Pequeño, grande

Como escribí aquí hace tiempo, tengo por costumbre terminar siempre los libros que empiezo. Posiblemente sea un hábito erróneo, habida cuenta de la inmensidad de obras que hay ahí fuera dispuestas a cautivar al lector. Pero es una costumbre arraiga desde pequeño que me cuesta romper. Hacía mucho tiempo que no sentía ganas de abandonar la lectura de una novela. Me ha ocurrido con las primeras páginas de Pequeño, grande, un libro de John Crowley. Lo reconozco. Me costó mucho entrar en la historia. Quizá porque se trata de una obra del género fantástico, sobre el que he leído bastante poco, o tal vez porque espero encontrar en la novela esa distopía que anuncia su contraportada y sobre la que no hallo referencias expresas hasta bien avanzada la novela (en torno a la página 200). Sin embargo, la razón que me hizo seguir con la lectura, al margen de esa costumbre mía de terminar los textos que empiezo, fue el impecable estilo de la narración. Está muy bien escrito el libro y ese es un factor determinante. Encontramos magníficas descripciones, retrato de los personajes y tramas que, poco a poco, van ganando intensidad y despiertan el interés del lector. Ese aspecto es, sin duda, uno de los más destacables de la novela. Es de gran calidad literaria. 

El libro narra la historia de cuatro generaciones de una familia que viven en una casa en el campo, casa construida de tiempo, se lee en algún momento de la obra, frontera entre el mundo real y el de los seres fantásticos como las hadas, vamos descubriendo, edificio con varios estilos en sus múltiples fachadas. Un desafío a la lógica, como la trama central de la novela, o por mejor decir, la historia de fondo en la misma: la presencia de seres fantásticos o personajes que hablan con los animales. Como digo, en la novela se cuenta la vida de cuatro generaciones de la familia Drinkwater. Jonh Drinkwater se casa con Violet Bramble, quien desde pequeña experimenta vivencias sobrenaturales. Él será un afamado arquitecto responsable de construcciones anormales como esa casa de muchas fachadas o jardines que, según más se avanza por ellos, más grandes parecen, o que tienen cuatro caras, una por cada estación del año. La novela comienza con el joven Smoky Barnable dirigiéndose a Edwegood (límite del bosque, en español), donde se dispone a contraer matrimonio con Daily Alice, bisnieta de los patriarcas de la saga con quienes comienza esta historia y de los que se conocerá su historia a través de una analepsis. 

Desde el principio, los elementos fantásticos aparecen en la novela, si bien es cierto que lo hacen en un entorno que parece normal, el de la vida real. Y ahí reside otro mérito del autor, la forma en la que logra crear una atmósfera donde esas presencias sobrenaturales se den en un mundo real, aparentemente normal. Smoky sigue unas extrañas instrucciones que le dieron por carta para llegar a la casa de Daily Alice. Así ha de ser para cumplir el cuento, le dicen las tías de su futura mujer, que leen el futuro echando las cartas con una baraja que posee la familia y, como objeto codiciado y valioso, jugará un papel relevante en el desarrollo de la historia. El autor nos presenta a un joven buenazo que abandona la ciudad para casarse con la mujer de la que se enamoró al instante en un encuentro casual hace un tiempo. Un joven incapaz de entender esa revelación que todos en esa casa parecen conocer, esa relación con el mundo fantástico, con los animales, con el misterio cuento del que dicen formar parte, con los seres de los que se insinúa más que se habla. Una vida de secreto, de medias verdades que se dan por sabidas. Smoky nunca llega a comprender nada, pero aprende a convivir con ello. 

Las tramas de los personajes también tienen un gran interés. Porque en la novela, aunque na un ritmo pausado (cuenta con más de 460 páginas), pasan cosas. Y, claro, estamos hablando de amor, de deseo, de relaciones personales. Vemos cómo Smoky se siente atraído por la hermana de su mujer, Daily Alice, quien tendrá una hija que le arrebatarán las hadas. Desde mi punto de vista, la historia más bella de la novela es la conflictiva y tortuosa historia de amor entre Auberon, hijo de Smoky y Daily Alice, y Sylvie, una joven de Puerto Rico a la que conoce en la gran ciudad, se entiende que es Nueva York, una ciudad devastada que no pasa por su mejor momento. Esa historia de amor marca la vida de Auberon. A él le profetizaron que conocería a una joven y que esta "me amaría por ninguna de mis virtudes y me dejaría por ninguno de mis defectos". 

El autor va tejiendo con buen pulso esa historia que yo buscaba en la novela, la distopía en la que Estados Unidos es gobernado por un tirano. Un hecho que tendrá relación directa con la existencia de las hadas y esos seres fantásticos que sólo la familia Drinkwater parece poder ver y, por tanto, esa historia estará íntimamente relacionada con esta saga de personajes. Conocemos a un demagogo populista que se alza con el poder, un tirano que inquieta a un grupo de poderosos que parecen controlar el país bajo la inocente denominación de Club de Pesca y Caza. Deja pasajes interesantes y memorables esta trama política, si bien está en todo momento condicionada a la historia de la existencia de esos seres fantásticos con los que el tirano quiere acabar. Y en esa guerra entre razón y fantasía, con las tramas personales de por medio, avanza la novela. Una obra que, en mi opinión, va de menos a más y termina dejando un muy buen recuerdo. Me alegro de no haber abandonado su lectura. 

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