De campaña

Estamos oficialmente de campaña electoral para los comicios al Parlamento europeo del 25 de mayo, así que en las próximas dos semanas el estado natural de la clase política (los titulares llamativos e insulsos, las promesas vacuas y los ataques sectarios y sobreactuados a los del partido de enfrente) tendrá algo más de justificación, o menos según se mire, que el resto del año. Los candidatos se encuentran ya vociferando en mitines, por cierto, cada vez en espacios más pequeños y con menos afluencia. Asistimos a una decadencia evidente de la clase política española, algo que no parece preocupar a sus actuales responsables. Si acaso, lo que les inquieta es que este clima de descontento adopte la forma de movilización y eso les destruya el chiringuito en el que han medrado estos últimos años. Rajoy dijo el otro día que había que votar a los partidos grandes y, dentro de ellos, al PP, claro, porque las formaciones pequeñas no son de fiar. Claro, el partido que incumple todas sus promesas electorales sí lo es, por lo que se ve. Mientras, Elena Valenciano parece centrar su campaña en eso que se llama, con evidente desprecio a la libertad de los ciudadanos y a la pluralidad del sistema, "el voto útil". Izquierda, sí, muy bien. Pero dentro de la izquierda, PSOE, viene a decir la peculiar candidata socialista que adora, por este orden, a Cristo, el Che y Felipe González. Como si todavía creyera de verdad que su partido sigue representando a la izquierda. 

En fin. A los dos grandes partidos les desagrada el descontento ciudadano, pero sólo si se transforma en votos a otras formaciones. En realidad, y pese a que lamentarán como plañideras la baja participación en estas elecciones, no les descuadrará tanto, porque la abstención ayudará a que todo siga, más o menos, como siempre. He escrito aquí en varias ocasiones que, por lo general, las formaciones pequeñas que concurren a estas elecciones me despiertan poca simpatía y escaso entusiasmo. Precisamente es el desdén con el que las tratan los componentes del bipartidismo lo que me hace mirarlas con mejores ojos. Porque si esas formaciones ponen nerviosos a los máximos responsables del estado de cosas actual de la política española, igual no son tan demagogos como creo. O no tan inútiles. Quién sabe. 

Es peligrosa la idea de que sólo el voto a los grandes partidos genera estabilidad. Habrá que ver, en primer lugar, qué entendemos por estabilidad. Si estabilidad significa que todo seguirá igual, no entiendo por qué se la ensalza tanto. ¿No sería mejor algo de inestabilidad, para variar, para ver si alguien ofrece ideas nuevas? Claro, otro asunto sería que en realidad esas formaciones nos ofrezcan ideas nuevas, pero esa es otra historia. El asunto central es que se alaba la estabilidad que otorga el bipartidismo, lo importante que es para el sistema. Sí, los dos grandes partidos se han mimetizado con el sistema, se han adueñado de él, de hecho. Pero de nuevo cabe preguntarse por qué eso es bueno. ¿Acaso funciona bien el sistema como para desear que se mantenga invariable? No veo riesgo, francamente, en que se altere algo, o incluso mucho, un sistema en clara descomposición. 

En el resto de Europa han surgido formaciones populistas y radicales, en algunos casos, con la xenofobia como principal bandera. Ahí está el Frente Nacional de Le Pen en Francia. Es un gran problema del que, sin duda, también tienen responsabilidad los grandes partidos. En España, al margen de que nos parezcan más o menos demagogos los nuevos partidos (y varios lo son cum laude), no han surgido formaciones racista y extremistas. Es un alivio. La pena es que tampoco hayan nacido partidos serios y confiables que de verdad puedan representar una regeneración democrática y una forma nueva de hacer las cosas ante la apolillada y acomodada forma de hacer política de los dos grandes partidos. De momento, en España no existen formaciones extremistas al estilo del Frente Nacional francés, por lo que creo que en ese argumento no pueden apoyarse los dos grandes partidos y quienes viven cómodamente instalados en el actual estado de cosas. 

En lo que se llama la izquierda es una tradición ya la dispersión del voto y la aparición de muchas pequeñas formaciones que se fijan más en los matices que les distinguen que en los principios que les unen. En eso, lo que se llama la derecha ha solido ser mucho más homogénea en España en los últimos años. Aparecen muchas formaciones de izquierdas alternativas que, quizá, juntas funcionarían mejor. Pero de ahí a otorgarse la cualidad de representar a toda la izquierda que hace el PSOE, a estas alturas de la película, da más risa que ganas de votar a Valenciano y compañía. Si acaso, para que marchen hacia Bruselas y dejen hueco aquí a gente más preparada. El PSOE sigue purgando las penas de la fase final del último mandato de Zapatero. Comenzó ese gobierno la senda de los recortes que hoy seguimos caminando. Esa derecha malvada a la que ataca Valenciano propone las recetas de ajustes y recortes severos que su partido trajo a España. ¿De qué izquierda nos habla Valenciano? ¿Tal vez del gobierno socialista francés, que ha aprobado un recorte millonario de gasto público en servicios sociales como la Sanidad? 

Si viviéramos en un país serio, la campaña para las elecciones europeos podría convertirse en una perfecta ocasión para reflexionar sobre qué Europa queremos y no en la batalla de patio de colegio que es, con lecturas internas porque nos viene grande ir un poco más allá de nuestras disputas. Europa es quizá el mejor invento de esta zona del mundo en muchos años y tal vez el peor desarrollado. Se podría hablar de cómo compaginar los intereses de países tan distintos como los 27 que forman parte de la UE. De cómo solucionar el evidente déficit democrático de la UE, donde quienes mandan de verdad no son elegidos por los ciudadanos. Podríamos hablar de cómo ha reaccionado la UE a la última crisis, de cómo los países más ricos han impuesto recortes que han hundido a las economías y a las sociedades del sur. De esa clase de cosas se podría hablar y, entre ellas, de la evidente incapacidad de los gobiernos de izquierdas europeos, todos sin excepción, para ofrecer recetas económicas distintas a la austeridad y los recortes impuestos en todo el continente. Los eslóganes baratos de Valenciano podrían dar paso a ideas de verdad, a alternativas serias y razonables que sirvan para que los socialistas acometan la tarea que tienen pendiente desde que empezó la crisis. 

Miguel Arias Cañete, candidato del PP, está centrando su campaña, a que no lo adivinan, en la herencia recibida. Sí. Mayo de 2014 y el partido del gobierno sigue recurriendo a lo que hicieron quienes les precedieron en el ejecutivo como principal arma para movilizar a sus electores. Si hubieran cumplido el programa electoral con el que engañaron a millones de españoles quizá podrían exhibir otros logros dos años y medio después de llegar al poder, pero como no es el caso, siempre viene bien sacar a relucir el fantasma de Zapatero y todo lo que el expresidente hizo mal. Cañete se sumó a las voces críticas de la izquierda, aunque no se lo crean, y echó en cara a Zapatero no plantar cara a la UE y aceptar los recortes que les impuso Bruselas. Tal cual. Dice esto quien ha formado parte del gobierno que tuvo que pedir el rescate para el sistema financiero español y que ha dado el mayor hachazo al Estado bienestar de la historia reciente. Chirría escuchar a Cañete decir esto, pero él lo cuenta. No sólo eso. Saca el pecho por los buenos datos económicos en un país con un 25% de paro. Todo va mucho mejor, nos cuentan, pero no es cierto. Hemos tocado fondo, si acaso. Y pare usted de contar. 

En esas están los dos principales partidos políticos, confiados en el que bipartidismo no se hunda. Las encuestas anticipan que se desplomarán sus apoyos, pero que el PP volverá a ganar las elecciones y el PSOE será el segundo partido más votado. Es decir, el voto de castigo al partido del gobierno por los recortes no le impedirá ganar las elecciones y el estado catatónico del PSOE continúa en plena decadencia. Cierta forma patética y deprimente de estabilidad, pues, podrían reflejar las elecciones europeas en las que todo hace indicar que la principal ganadora será la abstención. 

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