Rafa I de España y IX de París

Le llamamos Rafa como si fuera un amigo de toda la vida acostumbrado a darnos alegrías los domingos por la tarde porque, en realidad, ya es algo así. Rafael Nadal, el más grande deportista español de todos los tiempos, entra en nuestras casas a través de la televisión prácticamente cada fin de semana para hacernos disfrutar con su tenis y para aprender de su forma de afrontar los partidos. Jamás da una bola por perdida. Siempre es honesto y ejemplar en la victoria y en la derrota. Cuando ganó el Master de Madrid de este año tras la lesión de su rival reconoció que el triunfo no era justo y que, antes de que su contrincante se lesionase, este le estaba dando una paliza. Ayer, nada más conquistar su noveno Roland Garros, el tenista manacorí dijo que espera que Djokovic, su rival, gane algún día este trofeo porque se lo merece. Además de un jugador estratosférico, de otro planeta, Nadal cautiva por su cortesía, educación y humildad

Cuando se escriba la historia de esta crisis devastadora en España, sin duda Nadal aparecerá como uno de los pocos causantes de alegrías colectivas durante este periodo. Ganó su primer Roland Garros en 2005. Es decir, lleva cerca de una década consiguiendo triunfos en los más prestigiosos torneos. Ya tiene 14 Grand Slam. Es el amo y señor de la pista parisina donde se disputa este trofeo, que después de 2005 ganó en 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013 y este año. Se ha impuesto a la elegancia y la clase hecha tenista, Roger Federer, en duelos memorables que pasarán a la historia. Ha hecho lo propio frente al torbellino serbio Novak Djokovic. No hay quien pueda con Nadal. Ni siquiera las lesiones, que tanto le han dañado estos años y contra las que de forma tan ejemplar ha combatido. 

Volvía ayer de una celebración familiar en Cuenca (aprovecho para decir que lo pasé genial). El autobús que nos traía de vuelta a Madrid partía a las 18:30. La radio del bus estaba puesta. Sintonizaba Radioestadio, el programa deportivo de los fines de semana de Onda Cero, donde se narraba la final de Roland Garros. Era la radio del bus y la escuchábamos de lejos. No alcancé a entender bien el resultado. Transcurría el cuarto set. Comentaban los locutores que el público quería un quinto set y que por eso animaban a uno de los dos contendientes. Interpreté que era Nadal quien estaba en apuros, pero pronto escuchamos que no, que Rafa I de España estaba cerca de convertirse en IX de París. Una doble falta de Djokovic dio la victoria al español  en el décimo juego del cuarto set. Explosión de alegría y algún que otro aplauso y grito de entusiasmo en el autobús por esta excepcional victoria que pudimos escuchar, y sólo al final, pero que festejamos con gran emoción. 

Los triunfos de Nadal están diseminados en momentos importantes de nuestras vidas como acompañante de fondo o como espectáculo que nos hizo vibrar y nos mantuvo pegados a la televisión a personas que sólo seguíamos el tenis ocasionalmente. Recuerdo su legendaria final de Wimbledon 2008 frente a Roger Federer, aquel duelo maratoniano en el que el tenista balear consiguió su primera victoria en el abierto londinense. Estaba con la familia en la playa, en Gandía. Vimos por televisión el comienzo del partido. Después salimos a dar una vuelta, echado un vistazo desde la calle a las televisiones de los bares por donde pasábamos. Regresamos al hotel, ya casi de noche, y en la pantalla de uno de sus salones seguían dando raquetazos los dos titanes. Nos quedamos hasta el final, presenciando el memorable triunfo de Nadal. Y así muchas otras victorias del tenista que forma parte de nuestro grupo de amigos, al que queremos por lo que hace y por cómo lo hace. 

Pasó una mala racha Nadal hace un tiempo por las lesiones. Entonces vimos cómo el mejor deportista español de todos los tiempos aprovechó su espíritu ganador, su capacidad de sacrificio y su tesón para luchar por recuperar el trono, el lugar que le corresponde en el mundo del tenis. Poco a poco y tras una larga rehabilitación, Nadal volvió por sus fueros. Recuperó el número uno del tenis mundial y volvió a reinar en aquellas pistas que son ya coto privado del tenista de Manacor. Su humildad, su sencillez y su trabajo hacen de Nadal un referente para todos. Noveno Roland Garros para él. Leyenda viva del deporte español. Rey absoluto del torneo parisino. Auténtica marca España. 

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