Nightcrawler

Nightcrawler significa en inglés merodeador nocturno y define una profesión que existe, la de personas que se dedican a grabar imágenes escrabosas en lugares donde se ha cometido un crimen o donde ha ocurrido un accidente de tráfico en Estados Unidos. Son al periodismo televisivo sensacionalista de sucesos lo que los paparazzi a los programas de corazón. La primera película como director de Dan Gilroy se acerca al mundo de estos merodeadores nocturnos que, armados con una cámara y con una radio para conectarse a la frecuencia de la policía compiten entre sí por captar la imagen más dura, la más morbosa, para luego venderla a los canales de televisión de Los Ángeles, que buscan sucesos en los que las víctimas sean blancos ricos de zonas seguras de la ciudad a manos de inmigrantes pobres y mucha, mucha sangre. 

El protagonista de la historia es Lou Bloom (un excepcional Jake Gyllenhaal), que subsiste con trabajos en negro (robo de cobre de los cables de la ciudad, pequeños hurtos, chatarra) y no encuentra un trabajo. De pronto descubre por casualidad en la carretera que un hombre graba las imágenes de un accidente para venderlas después al mejor postor en las televisiones. Lou se decide entonces a dedicarse a eso y comienza, poco a poco, a meterse en mundillo. Muestra desde el principio una falta total de escrúpulos. Vemos a un ser ruin sin la menor ética que no se plantea en ningún momento si es correcto grabar los cuerpos destrozados de quienes han muerto en un tiroteo o en un accidente de tráfico. Él graba, siempre graba, siempre lo más cerca que puede. 

En el folleto sobre la película que dan en los cines Renoir Plaza de España se incluyen algunas declaraciones del director de la película en la que este afirma que en cuanto supo del mundo de los nightcrawlers quiso rodar una historia sobre ellos. Afirma también que el personaje de Lou Bloom es un joven desesperado como muchos otros que acepta un trabajo que, quizá, en condiciones normales no realizaría, pero al que le obligan sus necesidades. Sinceramente, creo que si ese es su propósito, fracasa o se pasa de vueltas en esta película porque Lou se nos presenta desde el principio como un tipo antisocial, psicópata y bastante despreciable. No vemos en él a ese joven desesperado que, aun siendo consciente de que aquello que hace está mal, se ve obligado a realizar ese trabajo porque necesita el dinero. Es cierto que hay otros personajes que sí reflejan esa situación, pero no precisamente Lou, que gana en sensacionalismo a los más histéricos y carentes de ética profesional periodistas televisivos a los que vende sus imágenes. 

Perdemos la credibilidad de esa historia de un joven desvalido forzado a aceptar un trabajo nauseabundo por su mala situación económica, porque no vemos en ningún momento a Lou incómodo con su obscena labor de grabar a personas sufriendo, desangrándose, agonizando. Tampoco le cuesta cambiar la escena de un crimen a su antojo para que den mejor a cámara. Perdemos esa historia, digo, pero a cambio ganamos una interpretación espléndida de Jake Gyllenhaal, que borda el papel de personaje misántropo, carente de ética, frío y calculador con ínfulas y aires de grandeza que se siente cómodo rodando escenas escabrosas. 

De la película gusta más su fondo, la historia que cuenta, la denuncia que realiza sobre el periodismo sensacionalista, que sus formas, que se asemejan demasiado en demasiadas ocasiones a la clásica historia de suburbios urbanos y persecuciones de coches mil veces vista en el cine. Incluso el cartel de la película nos muestra cuán convencional resulta en las formas. Suena a tantas otras cintas de este estilo. Se deja llevar por terrenos trillados con frecuencia. Pero, como digo, el fondo sí resulta inevitablemente atractivo. Porque es un retrato demoledor de las televisiones que aceptan imágenes escabrosas e informan de un suceso sólo si tienen sangre, si pueden crear alarma social. Es despreciable esta práctica, este lado del periodismo que refleja la historia. Da que pensar, sin duda. Hay un momento de la historia en la que la directora del informativo al que Lou vende sus imágenes, muy convincentemente interpretada por Rene Russo, pregunta a una asesora de la cadena si es posible emitir una imagen muy macabra rodada en una propiedad privada donde ha sucedido un triple homicidios. "¿Desde qué punto de vista?", le responde la asesora. "Desde el ético, si te parece. ¿Tú qué crees? ¿Es o no legal emitir esto?". Es decir, se da por hecho que la ética queda aparcada, que todo vale por la audiencia y sólo hay que intentar no tener que pagar multas por emitir ciertas escenas. Incluso se puede llegar a aceptar pagarla si da la suficiente audiencia. 

Invitaría la película a una reflexión sobre los riesgos de dar trabajo en un medio de comunicación a personas que, como el joven protagonista, no son periodistas pero se creen capacitados para trabajar en un medio por comprarse una cámara y rodar lo que se encuentre por la calle, si no fuera porque son periodistas los que sostienen ese sistema que reclama imágenes duras y que paga muy generosamente a los nightcrawlers que se las venden. Es una demoledora crítica a cierta clase de periodismo que carga las tintas en los sucesos y traspasa fronteras inadecuadas por la audiencia y, por supuesto, también a la sociedad que consume gozosa esas escenas. Leía ayer una entrevista con el fotoperiodista de guerra Ricardo García Villanova en Jotdown en la que decía que "nunca haría la foto que no me gustara que me hicieran si yo fuera víctima" Es la antítesis de lo que hacen los personajes de Nightcrawler

Además de satirizar el mundo del periodismo sensacionalista en televisión, la película también incluye una feroz crítica a la precariedad laboral. Así como digo que resulta difícil ver a Lou como una víctima del sistema, como un tipo que se empujado por la sociedad a trabajar de algo que él sabe execrable, sí es cierto que en su actitud con el pobre infeliz al que contrata como ayudante vemos cómo Lou parece moldeado por las sandeces que imperan en el mundo laboral. Le suelta esas chorradas de las prácticas eternas, de que no se debe preocupar por apenas cobrar ya que le está dando una ocasión única por aumentar su experiencia... Un desgraciado que no encuentra trabajo aplica esa misma actitud indecente que con él tuvieron tantos empresarios con otro desgraciado al que contrata. De repente, pasa a ser una réplica de quienes le dieron calabazas en los trabajos o le presentaron un empleo precario como una gran oportunidad de formar parte de un proyecto único. Nightcrawler es, pues, un toque de atención sobre el periodismo sin límites que acepta todo por la audiencia y a la precariedad imperante en el mercado laboral, una cinta en la que el contenido atrae más que el continente. 

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