Farsa electoral en Siria

 
Hoy comienza el plazo para presentar candidaturas a las elecciones presidenciales en Siria que se celebrarán el 3 de junio, según anunció ayer el régimen de Al Assad. Se conocía que habría comicios, más bien un teatrillo pseudo democrático, este año, ya que en otoño terminaba la legislatura del tirano. Ayer se anunció que la farsa se celebrará el 3 de junio. Por primera vez, podrá haber varios candidatos a las elecciones, lo que deja bastante claro el nulo componente democrático de las elecciones en aquel país. Sólo desde la ingenuidad más absoluta alguien podrá interpretar que estos comicios, en mitad de una guerra civil que desangra el país desde hace tres años, serán realmente democráticos. Los líderes de la oposición ya han anunciado que no reconoce la legitimidad de estas elecciones.

En Siria gobierna el mismo partido de forma ininterrumpida desde 1963 y un miembro de la familia Al Assad está al frente del gobierno desde 1970, cuando accedió al poder Hafez Al Assad, padre del actual presidente. Su partido ha gobernado el país bajo un decreto de estado de excepción durante décadas. El pluralismo político es una quimera. El partido, y muy particularmente la familia Al Assad, controlan todos los resortes del Estado. El país cumple todos los requisitos de una dictadura de partido único que viola los derechos y libertades individuales de sus ciudadanos. Así ha sido durante las últimas cinco décadas. 

La oposición política dentro del sistema, sencillamente, no existe. Uno de los requisitos que deberán cumplir los candidatos a las elecciones presidenciales, en las que todo hace indicar que Al Assad volverá a presentarse para perpetuarse en el poder, es que aquellos deben haber vivido los últimos diez años en Siria. Cualquier persona que haya manifestado públicamente su oposición política al régimen de Al Assad, o sencillamente haya mostrado la más mínima discrepancia, o no vive en el país o no goza de libertad y es preso político. Los partidos permitidos son apenas media docena de formaciones residuales que ejercen el papel de títeres en este teatro.

Este tipo de farsas que buscan dar una apariencia de democracia a lo que no es sino una dictadura son un escándalo impresentable e intolerable en cualquier circunstancia. Pero la desvergüenza y la obsenidad alcanzan en este momento en Siria unos niveles insoportables. Porque estas mal llamadas elecciones del 3 de junio llegarán en medio de una guerra civil que ha costado la vida de decenas de miles de ciudadanos y ha destrozado la vida de millones de sirios que se han visto obligados a desplazarse a otros países o a otras regiones dentro del país huyendo de los combates.

En 2011 comenzó en Siria una revuelta popular que, a imagen y semejanza de las revoluciones precedentes en países como Túnez o Egipto, habían puesto contra las cuerdas a tiranos de la peor calaña. Al Assad, que se incluye en esa categoría, decidió desde el principio sofocar esas revueltas a sangre y fuego. La evolución posterior de lo que se dio en llamar "la primavera árabe" ha evidenciado las innumerables dificultades de los procesos hacia la democracia en aquellos países. El derrocamiento de tiranos no debería ser menospreciado, si bien después han llegado no pocos problemas. Nada comparable a lo ocurrido en Siria, donde los rebeldes crearon un ejército para combatir a las fuerzas armadas de Al Assad.

Tres años de guerra con la indiferencia de la comunidad internacional y el respaldo de Rusia y China al dictador sirio por razones geoestratégicas dan para mucho. Para muchas muertes y mucho dolor. El conflicto se ha recrudecido. Escasos movimientos diplomáticos, escasos e infructuosos, ante el empeoramiento constante en el terreno. Dos enviados internacionales al conflicto, mes as de negociación, compromisos de tregua incumplidos.... La entrada de grupos extremistas en el país, como grupos terroristas próximos a Al Qaeda ha añadido más complejidad si cabe al conflicto y ha arrinconado todavía más a las vertientes moderadas de la oposición al régimen sirio. La fragmentación en la oposición a Al Assad fue uno de los problemas más serios del comienzo del conflicto, pero por el lado rebelde la situación no deja de empeorar. Grupos terroristas e islamistas radicales han tomado el control de algunas zonas tomadas por los opositores, secuestrando así la revolución y generalizando las violaciones de los Derechos Humanos.

Del lado del régimen, el momento clave llegó cuando el año pasado conocimos informaciones de ataques químicos contra la población. En su locura y su huida hacia delante, al régimen no le ha importado exterminar a parte de su población. También con armas químicas. La línea roja que había marcado la adminsistración Obama para intervenir en el conflicto sirio era que Al Assad no empleara armas químicas contra su población. Es decir, que siguiera matando a su pueblo, pero no con armas químicas. Al Assad no actuó así y, sencillamente por no quedar en entredicho, el gobierno estadounidense se vio forzado a amenazar con intervenir. Rusia le regaló a Obama una solución de emergencia para evitar intervenir y a Al Assad, una resurrección en la comunidad internacional, al reconocerle como interlocutor válido en la escena internacional. La solución era destruir el armamento químico del régimen. Con ese compromiso se saldó el momento más crítico para al Assad. Desde entonces, el régimen dictatorial sirio que hará un teatrillo el 3 de junio ha ganado posiciones en la guerra contra los rebeldes en un país se desangra ante la pasividad de la comunidad internacional. Ojalá al menos esta farsa sirva para que los líderes mundiales caigan en la cuenta de que ese conflicto que parecen haber olvidado sigue sembrando Siria de muerte y sangre.

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