"Kamikaze" en La Bombilla

El Festival de Cine Al Aire Libre (Fescinal) del parque de La Bombilla, que cumple 30 años en esta edición, celebra esta semana sus últimos pases. Todos los martes del verano se ha programa en la pantalla 1 del festival un coloquio con el director de alguna película española. Disfruté mucho con el encuentro con Daniel Sánchez Arévalo, director de La gran familia española a comienzos de agosto y ayer repetí con Kamikaze, ópera prima de Álex Pina. Fescinal es una maravillosa iniciativa que lamento haber descubierto ahora, aunque nunca es tarde si la dicha es buena y sin duda ahí estaré, el primero, el próximo año para intentar saborear al máximo las atractivas propuestas del festival: el encanto inigualable del cine de verano, los encuentros con realizadores y actores, la programación doble en sus pantallas, películas de estreno y otras más antiguas... Lo tiene todo este festival y ayer, que fue el último día de coloquio, me despedí de él con gratitud. Iniciativas así son las que impulsan y agrandan el amor al cine. 

Kamikaze parte de una premisa sugerente y muy ambiciosa: hacer comedia con un terrorista suicida como protagonista. Slatan es un ciudadano del ficticio país Karadjistán, que ha sido oprimido durante años por Rusia, a la que odia con todas sus fuerzas. El protagonista está decidido a activar la carga explosiva que lleva adosada al cuerpo en el despegue de un avión que sale de Moscú con destino Madrid. Las inclemencias meteorológicas, un temporal de nieve que luce muy bien en la pantalla, obligan sin embargo a suspender el vuelo y los viajeros deben ser trasladados a un hotel. Allí, el terrorista suicida convive con las que iban (y van) a ser sus víctimas. Es, como un digo, un planteamiento muy original y ambicioso, no sólo por la complejidad del asunto abordado, sino también por el pretendido tono de comedia. 

La cinta busca mantener en todo momento, y no es nada sencillo lograrlo, mantener el equilibrio debido entre el tono de comedia y la credibilidad del conflicto interno del personaje. Parece previsible desde el principio el recorrido que llevará la película, ver cómo Slatan va entrando poco a poco en contacto con un grupo de viajeros españoles, cada uno con sus problemas y alegrías a cuestas, en el hotel. Se trata de mostrar con verosimilitud el modo en el que el terrorista suicida se siente concernido por esas satisfacciones y preocupaciones del grupo de viajeros. ¿Puede sentir respeto y cariño por ellos? ¿Puede emocionarse? ¿Y mostrar su sensibilidad con niños o perros (no es por comparar, pero ambos elementos aparecen en la película? Aquí también debe mantener la cinta un equilibrio para que no resulte poco creíble que alguien que está dispuesto a matar a civiles inocentes pase a sentirse responsable de un pobre perro desvalido o a formar parte de un grupo d viajeros que deciden hacer su estancia en el apartado hotel de montaña lo más agradable posible. Durante buena parte de la cinta, se logra este objetivo de resultar creíble. Me cuesta entrar en la película, su tramo medio me parece notable y creo que la historia derrapa con un final en el que el director decide sacrificar la verosimilitud por un desenlace épico. 

El tramo medio de la película, como digo, me parece lo más interesante. Sólo lo ambicioso de la propuesta merece todo el respeto. Es muy meritorio hacer una comedia con un terrorista suicida como protagonista y también lo es conseguir que no chirríe esa convivencia forzada del kamikaze con sus víctimas. Como digo, durante buena parte de la cinta, se logra este objetivo. Las interpretaciones son notables. Lo hace muy bien Álex García en el papel de terrorista  atormentado que arrastra un drama personal que le lleva a caer en las redes del terrorismo y el fanatismo. También destacan otros personajes como los de Carmen Machi (siempre perfecta allá donde va) o Verónica Echegui (ídem). Aunque, quizá quien mejor interpretación realiza, creo que se come la cámara, es el actor argentino Eduardo Blanco, que da vida a un vendedor de zapatos (camina con tacones para demostrar que ese calzado es igual de cómodo para hombres que para mujeres) risueño y soñador que lidera de algún modo el buen rollo que se crea entre los viajeros obligados a esperar en el hotel. Carmen Machi da vida a una viuda que viene del entierro de un marido déspota. También aparece una pareja que va camino de su luna de miel en el Caribe. Él disfruta de la experiencia en el hotel ruso perdido de la mano de dios mientras que ella despotrica por teléfono contra la compañía, incapaz de disfrutar del momento. Por su parte, el personaje de Verónica Echegui es una mujer con problemas e instintos suicidas lleno de verdad. 

Termino de ver la película, en resumen, con la sensación de que le falta algo para acabar de convencerme  y de que le sobra ese final tan poco creíble. Con todo, creo que es una buena película. No llega hasta donde podría haberlo hecho con tan sugerente planteamiento, pero sí es una cinta más que correcta. E, insisto, es muy meritorio el material tan sensible que se trata en la película y con el que el director sabe lidiar bien. Consigue, por ejemplo, que el espectador ría con ganas por ver el uso que se da a un cántico propagandístico que destila odio en un karaoke. También ofrece momentos dramáticos de los de pañuelo y lágrima. En suma, una cinta con muy buenos mimbres y grandes escenas, algo irregular, pero interesante. 

El director recalcó durante el coloquio posterior al visionado lo complicado que resultó el rodaje, por las extremas condiciones medioambientales (se rodó en los Pirineos) y por la complejidad técnica de algunas escenas montadas por ordenador. También insistió Álex Pina, creador y guionista de series míticas de Globomedia como Periodistas o Los Serrano, que le costó vender a las productoras el enfoque cómico a una historia de un terrorista suicida. Preguntado sobre la repercusión de la cinta, Pina declaró que no fue mal del todo en taquilla, pero que se vio afectado porque se estrenó casi a la par que Ocho apellidos vascos, fenómeno contra el que ninguna película logró combatir. Pienso que Kamikaze es una película mejor que Ocho apellidos vascos, por cierto. Discrepancias con el final al margen, me parece una cinta mucho más ambiciosa y con más historia de fondo. Termina así Fescinal (seguirá hasta este fin de semana), del que nos despedimos hasta el próximo año, pues el cine al aire libre del Parque de la Bombilla pasa a ser, sí o sí, una cita obligada (y varias veces) del verano. 

Comentarios