El caso Monedero

Hay un poema hermoso de José Emilio Pacheco que dice "ya somos todo aquello contra lo que luchamos". Aplicar esta aseveración a Podemos es quizá prematuro e injusto, pero el partido de Pablo Iglesias está realizando un muy exitoso ensayo general para ser merecedores de la misma. Con la actitud nada ética de Juan Carlos Monedero, número tres de la formación, en sus trapicheos para pagar menos a Hacienda, el partido que dice querer cambiar la forma de hacer política está bordando el papel de partido tradicional. Ya usan las mismas excusas que eso que llaman casta. Ya tratan a los ciudadanos como si fueran estúpidos igual que la casta. Ha sido el primer caso en el que se aprecia con claridad cuán parecido es Podemos a las otras formaciones políticas cuando de cerrar filas en torno a un militante se trata. La misma estrechez moral, el mismo desprecio a los ciudadanos. 

Conviene no confundir los términos, como obscenamente hizo el propio Monedero en un mitin la semana pasada que dio por la tarde y en el que, chulesco, retó a Montoro diciendo que lo tenía todo en regla y que no tenía miedo de Hacienda. Algo, por cierto, que los ciudadanos honrados, en efecto, no deben tener. Se trata simplemente de cumplir con el fisco y punto. Resulta que ese mismo día, por la mañana, Monedero había hecho una declaración complementaria para regularizar sus cuentas con Hacienda. O sea, que lo tenía todo en regla, sí, pero sólo porque unas horas antes había reconocido intentar defraudar a Hacienda o, como poco, que se había acogido a una treta muy de casta para pagar de lo que le correspondía. 

Lo que Monedero hizo fue crear una sociedad instrumental para cobrar como si fuera una empresa (y, por tanto, pagar menos impuestos) un trabajo que realizó él y que debería haber declarado así. Monedero no creó una empresa española al uso, como burdamente intento hacer creer Pablo Iglesias en su esperpéntica y desamparada intervención televisiva en La Sexta hace un par de semanas. Nadie critica que cree empresas. Sí que forme una sociedad instrumental, es decir, que haga la trampa de tributar por unos trabajos como si fuera una empresa cuando en verdad los ha realizado él y debería pagarlos como tal. Monedero acudió a una de esas tretas que tanto critica a la casta y que tan carentes de ética resultan. Sólo por eso debería dimitir. Si él y Podemos quieren sonar creíbles en su defensa de la honestidad y la honradez, Monedero no debería tener cabida en la dirección del partido. 

Sin embargo, Podemos ha imitado la reacción habitual de los partidos tradicionales cuando sale a la luz un caso de corrupción o de falta de ética y de compromiso cívico en uno de sus dirigentes. Defensa cerrada. Las burdas excusas asquean y dejan en el desamparo a quienes de verdad creían que Podemos introducía un cambio en la forma de hacer política. "Esto es una persecución", como si una mano negra hubiera creado por Monedero la sociedad instrumental con la que él decidió pagar menos a Hacienda de lo que le correspondía. "¿Los de Podemos no podemos crear empresas" Como si la sociedad creada por el número tres del partido con la única finalidad de cobrar un trabajo que realizó dos años antes de la creación fuera una empresa de verdad y no una artimaña para ahorrarse unos cuentos miles de euros mientras predicaba en público sobre la decencia y la honradez. "Monedero ha pagado en España un trabajo por que no tenía la obligación de hacerlo". Lo desconozco. Pero, en caso de que así sea, nos toman por tontos si creen que nos vamos a contentar con esa explicación según la cual Monedero podría haberlo hecho todavía peor. 

Hacer una declaración complementaria a Hacienda, si lo despojamos de eufemismos, es reconocer que no tienes tu situación fiscal en regla. Y eso es lo que hizo Monedero. De ahí que suene a estúpida excusa aquella afirmación con la que hoy se llenan la boca los dirigentes de Podemos de que su número tres ha decidido pagar la diferencia entre lo que debería haber pagado como persona física y lo que pagó a través de una sociedad para no dejar ninguna duda de su limpieza. Es justo al contrario. Con esta acción, lo que intenta Monedero es regularizar su situación porque, de no hacerlo, la inspección de Hacienda seguiría sus pasos. Es como cuando un condenado dice que ha entrado voluntariamente en prisión. Hombre, lo que se dice voluntariamente, no. Monedero no ha pagado 200.000 euros a Hacienda porque quiere ser un buen ciudadano, lo ha hecho porque en su momento no los pagó como debería haber hecho. 

Otro día hablaremos del inquietante despojamiento ideológico de Podemos, de su tacticismo y de la ausencia de propuestas reales de esta formación. Con el caso Monedero han dejado pasar una ocasión de demostrar que, en efecto, son algo distinto a aquello contra lo que actúan, a aquella indecencia en la clase política que justifica su nacimiento y el amplio apoyo ciudadano que han logrado en tan sólo un año de vida. Han actuado exactamente igual. Confío en que los ciudadanos que simpaticen con Podemos sean críticos y no se conformen con las burdas excusas empleadas por la formación para salir en defensa de su número tres. Que les repugne ver cómo el partido que dice querer cambiarlo todo se comporta exactamente igual que las otras formaciones. Confío en que los simpatizantes de Podemos no caigan en la militancia ciega, cuasi religiosa, que lleva a tantos a poner el grito en el cielo cuando un caso de corrupción o de fraude a Hacienda sucede en el partido de enfrente, pero luego tiene mil y un argumentos en defensa de uno de los suyos cuando es él el acusado. 

Por supuesto, este asunto tiene otro aspecto muy preocupante que es la filtración sobre la situación fiscal de Monedero que, intuimos, ha salido de Hacienda. Es propio de un país poco serio, de una democracia descompuesta, que las instituciones del Estado se dediquen a hacer política y nutran al partido del gobierno de bazas electorales. El ministro Montoro parece a veces el ministro de Hacienda de una república bananera, de un país sin el menor respeto a la privacidad de sus ciudadanos en el que un responsable político puede, por ejemplo, insinuar que los actores no pagan impuestos o alardear de la lista Falciani de ciudadanos españoles con cuentas en la filial suiza del HSBC, a pesar de que él no quiso publicarla y no actuó con rigor con esos presuntos defraudadores, diciendo que esto es "sólo el aperitivo". No tranquiliza mucho saber que tenemos por ministro de Hacienda a un justiciero encantado de conocer los secretos fiscales de los ciudadanos y dispuesto a ventilarlos si le conviene políticamente. 

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