta salte por los aires. No es sencillo. Hay que saber muy bien lo que se hace. En El disco de cristal, una libérrima versión de Secun de la Rosa de El zoo de cristal, de Tenesse Williams, se consigue un equilibrio perfecto entre comedia y drama. Es una situación dolorosa, frágil, de apreturas, la que se muestra sobre el escenario de la sala off del Teatro Lara. Pero sin embargo la obra despierta risas en los espectadores. También lágrimas. Una tragicomedia fresca, inteligente y nada convencional sobre la familia, el pasado, la nostalgia, la amargura y los sueños. 

"El cielo de Madrid es muy bonito porque se come el brillo de la gente que viene con sus sueños". Es una de las frases más contundentes que se escuchan en la función. La pronuncia Tommy Tomás, un cantante melódico que en los años 80 sacó un disco, su único disco, y que malvive ahora junto a sus dos hijos ofreciendo bolos en bodas, bares o plazas de pueblos en fiestas. Es un personaje trasnochado, anclado en el pasado que, sin embargo, despierta ternura, por su fragilidad, por lo vulnerable que se presenta. Sin embargo, su amargura y resentimiento los transmite, aunque sea de forma inconsciente, a sus hijos. Y ahí es donde se complica la obra. Ahí es donde la familia, tal vez junto al amor el tema central de la inmensa mayoría de las obras de teatro hoy y siempre, aquí y en cualquier otra parte del mundo, porque es uno de los pilares de nuestras vidas, nos muestra dos caras. Una amable, la de acompañar a personas que quieres, soñar y luchar con ellas. Otra, dolorosa. El darse cuenta de quien tienes al lado te ahoga, te oprime, te hace daño, te incomoda. 

Los hijos de Tommy Tomás son Goyita, quien tiene una pequeña cojera que le hace padecer una timidez extrema, enfermiza, y que le lleva a carecer de habilidades sociales porque le mina la autoestima, y Pere, un chaval que es quien realmente mantiene a la familia gracias a su trabajo como reponedor en un supermercado, que compone letras y fantasea con abandonar su hogar y volar solo.  Viven los tres solos, porque un tiempo atrás Merce, la mujer de Tommy Tomás, hijo de emigrantes extremeños en Barcelona, los abandonó. Entonces se truncó la carrera y la estabilidad emocional del padre de familia, que decidió poner rumbo a Madrid, tal vez para tomar distancia de la dolorosa pérdida de su esposa, del abandono. 

Si de algo trata esta obra, que consigue con su sencillez emocionar al público y hacerle reflexionar, al tiempo que también baila, canta, tararea canciones y se emociona, es del riesgo de que unos padres transmitan todas sus desesperaciones a sus hijos. Tommy Tomás vive amargado, resentido. No es una nostalgia entrañable la suya, es opresora. Le ahoga. No logra adaptarse a su nueva situación. Lo único que le anima es ir a bolos, donde lleva a sus hijos, sin importarle que a Goyita le dé pánico subirse a un escenario o que a Pere le desagrade ese estilo de vida y se sienta, como cuenta en un momento de la función, "un esclavo a los 20 años", siendo el que lleva el dinero a casa para pagar las facturas, cuando su magro salario da para ello. Tommy Tomás odia a su exmujer ("otra cosa no, pero misterio sí tenía, la hija de puta") y no duda en compartirlo con sus hijos. Tiene una visión desencantada de la sociedad en la que vive, del mundo en general ("porque no tengo dinero para llevar a mis hijos a un psicólogo, si no veríamos que ni los psicólogos hacen factura en este país"), y presiona con ellas a sus hijos, les pone límites a sus sueños. 

Otro defecto extendido en las relaciones paterno-filiales  es el de aquellos padres que intentan vivir a través de sus hijos el sueño que ellos no lograron llevar a cabo. Goyita es feliz cantando música italiana, pero no quiere hacerlo delante de público. Tommy Tomás, justificando la presión extrema a la que somete a su hija con la excusa de que sólo quiere ayudarle a superar su timidez, le obliga a hacerlo. Quiere que sus hijos triunfen en el mundo en el que tan sólo asomó momentáneamente con un éxito pasajero en los ochenta. Todos los personajes de la obra son vulnerables, débiles. Todos tienen miedos. Tommy Tomás representa lo dañino de vivir encerrado en el resentimiento. Goyita, la dulzura de una joven tímida a la que le cuesta relacionarse con los demás porque le cuesta aceptarse a sí misma. Y Pere, el chico al que la vida mísera en su casa le roba la respiración, pone techo a sus sueños.

Los tres actores, más Pablo Méndez, que toca la guitarra y pone música a las canciones de la obra, lo hacen francamente bien. Secun de la Rosa pasando de la chispa y la gracia de quien está anclado en el pasado, con hilarantes diálogos, al enfado y a la severidad extrema con la que trata a sus hijos. Ana Hurtado, dando vida a la insegura Goyita. Y, sobre todo, Xavi Melero en el papel de Pere. Es, de largo, el papel con más matices. Y el joven lo borda. Como maestro de ceremonias de los bolos de su padre, como chico que vive con el ansia de perseguir sus sueños, como el hermano que sufre por su hermana... Para mí, los dos mejores momentos de la obra (una preciosa canción que canta Pere mientras la compone y su largo monólogo final) corren por su cuenta. 

El disco de cristal, en definitiva, es una comedia amarga, que divierte, pero también conmueve. Es una historia tierna y sincera, honesta. La preciosa sala off del Lara acoge los viernes y sábado esta función, que cuenta con una escenografía muy sencilla y en la que el público lo es también, o sobre todo, del show de Tommy Tomás. Así comienza, de hecho. Con él interpretando Tú y yo, el gran éxito de este desfasado cantante melódico. Después la mesa de su hogar, el balcón y el foco azul que simboliza la presencia permanente del cielo de Madrid, una referencia constante en la obra. Con eso basta. Con eso y la música. Y la verdad de la trama y las interpretaciones. Una obra sencilla, con todas las acepciones positivas del término. Puro y hermoso teatro. 

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