La lluvia del tiempo

Una joven llama al periodista televisivo más famoso de Perú para decirle que es hija no reconocida del candidato presidencial favorito en todas las encuestas. La menor le pide participar en el programa de máxima audiencia junto a su madre para contar la verdad oculta. A partir de ahí se activa la brutal y despiadada batalla política del candidato y sus palmeros mediáticos para protegerle de ese asunto que podría costarle los comicios. Es el punto de partida de La lluvia del tiempo, novela de Jaime Bayly donde se hace un retrato descarnado de la política, su relación con los medios de comunicación y las guerras sucias. A veces, precisamente, quizá se le puede achacar al relato un que los personajes están excesivamente caricaturizados. El político, Alcides Tudela, es un tipo despreciable, arrogante, maleducado, drogadicto... Un ser odioso, al igual que el cínico Gustavo Parker, el propietario del canal 5, amo de la televisión y ser que media en todo lo que sucede en su país. A veces faltan matices en esta historia, como si fuera necesario explicitar con tanto grado de detalle una trama que ya es de por sí interesante y en la que la capacidad de atrapar al lector no mermaría en absoluto si algunos personajes no fueran tan planos, casi esterotipos. 

La historia es, en efecto, interesante. Porque se recrea algo que, basado o no en hechos reales, suena verosímil en muchos momentos. La estrecha relación entre política y grupos mediáticos, que tanto daño hace a la credibilidad de estos últimos. Las campañas mediáticas de desprestigio cuando ha una batalla política. La obscenidad de los responsables políticos que se creen llamados a una misión divina y anteponen la bandera de sus países y los valores que dicen defender como valla de protección ante las críticas a sus censurables acciones. El magnate televisivo que se cree dueño de las voluntades de la gente ("la opinión pública es mi puta", suelta el ficticio dueño de Canal 5 en un momento del libro). Los periodistas que se dejan llevar, por comodidad o falta de valentía, por los deseos de unos jefes más preocupados por su poder de influencia y por ganar dinero que por el deber público de todo medio periodístico. 

El personaje que más cambia a lo largo del relato, al que de verdad se le presenta una inesperada zancadilla de sus rivales que le hace replanteárselo todo es a Juan Balaguer, el periodista estrella del Canal 5 al que la niña Soraya y su madre Lourdes Osorio llaman para que les dé voz. Él en un primer momento se siente incómodo, sabe que se de esa historia nada bueno saldrá, pues Alcides Tudela, el candidato presidencial al que la joven reclama la paternidad, es amigo de su jefe y es a quien apoya el canal en el que trabaja. La niña le pide que le demuestre que es un buen periodista al servicio de la verdad y no de los intereses de los poderosos. El viaje emocional que hace el personaje de Balaguer a lo largo del libro, sufriendo bajezas odiosas que intentan amedrentarlo, es quizá lo más interesante de la historia. 

El autor teje bien la madeja de la historia. Consigue mantener alta la tensión durante las cerca de 400 páginas de la novela. Es un retrato descorazonador el que hace de la política y del compadreo impropio que mantiene el candidato con el dueño de la cadena de televisión. Muestra que este político ambicioso, Alcides Tudela, el hombre que según todas las encuestas es favorito para gobernar Perú, está dispuesto a todo para alcanzar la presidencia. Las trampas que le pone al periodista para que no exponga la verdad de las jóvenes, las extorsiones con las que compra voluntad y acalla voces, la arrogancia y el cinismo con el que se presenta como un líder mesiánico destinado a eliminar la corrupción del país, aunque él sea cualquier cosa menos un ejemplo. En definitiva, el relato es sucio, feo. De esos que hacen temblar, por pavoroso, si uno intuye, y de veras que lo intuye, que puede haber algún parecido con la realidad. 

En cuanto a los aspectos formales de la novela, hay dos cuestiones que quiero resaltar. Una que me ha agradado mucho y otra que considero prescindible y que resta valor al libro. Empecemos por esta. El autor incluye desde el principio y con demasiada frecuencia los pensamientos de los protagonistas, señalados en cursiva. No creo que sea necesario ni que aporte mucho. Es más, creo que cuando se explicita demasiado lo que mueve a cada personaje a decir o hacer cada cosa que se ve en la novela se pierde parte del encanto de la literatura, y de cualquier representación cultural, que consiste en dejar un espacio de la historia al criterio del espectador. Es mejor sugerir que mostrar abiertamente, creo. Me atrae más una historia en la que debo descifrar qué mueve a tal personaje a tomar tal decisión que otra en la que me cuentan hasta el más mínimo detalle de lo que piensa cada uno. Es una obra contada por un narrador omnisciente, ya bastante sabemos como para que además se nos dé machacado y listo para digerir el pensamiento de los personajes. Me sobran esas partes. 

Por el contrario, hay algo que no es rompedor pero sí me convence mucho de La lluvia del tiempo y es la forma en la que alterna distintos tiempos. Está el momento en el que transcurre la historia de la joven que reclama al candidato presidencial la paternidad y todo lo que se deriva de esta, pero también se nos va contando el pasado de los protagonistas de la novela. Creo que es algo muy interesante, porque se van aclarando sucesos de su pasado que se mencionan en el presente o se nos presenta la infancia de los personajes, algo que siempre ayuda a explicar cómo se definió su personalidad. Se nos ayuda a comprender cuáles son sus traumas, sus principios, de dónde vienen, en definitiva. Esa estructura, que se mantiene durante toda la novela, alternando presente y pasado, sí aporta a esta obra que considero interesante y entretenida. Una historia de traiciones, de odios, de ambiciones, de política, de poder. 

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