The Amazing Spiderman 2: el poder de Electro


En una inusual concesión al cine hollywoodense más comercial y palomitero, que últimamente sólo hago por mi superhéroe preferido de la infancia, ayer fui a ver The Amazing Spiderman 2: el poder de Electro. Recuerdo cómo me fascinaba de pequeño el hombre araña. Era un fan incondicional de una serie de dibujos animados sobre él que emitía la televisión (Antena 3, creo recordar) y me acuerdo que de niño iba por la calle fantaseando e imaginándome lanzando la tela de araña con la que se desplazaba Spiderman dando brincos por los rascacielos de la ciudad.
 
Sirva esta introducción sentimental con recuerdos de la infancia para justiciar el porqué de ir a ver una película que, de entrada no entra dentro de mis preferencias en el cine. Las historias de ciencia ficción, de muchos efectos especiales no me atraen. No es la clase de cine que más me gusta. Sin embargo, este recuerdo de la infancia me llevó hace un par de años a ver la primera cinta de la saga de Spiderman. Me encantó, por seguir con el tono sentimental, porque en ella se abordaban los conflictos internos de los personajes, sus problemas y preocupaciones. Se ve el lado humano del héroe y eso es algo que me conquistó, junto a la estética moderna. Spiderman en plena acción jugando a una aplicación del móvil o buscando en Internet información sobre el lío en el que anda metido.

En esta segunda parte de la saga vemos a un Peter Parker (de nuevo brillantemente interpretado por Andrew Garfield) que sigue muy atormentado. Al abandono de sus padres en la infancia por causas que él desconoce se suma el dilema ético que le supone aquella promesa que no puede cumplir que le hizo al padre de su novia poco antes de morir. La película tiene muchas escenas de acción y trepidantes batallas entre Spiderman y el malo de turno (Electro, esta vez) pero para mí vuelve a ser la parte más psicológica, más de construcción de personajes, de diálogos, de sus conflictos internos, la que sobresale por encima del resto. Y ahí destaca especialmente la relación del persona protagonista con su novia, Gwen Stancy, a la que da vida con enorme solvencia Emma Stone. La pareja protagonista es un pilar clave de la historia. Si buscas química en el diccionario aparecen Garfiel y Stone. Bordan sus papeles.
 
Es una historia de amor. De un tipo peculiar que además tiene superpoderes y está destinado a salvar a la ciudad de todos sus riesgos, sí. Pero una historia de amor, en suma. Y está muy bien tratada, realmente bien contada. Las escenas que comparten los dos protagonistas son excepcionales, especialmente la de un paseo en el parque en la que establecen normas sobre su relación. No quiero destrozar la historia a quienes no hayan visto la película, por lo que ahí lo dejo. Pero es notable que en una historia de superhéroes, con tanto despliegue técnico de efectos especiales y tantas batallas sea el plano personal y sentimental el que destaque por encima del resto. Y sin duda, las motivaciones personales de Peter Parker imperan en la cinta, por ese pasado que le atormenta y por su amor hacia Gwen. Con historias de amor bien contadas, aunque las viva un joven disfrazado de hombre araña, es sencillo sentirse identificado.
 
Hasta los malos en esta película tienen motivos personales, conflictos internos que les llevan a actuar como lo hacen. Es nuevamente otro acierto del filme, ya que, salvo a un tipo de la mafia rusa que aparece al principio de la película bastante desquiciado y estereotipado como malo malísimo, no hay en la cinta villanos que quieran hacer el mal porque sí, de los que desconozcamos su pasado, de dónde vienen y qué les puede llevar a comportarse como lo hacen. En este caso, Electro, el gran rival de Spiderman que puede absorber toda la electricidad que le rodea (tanto que deja a oscuras a Times Square en una de las escenas más espectaculares de la cinta), es Max, un pobre hombre sin amigos al que el hombre araña salvó la vida una vez. Eso le hace pensar que son amigos íntimos y desvaría sobre su relación con Spiderman. Cuando descubre después que este no recuerda su nombre, busca ser reconocido, se siento dolido por lo que entiende una traición y decide pasarse al lado oscuro. En el fondo, por un desengaño, por su débil personalidad, por la pobre vida que lleva este hombre al que da vida Jammie Fox.
 
Del lado de los malos, también se presenta en esta historia a Harry Osborn (Dane DeHaan), hijo del científico que junto al padre de Peter Parker desarrolló las investigaciones que permiten la genética entre especies. Él también esconde bajo la apariencia de ricachón insensible y egoísta sus miedos y vulnerabilidades. Sus sentimientos, sus razones personales. La relación de amistad con Peter Parker, al tiempo que este sigue investigando y descubriendo cosas sobre el porqué de la huida de su padre, es también un punto fuerte de la película.
 
Como verán, me gustó The Amazing Spiderman 2. Ha sido una concesión bien hecha al cine comercial, celebro haber vuelto a sucumbir como hace un par de años con la primera historia de la saga ante este cine hollywoodiense de efectos especiales sin medida, escenas de acción y batallas apocalípticas que destrozan la ciudad de Nueva York. Es una buena película. Dentro de su género y sus pretensiones, me gusta el tono que adopta la cinta, combinando esos requisitos indispensables de duelos entre el héroe y los malos con su lado personal, sus preocupaciones e ilusiones. Un par de apuntes más. Las escenas de efectos especiales, como no puede ser de otra forma en cintas de tan elevado presupuesto, son impresionantes. Y la música de la película es también reseñable por su calidad y su variedad. Desde hip hop a Alicia Keys pasando por la música clásica del Danubio Azul. Una mezcla de composiciones musicales muy atractiva en una historia en la que Marc Webb vuelve a ofrecer una versión original de Spiderman y con no pocos toques de comedia, una versión más humana.  

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