Simeone

"El Atleti juega al fútbol como se debería vivir". Es un tuit que leí el pasado miércoles cuando el conjunto rojiblanco disputó la vuelta de las semifinales de Champions frente al Barcelona. Como bien es sabido, no soy ni futbolero ni atlético. Pero me impresionó la fiesta que vivió el Vicente Calderón el domingo. Esa entrega absoluta de la afición. Y me impresionó cómo jugaba el Atleti. La frase del tuit me parece maravillosa. Porque, en efecto, y sin entender de fútbol, creo que el Atleti juega como se debería vivir. El Atleti de Diego Pablo Simeone, el verdadero artífice de este equipo. Juega "partido a partido", como siempre defiende el técnico argentino. Lo dan todo en cada encuentro. Presionan al máximo, aprietan al rival, se lanzan a por todas. Juegan sin cinturón de seguridad, sin airbag. Saltan al campo a disputar una batalla. Saltan como se ha de saltar al terreno de la vida. A por todas.
 
Tiene mucho mérito lo que Simeone ha hecho en el Atleti. Lo veneran como el exjugador que luchaba siempre al máximo con la camiseta del conjunto rojiblanco, como alguien que siente sus colores y personaliza ese carisma propio del equipo colchonero. Pero, sobre todo, lo veneran por la gesta deportiva que ha protagonizado en el Atlético de Madrid desde que llegó al club en diciembre de 2011. Entonces, el equipo caminaba a la deriva en la Liga y había sido eliminado de la Copa del Rey. Carecía de personalidad. No tenía un líder. Y llegó Simeone, quien describe el liderazgo de esta forma tan nítida en una entrevista en Jot Down: "O me sigues o no me sigues; el liderazgo no se puede explicar". Pues eso. Al Cholo, evidentemente, lo siguieron y lo siguen. Todas a una. Los jugadores y la afición. Se ha convertido en guía del equipo. En un elevadísimo porcentaje, él es responsable de cuantos éxitos lleguen este año y de los ya conseguidos. Por su labor técnica, de la que otros podrán hablar con más criterio que yo, y por su trabajo psicológico, de motivación. Llegó a un grupo hundido, desorientado, y lo convirtió en el temible equipo que es hoy el Atleti. Farragoso para los rivales, incómodo. Once gladiadores que dejan hasta su última gota de sudor en cada encuentro.
 
Cuando Simeone llegó al Atleti, el conjunto rojiblanco, tan ciclotímico estos últimos años, pasaba por un momento de dudas existenciales, de desorientación, de falta de identidad. Corría el mes de diciembre. En mayo, el Atlético de Madrid ganó la final de la Europa League frente al Athletic de Bilbao. El primer milagro del Cholo había llegado. Pero vendrían más. El equipo ya era otro. No tanto por variaciones en la plantilla, sino porque algo se había transformado en su cabeza. La mentalidad era distinta. Simeone había sabido transmitir autoestima, confianza, espíritu combativo. El técnico argentino había cambiado la historia del Atleti. Tras años de dudas, le dio estabilidad. Llegará el momento en el que se marchará del club, naturalmente, y probablemente el conjunto rojiblanco seguirá su camino, pero este glorioso paso por el banquillo de Simeone será sin ningún género de dudas recordado por siempre por sus aficionados. Además de la citada Europa League, el Atleti ha ganado con el Cholo la Supercopa de Europa y la Copa del Rey de 2013 frente al Real Madrid, equipo al que el conjunto rojiblanco llevaba más de una década sin ganar.
 
Sin ánimo de desmerecer a nadie, hay técnicos estrellas que alardean de su palmarés. Son entrenadores que sólo han dirigido a equipos grandes. No digo que no tenga valor ni que, incluso en las grandes plantillas llenas de estrellas no sea necesario el buen hacer de un entrenador para alcanzar los títulos. Pero, indudablemente, en esos conjuntos la mano del entrenador, su trabajo, queda algo más en segundo plano. Resulta inevitable preguntarse si no habría ganado lo mismo esa plantilla millonaria y apabullante (no pienso en nadie en particular) con otro técnico en el banquillo. Y la respuesta, casi siempre, te dice que sí. Sin embargo, lo que Simeone ha hecho en el Atleti es evidente. Es tal transformación la que ha llevado a cabo el conjunto rojiblanco y resulta tan claro quién es el motor de ese cambio, que la labor del entrenador argentino en el equipo es digna de alabanzas generalizadas. Porque aquí se aprecia con nitidez cómo un entrenador puede ejercer de auténtico líder y puede cambiar el destino de un equipo. El rumbo del Atleti giró radicalmente y es el Cholo quien estaba y está al timón. En el terreno de juego, tenía a Simeone por un broncas. Sin embargo, manteniendo la intensidad que le caracteriza, el técnico argentino desborda sentido común y humildad en las ruedas de prensa.
 
La Liga española lleva muchos años siendo cosa de dos. Sí o sí, irremediablemente desde hace mucho tiempo, sin duda demasiado, o el Barcelona o el Real Madrid ganan la competición. Lo hacen, además, con una inmensa superioridades respecto al resto de equipos. Y eso no es bueno para la competición, porque la desluce. Porque cuando hay dos equipos en una dimensión y el resto en otra claramente inferior, el interés decae. Que no existan alternativas a este duopolio y, lejos de eso, que a cada temporada que pase la diferencia se haga aún mayor, es negativo para la Liga. No lo creerán así los simpatizantes de estos dos equipos, naturalmente. Pero yo pienso que lo es. Una Liga bonita de verdad es aquella en la que el ganador de un año puede quedar cuarto al siguiente. Una Liga abierta. Con alternativas. Con más de dos candidatos. Eso también se lo debemos los no atléticos a Simeone.
 
El desequilibrio presupuestario entre los dos grandes y el resto es inmenso. Real Madrid y Barcelona son dos máquinas de hacer dinero y, evidentemente, ellos generan ese dinero con su juego. Ojo, no resto mérito a lo que hacen estos dos equipos ni niego que son los que más interés provocan en el espectador. Pero los otros 18 equipos de la Liga son actores imprescindibles para que la competición tenga sentido y no deberían ser figurantes. Los derechos televisivos benefician claramente a los dos grandes porque son los que más audiencia dan. De acuerdo. Pero el desequilibrio no debería ser tan grande en el reparto, por el bien de la competición. En cualquier caso, con un presupuesto claramente inferior, sin demasiadas estrellas mundiales, el Atlético de Madrid es líder de la Liga. Porque es, antes que una acumulación de cracks, un equipo. Con todas las letras.
 
No es la del Atleti una plantilla deslumbrante de jugadores de postín. Es un equipo en el que cada cual ejerce su función y en la que todos tienen claro el objetivo común. Y por el trabajan como un sólo cuerpo, unidos y convencidos de que todo lo que los grandes puedan tener de estrellas sobre el terreno de juego lo tendrán ellos de esfuerzo y trabajo. Que todas las florituras que puedan poner los cracks de otros conjuntos serán contrarrestadas con su tensión máxima, con el 110% que dan en cada partido. Es un equipo excepcional con un líder soberbio. Es un equipo que merece consumar con títulos esta formidable temporada. Un David contra Goliat. Un equipo que se rebela contra los gigantes a base de tesón y esfuerzo. Un equipo memorable. 

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