Concierto de Luis Ramiro

Fue una noche mágica ayer en Madrid. Concierto de Luis Ramiro en la sala Galileo. Noche sensacional de esas que, como dice el cantautor en una de sus letras, se merece una canción. Solo que uno carece del talento para componerla, por lo que me conformó en expresar de forma torpe y desordenada lo mucho que disfruté ayer del concierto. Descubrí a Luis Ramiro gracias a una gran amiga que tiene entre sus muchas virtudes una pasión desmedida por la música y la buena costumbre de compartir canciones y temas. Fue hace no más de dos meses. Me atrapó este cantautor madrileño por sus preciosas letras. Ni una metáfora gastada, ni una estrofa del montón, ni un verso simple y sin fuerza. Letras formidables, auténticos poemas. Derroche de talento. 

Allá que nos fuimos, pues, a disfrutar de su música en directo. No solo no es de esos cantantes que pierde en directo, sino que incluso gana mucho. Por su cercanía y por la verdad de todo cuanto transmite con su voz. Él acompañado de una guitarra. Sobre el escenario, tan solo el violinista y cantautor Marina Saiz y un piano. Su voz, sus canciones. Su verdad. La magia de sus letras. No sé cuál fue el momento exacto en el que, como un chasquido de dedos, el cantante atrapó definitivamente al público y se produjo ese momento único en el que público y artista conectan con enorme intensidad. Sé que fue muy pronto. Comenzó Luis Ramiro con Mayo del 2002, un tema que incluye muchos de los asuntos clave en sus canciones. El amor, los sentimientos, la soledad, la melancolía, el recuerdo. Ahí ya hizo guiños al público e interactúo con él. Así seguiría hasta el final, unas dos horas de concierto en el que se entregó por completo. 

Repasó Luis Ramiro la mayoría de sus temas principales. Muchos echamos de menos El monstruo en el armario, pero comprendimos que en el recital alguna de sus canciones tenía que quedarse fuera. Alguno de esos temas que te rozan la piel, que te conmueven, en los que resulta imposible no sentirse identificado. Temas de amor o desamor, de desengaño o felicidad, de bajón u optimismo vital. De todo hay en sus canciones y de todo vivimos ayer en el concierto, una auténtica montaña rusa sentimental donde no faltaron Te quiero y te odio, El café o Jorge I, muy sensible canción compuesta para su hermano. 

Fue un momento precioso del concierto cuando Luis Ramiro cedió el escenario al violinista que impecablemente le acompañó durante toda la noche. Es Marino Saiz, que además de violinista es cantautor y quien sacará en breve su primer disco. No sé si muchos de los asistentes lo escucharon ayer por primera vez. Sí fue mi caso y, desde luego, creo que es alguien a seguir. Cantó con gran sentimiento Lunas distintas, un tema precioso en el que narra aquel momento de una relación en el que una de las dos partes da el 100% y otra apenas el 20%, contada desde la perspectiva de esta última que, como bien dijo Saiz, es algo poco frecuente. Preciosa la imagen de las lunas, llena la del miembro de la pareja entrega a la relación, llorosa por querer parecerse a ella la de quien no quiere como quiso. Después, Ramiro y Saiz cantaron juntos Mujer contra mujer de Mecano en otro de los grandes momentos de la noche. 

No paró de ganar en intensidad la noche y, tras despedirse del público, Luis Ramiro regresó con varios temas de propina que no podían faltar en el concierto. Entre ellos, Relocos y recuerdos, una canción maravillosa, mi preferida de las suyas, que encendió al público congregado en la bella sala Galileo Galilei. Después nos casamos en Las Vegas con un tema que levanta el ánimo y despidos con Romper, gran canción sobre rupturas sentimentales. Fue una noche espléndida, memorable, apasionante.

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