El laberinto iraquí

La situación que sufre Irak es de una extraordinario complejidad. Es cierto que, lamentablemente, la violencia en aquel país forma parte del paisaje desde que en 2003 comenzó la guerra de invasión de Estados Unidos y sus aliados, que sirvió para derrocar al execrable Sadam Husseim pero que no ha estabilizado el país. Aquella contienda, además, se realizó sin contar con el apoyo de Naciones Unidas y en base a objetivos y premisas como la búsqueda de armas de destrucción masiva que se han demostrado falsas con el paso del tiempo. Aquella guerra no hizo más que desestabilizar el país. Con atentados terroristas diarios desde entonces, la violencia en Irak ha pasado a ser algo así como lo habitual, una noticia que no daba más que para un breve en los medios, un asunto rutinario. Algo así como lo que para los medios de comunicación es ya el conflicto sirio. Esta ahí y de vez en cuando se recuerda que el país se desangra a diario. Sin más. 

Ahora, el escenario es aún peor porque el grupo insurgente del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés) se ha hecho con el control de importantes ciudades del país como Mosul, la segunda más grande de Irak. Además, este grupo terrorista, que fue una filial de Al Qaeda y se cataloga como una milicia todavía más violenta y cruel que aquella organización, avanza hacia la capital iraquí y amenaza con desestabilizar por completo el país. El ISIS ha ensayado sus técnicas de guerrillas en la guerra de Siria, donde han combatido del lado de los rebeldes frente al tirano Al Assad. Esta agrupación controla parte de Siria y en esas zonas imponen su fanática forma de entender la vida, con la sharia (ley islámica) como norma fundamental y con las violaciones a los Derechos Humanos al orden del día. 

El propósito de este grupo terrorista es crear un nuevo califato islámico en la zona que una Siria con Irak. Han sacado partido de la descontrolada situación que vive Siria, dividida y enfrentada en una guerra civil, para ir tomando algunos territorios de aquel país. Ahora regresan a Irak, donde combatieron contra las tropas estadounidenses en la guerra de 2003, para controlar zonas de este país. Y de momento lo hacen ante la inacción del ejército iraquí, incapaz de frenar su avance, y con una crueldad y una violencia extremas, según distintas imágenes que el propio ISIS se ha encargado de difundir. Es una situación muy compleja que obliga a la comunidad internacional a moverse si no quiere que Irak caiga en manos de los radicales islamistas de este grupo terrorista. 

Estados Unidos se encuentra ante una encrucijada no menor. Barack Obama ha centrado su política exterior en abandonar las guerras donde metió al país su antecesor, George Bush. Obama ha luchado contra esa herencia, buscando dejar atrás Afganistán e Irak y rehuyendo intervenciones militares en zonas del mundo en conflicto. Fue muy representativo el modo en el que, en contra de lo que había declarado semanas antes, esquivó una intervención en Siria. El presidente estadounidense no quiere no oír hablar de nuevas guerras, de más desplazamientos de tropas. Por eso, a pesar de que había dicho que si Al Assad usaba armas químicas contra la población intervendría, cuando se supo que el dictador sirio había traspasado esa línea roja Obama terminó contentándose con un tibio compromiso del tirano de que destruiría su armamento químico y seguiría exterminando a su pueblo con armas convencionales. 

Nada detestaría más Obama que dedicar la parte final de su mandato a enviar tropas de nuevo a Irak. Por eso, el presidente estadounidense ha dicho estos días que están estudiando cómo pueden intervenir en el país, pero que no enviarán tropas. De momento, lo han hecho sólo para proteger su embajada. La opción más plausible parece una misión aérea, o incluso se habló de ataques con drones a las milicas insurgentes. Sería una pesadilla para Obama y, por supuesto, también para la opinión pública estadounidense, volver a entrar en el avispero iraquí. 

Para complicar aún más el escenario que vive Irak, Estados Unidos intervendría a favor del gobierno iraquí  mano a mano con Irán, país con el que restableció relaciones hace apenas unos meses tras décadas enfrentados. Estados Unidos sigue negociando con Irán sobre el programa nuclear del país asiático. La llegada del moderado Rohani al poder en Irán ha permitido romper el hielo de las relaciones de ambos países, pero una colaboración armada en el conflicto iraquí se antoja una quimera. Son las complejidades y las aristas que ofrece el enfrentamiento religioso entre suníes (minoría en Irak y de los que forma parte la brigada insurgente ISIS) y los chíies (mayoría en el país y dentro de los cuales se inscribe Irán, de ahí la colaboración con el gobierno iraquí, así como el ejecutivo de Irak). Obama también dijo hace un par de días que ayudaría al gobierno iraquí siempre y cuando dé más presencia en las instituciones a la minoría suní, marginada por el actual ejecutivo. Mientras, el ISIS sigue avanzando hacia Bagdad. Nuevo foco de inestabilidad para la paz mundial ante el que el mundo deberá reaccionar si no quiere que la situación se complique aún más y el alocado proyecto de los terroristas islamistas de formar un califato con la sharia como norma se haga realidad. 

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