¿Difundir el horror?

Esta semana el autodenominado Estado Islámico, el cruel grupo terrorista para el que es enemigo a muerte todo aquel que no comparte su fanatismo odioso e intolerante, difundió a través de Internet un espantoso vídeo en el que mostraba cómo quemaron vivo a Moaz al Kasasbeh, piloto jornado de 26 años. Árabe. Qué demonios le importa a esta chusma que las principales víctimas de sus acciones criminales profesen la misma religión que dicen defender. Lo más importante de este suceso es la extrema violencia de los terroristas, su insuperable sadismo. Encerraron al joven en una jaula vestido de naranja, en ese ritual macabro con el que asemejan sus atentados con ejecuciones, y la prendieron fuego. Quemaron vivo al piloto jordano. Lo realmente importante de esto, insisto, es que nos muestra que la barbarie de este grupo criminal no tiene límites, nos recuerda la magnitud de la amenaza a la que se enfrenta la civilización. 

Esa y no otra reflexión es lo realmente trascendente de este repugnante crimen y tantos otros cometidos por el Estado Islámico. Pero ha surgido un encendido debate en los medios de comunicación sobre cómo actuar ante imágenes de tamaño impacto y gravedad. ¿Se emiten estas imágenes para mostrar el horror que provoca este grupo criminal o no se emiten en respeto a la víctima? ¿Cuál es la actitud correcta en este caso? ¿Se está haciendo propaganda de las acciones terroristas si se emite el vídeo que ellos mismos, y de forma claramente profesional, han rodado para alardear de sus crímenes? ¿O, por el contrario, al privar a los espectadores de las imágenes completas se les está hurtando un aspecto fundamental de la noticia, pues sólo presenciando esa escena real puede comprenderse el grado de fanatismo y locura de estos asesinos? 

Es un debate complejo que, insisto, queda en un segundo plano ante el realmente importante, aquel que deben mantener las autoridades y las sociedades occidentales ante el terror que las amenaza y que busca imponer una fanática y medieval concepción de la vida. En este debate menor, hay opiniones diversas. La mayoría de los medios de comunicación han decidido no emitir el vídeo íntegro que, por otra parte, y a estas alturas, es fácil de encontrar en miles de páginas de Internet. Es otra variable que no se puede obviar en este debate. Para bien o para mal, actualmente los medios de comunicación tradicionales no tienen la supremacía sobre lo que el espectador presencia o no. Es este el que decide lo que ve, puesto que casi todo se encuentra en la red. En todo caso, los medios de comunicación sí tienen una función social y sigue siendo mayor la trascendencia de lo que se emite en los principales canales de televisión o webs de periódicos. 

Yo creo que es más razonable no emitir las imágenes íntegras de la barbarie, aunque comprendo la postura de quienes consideran que omitir estas escenas hace un flaco favor a la lucha contra el Estado Islámico, pues minusvalora su amenaza real. Hay quien defiende, de hecho, que los medios sólo actúan así porque no quieren dañar la sensibilidad de sus espectadores, aunque lo propio ante un movimiento criminal de tamaña brutalidad y fanatismo es precisamente remover conciencias y herir sensibilidades, pues no otra cosa pueden provocar crímenes tan execrables como este, en el que un grupo de criminales decide quién merece morir y de qué forma, generalmente las más espantosas de las posibles. 

Comprendo esas posiciones y entiendo que se trata de un debate complicado y abierto. Pero creo que es no necesario presenciar entero el vídeo. Basta con mostrar algunos planos para poner en situación al espectador. Esta chusma ha quemado vivo a un hombre. Con estas ocho palabras es suficiente para comprender la brutalidad de sus actos. No me parece oportuno emitir este vídeo, como no me lo parece ofrecer las imágenes de estos asesinos degollando a sus rehenes, por varias razones. Una primera razón es que son vídeos que ruedan los propios terroristas con técnicas muy profesionales, distintos planos, evidente labor de montale y producción... Son pequeños cortos, sólo que espantosos y muy reales, de sus crímenes. Ellos los graban como elemento de propaganda y craso error cometeríamos los medios si se la compráramos. Leí hace poco una entrevista en El Cultural a John Banville en la que decía que si todos los medios se pusieran de acuerdo para no difundir las imágenes de los atentados ni informar de ellos, los terroristas perderían su primer objetivo, la propaganda, y desaparecerían. Es muy probable que esto no ocurriera en tal caso, pero es cierto que no se debe perder de vista en estos casos que lo que buscan los fanáticos es dar propaganda a sus acciones. 

Segunda razón. Creo que se debe respetar a la víctima. Deberíamos pensar en la familia del joven jordano, en sus amigos. Nadie merece ser exhibido en sus momentos finales padeciendo una muerte espantosa nacida de la imaginación enferma de un fanático criminal. En este punto, la premisa debería ser clara. Jamás emitir imágenes denigrantes de una persona fallecida, no buscar el morbo en los sucesos más espantosos. Una tercera razón, vinculada con esta mismo, es que pienso que emitir escenas violentas, aunque sean la triste realidad, sin ningún límite puede contribuir a banalizar las escenas, los crímenes, los asesinatos. Corremos ese riesgo con la emisión de imágenes escabrosas en televisión, y eso también es algo que persiguen desde el Estado Islámico. ya que buscan vender a aquellos a los que se dirigen, a quienes intentan captar, como algo maravilloso, casi una película de Hollywood llena de aventuras, lo que es un acto terrorista inhumano. 

Un cuarto punto de debate tendría que ver con cómo denominar a esta gentuza. Ellos se autodenominan Estado Islámico pero hay personas dentro del mundo islámico que, con razón, reclaman no seguirles la corriente ni concederles tal denominación, pues no son en rigor un Estado ni representan en absoluta a la comunidad islámica. Es, en fin, el delicado debate sobre cómo abordar en los medios la barbarie de estos terroristas que son una seria amenaza a la civilización y contra los que, creo que aquí no hay debate ni discrepancias que valgan, todos debemos estar concienciados, porque todos los que no compartan su grado de fanatismo son sus enemigos y están en su diana. 

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