Podemos en Cataluña

Este 2015 que acabamos de estrenar será un año intenso y decisivo en la política española con las elecciones autonómicas y municipales de mayo y, presumiblemente, las generales en noviembre o diciembre. Si la relevancia de un partido político se mide en su capacidad de marcar la agenda, de ser el que determina de qué se habla, pocos negarán que Podemos parte en la pole como formación política más escuchada, más zarandeada, más vigilada. Es decir, Podemos es el partido que marca la agenda, del que, discrepando con sus opiniones o festejándolas, hemos de reconocer que ha supuesto una revolución inaudita en el panorama político español. Su irrupción en Cataluña es el último ejemplo de hasta qué punto todos los partidos siguen la estela de Podemos, están marcados por esta formación nueva que centra su discurso, precisamente, en atacar de forma generalizada a las formaciones antiguas ("la casta"). 

El mes pasado Pablo Iglesias, líder de Podemos, pronunció un esperado mitin en Cataluña. Dejó pocas concreciones, como es habitual en él, pero sin embargo algo ha cambiado en el ya de por sí neurótico clima electoral en la región. Los partidos nacionalistas han salido en tromba, como un solo hombre, a criticar con fiereza al líder de Podemos. Con fiereza similar a la que emplean PP y PSOE contra sus ideas "populistas". Dice mucho de la importancia de un partido político las reacciones que causa en sus rivales. La exacerbada oposición que Podemos despierta en la práctica totalidad del arco parlamentario (y quienes no le atacan frontalmente no hacen más que tirarle los tejos) demuestra que la formación liderada por Pablo Iglesias es un actor relevante en la política española. Llegue a donde llegue en el momento de la verdad (las encuestas le sitúan en un lugar destacado a nivel estatal, pero también en muchas comunidades autónomas, incluso las que se rigen por impulsos nacionalistas), es obvio que Podemos ha roto en mil pedazos el tablero político español y ha obligado a resituarse al resto de formaciones. 

Su paso por Cataluña, como digo, ha puesto muy nerviosos a los partidos independentistas. No tanto por lo que el líder de Podemos dijo sobre esta cuestión (a favor del derecho a decidir, contrario a la independencia), sino porque abrió el debate a otras cuestiones. Y nada hay que inquiete más a alguien obsesionado con una cuestión que poner encima de la mesa otros aspectos decisivos para el día a día de los ciudadanos. ERC, qué decir CiU, la CUP... Todos ellos están muy satisfechos con el monotema de la independencia. Todo se supedita a un objetivo supremo que es la consulta independentista. Su programa social parece consistir en alcanzar la independencia porque el día después de separarse de España lloverán del cielo euros a raudales y Cataluña será un mundo de fantasía. La llegada de Podemos para decir que está a favor de que los catalanes voten sobre su relación con el resto de España, pero también sobre los recortes en Sanidad o sobre la Educación tensa mucho a las formaciones independentistas, que andaban cómodas en un debate político centrado exclusivamente en el proceso soberanista. 

Podemos defiende en Cataluña, básicamente, lo mismo que el PSC, sólo que a Podemos sí se le escucha y los socialistas catalanes son desde hace ya tiempo un actor secundario en la política de la región, a veces poco más que un extra. Si se analiza el discurso de Pablo Iglesias, emplea la misma equidistancia que el PSC. Dice que a él no le gustaría que Cataluña se independizara, pero que le parece bien que los catalanes voten sobre esta y otras cuestiones. También dice, igual que el PSC, que la independencia no puede ocultar otros aspectos importantes de la política como las prestaciones sociales, la Educación o la Sanidad. Pero a Podemos se le escucha. Con Podemos vuelve a haber personas ilusionadas con la política. Negarlo es no querer ver la realidad. Así que a los independentistas les inquieta la llegada de este partido a Cataluña porque no le observan la pureza de sangre soberanista que exigen para cumplir con su propósito. 

La formación liderada por Pablo Iglesias ya ha elegido en primarias a sus líderes en las principales ciudades. En Barcelona ha ganado el joven Marc Bartomeu, que buscará cerrar con Guayem, de Ada Colau, una coalición para concurrir juntos a las municipales. En los dos próximos meses la formación morada elegirá a sus secretarios regionales. En Cataluña no es nada descartable, de hecho parece el escenario más probable, que se produzca un adelanto electoral. Y las encuestas dicen que Podemos podría ser la segunda fuerza política, lo que desbarataría en buena medida los planes de las formaciones independentistas. Porque este partido no está en la cerrazón del PP sobre el cumplimiento de la ley y la negativa a afrontar un problema político de primer orden, pero también parece dispuesto a echarse el monte y a abrazar el proceso soberanista. "Nunca me veréis abrazado a Artur Mas", dijo Iglesias en su mitin en Barcelona, atacando así al líder de las CUP, que representa la izquierda radical igual que él, pero que se ha aliado con el conservador Mas para buscar la independencia de Cataluña. 

De repente, alguien introduce matices en el monotema catalán. Alguien, y no alguien cualquiera, sino el partido de moda, el que está sabiendo conectar con el descontento ciudadano con la clase política, irrumpe en una región donde apenas tiene bases ni estructura y revoluciona el debate, que había girado en los últimos años sobre el proceso soberanista. Podemos dice que eso es importante, pero que se debe hablar de otros temas. Y ahora a CiU le incomoda que alguien pueda recordar que el partido de Mas es el que ha aplicado severos recortes a la Sanidad y que está infectado por la corrupción. A ERC le desagrada que un partido de izquierdas como él ponga el acento en las políticas sociales y no en la territorial. A las CUP les pone en evidencia que Podemos, un partido que claramente comparte con ellos espectro ideológico, les afee si fijación con el proceso independentista. Y, casualidades de la vida, parece que la postura de Podemos en Cataluña puede dar un alivio al frente contrario a la independencia porque, aunque desde posiciones muy diferentes, el partido de Iglesias comparte con PSC, PP y Ciutadans su oposición a la independencia catalana. 

Es pronto para decirlo, pero empieza a vislumbrarse la posibilidad de que Podemos sea ese factor inesperado que hace unos meses no veíamos que sirva para desatascar el embrollo político catalán. Puede que una irrupción con fuerza de Podemos en el Parlamento catalán en las hipotéticas elecciones anticipadas, a las que ERC parece dispuesto a forzar a Artur Mas temeroso de que se les esté pasando el arroz para convocar un referéndum de independencia, cambie el panorama político en Cataluña de tal forma que logre lo que ni PP ni PSC ni Ciutadans han conseguido: que el debate no se reduzca sólo a la independencia, que se hable de otros asuntos. El tiempo dirá, pero precisamente Podemos, un partido falto de concreciones y decidido a revolucionar el sistema político español, puede ser la tabla de salvación del mismo en el asunto catalán. De ahí el indisimulado nerviosismo de las formaciones independentistas. 

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